Tanscurridos unos seis o siete días, entablé estrecha
amistad con un comerciante de la ciudad, llamado Joabin.
Era judío y circunciso, pues existen allí algunas familias
judías a quienes dejan conservar su religión propia. Y hacen
bien porque estos judíos son muy distintos de los que viven
en otros países. En tanto que éstos odian el nombre de
Jesucristo y poseen un rencor innato contra las personas
entre quienes viven, aquellos, por el contrario, conceden a
nuestro Salvador muchos y elevados atributos, y aman en
gran medida a Bensalem. Ciertamente este hombre de
quien hablo reconocía que Cristo nació de una Virgen y que
fue más que un hombre; que Dios le hizo reinar sobre los
serafines, que guardan su trono; estos judíos llaman
también a Jesucristo la Vía Láctea, el Elías del Mesías, y otros muchos y elevados nombres, que aunque sean
inferiores a su majestad divina, sin embargo están muy
lejos de constituir el lenguaje de otros judíos.
Respecto al país de Bensalem, este hombre no acababa
de elogiarlo; constituía una tradición entre los judíos la
creencia de que las gentes del país descendían de
Abraham, a través de otro hijo, al que llaman Nachoran; y
que Moisés ordenó las leyes de Bensalem mediante una
doctrina secreta, leyes que rigen actualmente; creen
también que cuando venga el Mesías y se siente en su
trono en Jerusalén, el rey de Bensalem se sentará a sus
pies, mientras que los otros reyes mantendrán una gran
distancia. Pero prescindiendo de estos sueños judíos, el
comerciante era un hombre docto y sabio, de una gran
cortesía y muy conocedor de las leyes y costumbres de
aquella nación.
Un día que conversábamos le dije que me hallaba muy
impresionado por el relato que me había hecho uno de mis
compañeros de la fiesta de la familia, pues, según me
parecía, jamás había sabido de una solemnidad semejante
en donde la naturaleza presidiera en tan alto grado. Y a
causa de que la propagación de la especie procede de la
cópula nupcial, deseaba que me dijera qué leyes y
costumbres tenían sobre el matrimonio, si se mantenían
fieles a él y estaban ligados a una sola esposa. Y le
preguntaba esto porque en los países donde se desea
vivamente el aumento de natalidad, por lo general hay
permiso para tener varias mujeres. A esto me respondió:
"Tiene usted razón en elogiar esa
excelente institución de la fiesta de la familia; sin duda
alguna tenemos la experiencia de que aquellas familias que
participan de las bendiciones de esta fiesta medran y
prosperan continuamente de un modo extraordinario. Pero
escúcheme ahora, y le diré lo que sé. Comprenderá que no
existe bajo los cielos una nación tan casta como la de
Bensalem, ni tan libre de toda corrupción o torpeza. Es la
nación virgen del mundo. Recuerdo haber leído en uno de vuestros libros europeos la historia de un santo ermitaño
que deseaba ver al Espíritu de Fornicación, y se le apareció
un impuro y feo enano etíope. Pero si hubiera querido ver
al Espíritu de Castidad de Bensalem, se le habría aparecido
un bellísimo querubín.
No existe nada entre los mortales
más bello y admirable que el casto espíritu de este pueblo.
Sepa usted que entre ellos no existen burdeles ni
cortesanas ni nada que se le parezca. Se maravillan,
detestando el hecho, de que se permitan tales cosas en
Europa. Dicen que ustedes han destrozado el matrimonio,
ya que éste está ordenado como remedio contra la
concupiscencia ilícita, y la concupiscencia natural parece un
incentivo para el matrimonio; pero cuando los hombres
tienen a su alcance un remedio más agradable para su
corrompida voluntad, el matrimonio casi desaparece. Por
esto existen infinitos hombres que no se casan, y que
prefieren una vida de soltero, impura y libertina, al yugo
del matrimonio; y muchos que se casan, lo hacen tarde,
cuando ya ha pasado el vigor y la fuerza de los años. Y
cuando se casan, el matrimonio es para ellos un mero
negocio mediante el que se busca un enlace ventajoso,
dinero o reputación, yéndose a él con un vago deseo de
reproducción y no con la recta intención de una unión entre
marido y mujer, que es para lo ve fue instituido.
También
es posible que quienes han derrochado tan bajamente su
vigor estimarán muy poco a sus hijos, a diferencia de los
hombres castos. ¿Se enmienda mucho más la situación
durante el matrimonio, como debería ser, si estas cosas se
toleran sólo por necesidad? No, sino que continúan siendo
aún una afrenta para el matrimonio. El hecho de frecuentar
estos lugares disolutos no se castiga más en los casados
que en los solteros. Y la depravada costumbre de cambiar,
y los placeres de las aventuras con meretrices (en las que
el pecado se convierte en arte) hacen que el matrimonio
sea algo triste, parecido a una especie de contribución o de
impuesto. Les oyen a ustedes defender, con el pretexto de
evitar mayores males, cosas tales como los adulterios,
estupros, deseos contra naturaleza, y así sucesivamente.
Ellos dicen que ésta es una sabiduría absurda, y la llaman La oferta de Lot, quien para evitar los abusos de sus
invitados, les ofreció sus hijas; no, aseguran que con esto
se gana poco, ya que permanecen y aumentan los mismos
vicios y apetitos; el deseo ilícito se parece a un horno, en el
cual si se detienen por completo las llamas, se apaga, pero
si se dejan, crecen más. La pederastia no existe entre ellos,
y naturalmente eso no obsta para que sean los mejores
amigos del mundo; hablando en términos generales, como
dije anteriormente, creo que no hay ningún pueblo tan
casto como éste. Es un dicho usual entre ellos que "quien
no es casto no puede respetarse a sí mismo"; dicen
también que "después de la religión, el respeto a sí mismo
es el freno principal de todos los vicios."
Cuando acabó de pronunciar estas palabras el buen
judío hizo una pausa; entonces, aunque tenía más interés
en oírlo que en hablar yo mismo, pensando que sería
correcto, después de su interrupción, decir algo, le advertí
que nos recordaba nuestros pecados, como la viuda de
Sarepta se los recordó a Elías; y que reconocía que la
rectitud de conducta de Bensalem era mayor que la de
Europa. Al escuchar mis palabras inclinó la cabeza y
continuó del modo siguiente: "Poseen también muchas y excelentes leyes respecto al
matrimonio. No permiten la poligamia. No pueden casarse o
celebrar el contrato matrimonial previo hasta que ha
transcurrido un mes después de su primera entrevista. No
invalidan el matrimonio celebrado sin consentimiento
paterno, pero lo castigan con una multa a los herederos;
los hijos de estos matrimonios no pueden heredar más de
una tercera parte de los bienes de sus padres." |