Brasil estuvo al tanto de los acontecimientos históricos que el mundo de
las
artes vivió a principios del siglo XX. La Semana de Arte Moderno fue una
respuesta de los artistas brasileños a los que estaba pasando
simultáneamente en otros países. Por ejemplo, como dirá Vicky Unruh en
su
libro Latin American vanguards, para los vanguardistas la búsqueda esta
en
ir más allá del lenguaje, encontrar un estadio pre-verbal desde el cual
se
puede construir un proyecto estético absolutamente nuevo; encontrar el
"ground zero". Hay que llegar a una estado no-lógico, y por esto hay que
desconfiar del sistema del lenguaje. Hay que producir una obra
"nonorganic".
Esto se vio presente en poetas como Mario de Andrade (1893-19450) quien
proponía como los surrealistas la inutilidad del texto, y liberar las
zonas
oscuras del inconsciente.
Francine Masiello, en su libro Lenguaje e ideología : las escuelas
argentinas de vanguardia, en el capítulo "Contra la naturaleza: el
paisaje
de la vanguardia" (Cap. IV), dirá que el texto de vanguardia propone una
temporaria alianza entre el objeto y el "yo" observante. Este fenómeno
se ve
en muchos casos de la vanguardia brasileña, y uno de los ejemplos
concretos
podría ser la pintura de Tarcila do Amaral, "Abaporu". La perspectiva
del
observador es fundamental, proyecto que encaja directamente con la idea
de
dialogo entre el pintor y el observante. Esta característica de diálogo
en
la obra de arte sobre el arte mismo fue muy bien analizado por Peter
Bürger
en su libro Teoría de la Vanguardia.
Todos estos elementos presentes en la vanguardia brasileña, muchos de
ellos
tomados de corrientes estéticas europeas, se enmarcan en un proyecto
antropofágico. En este proceso de digerir técnicas e ideas extranjeras
se
propuso al mismo tiempo la posibilidad de crear algo nuevo; resultado
que
negaba su centro de procedencia y al mismo tiempo lo justificaba en su
propia incorporación.
Berkeley, Mayo del 2002 |