El naturalista francés Georges Cuvier fue un reputado anatomista decimonónico. Era conocido como el mago del osario, aludiendo a su habilidad para recomponer esqueletos. Tarea que realizó con precisión llegando a comprender tan profundamente las relaciones anatómicas de los vertebrados que pequeñas porciones le bastaban para reconstruir el armazón óseo de la víctima. El ejemplo de Cuvier enseña que existieron modelos fijistas decimonónico respetuosos con la idea de cambio, ¿cómo? El descubrimiento de especies extintas infunden en el sabio francés dudas razonables: ¿porqué han desaparecido?, ¿qué vínculos mantienen estos organismos con los actuales? En su libro Recherches sur les ossements fossiles de quadrupèdes, publicado el año 1812 y traducido al inglés inmediatamente, se halla la respuesta. El registro estratigráfico constituye la base empírica de su teoría sobre el desarrollo conjunto de la vida y la orografía terrestre. Que los restos fósiles pertenezcan a especies desaparecidas es la prueba irrefutable del cambio acontecido en dicho territorio respecto a sus antiguos moradores; y la causa de su desaparición también se observa en el referente paleontológico. Los numerosos restos de conchas localizados en las regiones montañosas testimonian la inundación padecida por la zona continental indicando el nivel hídrico alcanzado. El agua es el agente físico responsable de estas revoluciones del globo, provocando la mortandad conducente al exterminio de las especies. Pero la deducción alcanza mayores cotas informativas. La presencia de restos conchíferos pertenecientes a especies muy diferentes, probaría que la inmersión no fue un hecho puntual sino un fenómeno reiterado durante la historia terrestre. El Diluvio Universal sería la última manifestación hidrológica, anterior a la expansión terrestre humana.
Caracterizada la cronología terrestre por los cambios de fauna y flora acaecidos a consecuencia de estas periódicas revoluciones ambientales, Cuvier debe, ineludiblemente, explicar cuál es el mecanismo de sustitución de las especies. La respuesta es categórica rechazando el vínculo filogenético entre pasado y presente. ¿Porqué las especies actuales no están emparentadas con los antecesores? La negativa a reconocer el hilo conductor no es metafísica ni religiosa, se basa en la falta de pruebas paleontológicas sobre la gradación orgánica necesaria para justificar la hipótesis. Entonces ¿cómo acontecieron los cambios reflejados por los fósiles? La propuesta es sencilla, está basada en la trasmigración, fenómeno mediante el cual, ocurrida la catástrofe, los territorios despoblados son colonizados por especies procedentes de otras áreas geográficas ajenas a la inundación. El desarrollo del supuesto migratorio requiere sólo algunas limitaciones en espacio y tiempo. Utilicemos el ejemplo expuesto por Cuvier y supongamos que el mar inunda Australia, con la consiguiente desaparición de la vida terrestre. Las especies autóctonas, como el canguro y el ornitorrinco, se extinguirían por su localismo. Si durante el posterior descenso hídrico ocurriese tanto la emersión insular como la aparición de un canal terrestre entre la isla y el continente, este sería el puente por donde especies como el elefante, el camello, el rinoceronte, repoblarían el territorio reemplazando la precedente fauna local por animales desconocidos. La hipótesis admite múltiples combinaciones, necesarias para conjugar la fijeza y pluralidad de las especies que habitaron el lugar en periodos consecutivos.
La refutación que al socaire de nuestros conocimientos actuales podemos aplicar a la tesis formulada por Cuvier no impide el explícito reconocimiento de unos valores que consisten en situar el problema dentro de un contexto genuinamente científico, aceptar la variabilidad específica como un hecho probado por el registro geológico y atribuirla a fenómenos naturales. La cuestión litigada atañe sólo a cómo se produjeron los cambios. Y hay que conceder que, por su sencillez e inmediatez, la causa migratoria resulta más plausible de imaginar, y aceptar, que la compleja relación filogenética atribuida por la evolución; la dificultad aumenta si tenemos en cuentas los limitados conocimientos que los biólogos poseían sobre herencia y reproducción, ciertamente especulativos. |