Inicio estas reflexiones con la frase de un gran
amigo y escritor ecuatoriano: “La poesía joven chilena
se encuentra aplastada por el peso de la tradición”. Y
es que en verdad, desde Pedro Antonio González a Pablo
de Rokha, de Neruda a Jorge Teillier, pasando por el
creacionismo, la antipoesía y el paradigma actual que
constituye la obra de Juan Luis Martínez, señalan un
corpus poético que resulta infranqueable a la hora de
enfrentarse con la página en blanco. ¿Cómo pueden los
poetas jóvenes abrir un espacio donde parece que se
hubiera dicho todo? Recordemos que ya en pintura, el
año 1919, el ruso Malevic había planteado un problema
sin respuesta: cuadrado blanco sobre fondo blanco,
llevando al límite la abstracción. Así y todo el poeta
que recién comienza tantea el oficio desde sus propias
vivencias en un mundo que reconoce hostil y
deshumanizado. A medida que avanza se encuentra
invariablemente con el peso de la tradición donde se
identifica como un pariente pobre y lejano. “Para los
jóvenes chilenos que nos dedicamos a esto, Mistral,
Huidobro, de Rokha, Neruda, Parra, por mencionar sólo
algunas estrellas locales, son la cordillera de Los
Andes, y nosotros, los de hoy en la mañana, no
alcanzamos ni a esos montoncitos de arena que hacen
los enamorados en las playas” (Mauricio Redolés).
Los
autores antes mencionados ostentan un sello, una marca
que los hace reconocibles a kilómetros de distancia.
Fueron creadores de un estilo, de una forma de
comunicar, que a su vez descendía de poetas mayores
como Catulo, Shakespeare, Quevedo, Hölderlin, Whitman,
Baudelaire, Machado, etc., pero con distintos matices
y resonancias. Otros buscaron un nicho en la poesía
china, inglesa, rusa, griega o nórdica, y hacia esos
ríos dirigieron las agua de su canto. Todo poeta es el
resultado de una tradición. La cuestión es cómo se
funde con la actual forma de ver e interpretar la
realidad, para que el aire no se llene de burdos
recreadores o imitadores de estilo que en nada aportan
y menos oxigenan nuestra ya agobiada y neurótica
poesía. ¿Desafío inútil?.
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Mario Meléndez (Linares, 1971). Estudió Periodismo en la Universidad La
República de Santiago. Entre sus libros destacan: "Autocultura y Juicio"
(con prólogo del Premio Nacional de Literatura, Roque Esteban Scarpa),
"Apuntes Para una Leyenda" y "Vuelo Subterráneo". En 1993 obtiene el Premio
Municipal de Literatura en el Bicentenario de Linares. Sus poemas aparecen
en diversas revistas de literatura hispanoamericana y en antologías
nacionales y extranjeras. Ha sido invitado a numerosos encuentros literarios
entre los que destacan el Primer y Segundo Encuentro de Escritores
Latinoamericanos, organizado por la Sociedad de Escritores de Chile (Sech),
Santiago, 2001 y 2002, y el Primer Encuentro Internacional de Amnistía y
Solidaridad con el Pueblo, Roma, Italia, 2003, donde es nombrado Miembro de
Honor de la Academia de Artes y Letras de Roma. Además dirige, durante dos
años, un taller literario en la Cárcel de Talca que dio origen al libro "Los
Rostros del Olvido" (dos volúmenes) donde se reúne el trabajo poético de los
internos. Actualmente trabaja en el proyecto "Fiestas del Libro Itinerante",
y preside la Sociedad de Escritores de Chile, región del Maule. |