¿Puede el poeta abstraerse de la realidad que lo
alimenta? ¿Ser un turbio espectador en un escenario
que se desintegra a “velocidades increíbles”? Si
consideramos que ya los poetas malditos hacían una
sátira grotesca de la sociedad francesa de mediados
del siglo XIX, denunciando sus vicios y excesos. Con
la revolución de Octubre el orden de las cosas
desaparece, dando paso a una nueva y radical forma de
interpretar la realidad, donde el arte y por ende la
literatura no podía estar ajena. La poesía, entonces,
se convierte en himno, bandera, afirmación y defensa
de una ideología sustentada en la lucha de clases y en
la reivindicació n del sujeto como un ente social y
activo. Neruda, Vallejo, Eluard, Maiakovski, Hikmet,
Cortázar, Roque Dalton, son sólo algunos nombres
históricamente comprometidos con las luchas y dolores
de sus pueblos.
Las guerras mundiales, las dictaduras,
la hambruna, el capitalismo feroz, el automatismo, la
enajenación, en fin, dramas diversos a los cuales es
imposible sustraerse. Algunos de estos creadores
pagaron caro su consecuencia, sufriendo persecuciones,
exilios e incluso la muerte. Entender entonces que el
poeta sólo se limite a crear por y para sí mismo en la
actualidad resulta imposible. Sin embargo, gran parte
de la poesía que irrumpe en los 90 tiene un claro
síntoma en esta línea. Incluso llegan a la evasión
consciente con textos donde el barroquismo y la
pirotecnia verbal son los invitados de honor. Aún
aceptando la caída de las utopías, el hombre no es
solamente un ser ideológico. Hay cosas que son
inherentes a su condición de tal, y aquellas
persistirán mientras el hombre exista. Las miserias,
la opresión, las desigualdades, el desencanto, la
muerte, el amor, lo religioso, lo lúdico, lo social,
continuarán siendo material inagotable en el cual los
poetas presentes y futuros escribirán la historia, por
mucho que algunos ciegos agoreros, que encasillan la
poesía en sombríos estantes, digan lo contrario. Lo
peor que le puede ocurrir al poeta es ser leído sólo
por sus pares. La poesía es un ente vivo que respira,
busca y se reproduce en el oído y en el alma de los
pueblos. No hay malos poetas, cuando se alude a tal
hecho nunca existió la poesía. Los poetas, los
verdaderos poetas, son aquellos que despiertan cada
mañana con el corazón hinchado de presagios y el
esqueleto pastando en la eternidad.
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Mario Meléndez (Linares, 1971). Estudió Periodismo en la Universidad La
República de Santiago. Entre sus libros destacan: "Autocultura y Juicio"
(con prólogo del Premio Nacional de Literatura, Roque Esteban Scarpa),
"Apuntes Para una Leyenda" y "Vuelo Subterráneo". En 1993 obtiene el Premio
Municipal de Literatura en el Bicentenario de Linares. Sus poemas aparecen
en diversas revistas de literatura hispanoamericana y en antologías
nacionales y extranjeras. Ha sido invitado a numerosos encuentros literarios
entre los que destacan el Primer y Segundo Encuentro de Escritores
Latinoamericanos, organizado por la Sociedad de Escritores de Chile (Sech),
Santiago, 2001 y 2002, y el Primer Encuentro Internacional de Amnistía y
Solidaridad con el Pueblo, Roma, Italia, 2003, donde es nombrado Miembro de
Honor de la Academia de Artes y Letras de Roma. Además dirige, durante dos
años, un taller literario en la Cárcel de Talca que dio origen al libro "Los
Rostros del Olvido" (dos volúmenes) donde se reúne el trabajo poético de los
internos. Actualmente trabaja en el proyecto "Fiestas del Libro Itinerante",
y preside la Sociedad de Escritores de Chile, región del Maule. |