El fin del humanismo tiene nombres propios: Stirner, Feurbach, Marx, Nietzsche, Freud, el estructuralismo y con más fuerza el posestructuralismo. Incluso Sade, como lo mostró Klossowski, había anunciado con la muerte del Rey, que se había decapitado también al Rey que había manejado el Cosmos desde el Renacimiento hasta la Edad de las Luces. La muerte del sujeto, como consecuencia de la ausencia de todo garante de la identidad, pesan tanto en Marx como en Nietzsche, como en Freud y como en el moralista Sade.
En realidad el grito de Stirner, hace casi 200 años, resulta un tanto molesto: "He basado mi causa en la nada". La Nada no es lo mismo en Stirner que en Heidegger o Sartre: "el hombre es el ser por el cual la nada a venido al mundo".
En Heidegger la palabra "nada" tiene -y no es el tema de este artículo- un sentido positivo. Pero cuando, generalizando, se convierte en el nihil del nihilismo que había previsto Nietzsche, significa que la ratio latina ha llegado al colmo de la construcción y de haber convertido al mundo (horizonte de sentido) en algo extraño e inhabitable.
Todo lo que el gran arte y el pensamiento especulativo más crítico habían previsto, se ha realizado del modo más cruel y terrorífico que la raza llamada humana -depositaria del misterio de la técnica- pudo prever. El actual holocausto en medio Oriente está marcando los parámetros con los cuales se maneja la ratio como esencia de la técnica: el nuevo mercado de esclavos a escala planetaria.
¿Cuánto cuesta una vida humana en términos de nasdaq, no sólo de poder, sino de acciones de bolsa?
Esto marca el giro que venimos anunciando. Todas las otras guerras fueron genocidas, pero ésta muestra el rostro menos que humano de Hop-Frog y la venganza del esclavo que maneja el poder de la técnica.
El cowboy Bush es sólo una marioneta cumpliendo los malignos designios de una raza destinada a extinguirse en pos de una voluntad de poder sin límites. Bush es un "brujo" maligno y la política internacional un cruel teatro "grand-guignol". Roma dejó huellas culturales indelebles a pesar de los crímenes a que lleva el designio de construir un imperio. El cowboy calvinista, más convencido que Torquemada de su apuesta (no importa el sacrificio del género), solo puede dejar tras de sí el vacío, el viento y enormes columnas de humo. Con Bush vino al mundo la nada.