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MARIA ESTELA GUEDES
A poesia na óptica da Óptica |
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Súmula de Herberto Helder
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He oído decir que los muertos respiran con luces transformadas.
Que tienen los ojos ciegos como Ia sangre.
Este corría, asombrado.
Los muertos deben ser puros.
He oído decir que respiran.
Corren por entre el orvallo, y después
se extienden. Ayudan a los vivos.
Son dulces equivalencias, luces, ideas puras.
Veo que Ia muerte es como romper una palabra y pasar
— Ia muerte es pasar, como rompiendo una palabra,
a través de Ia puerta,
hacia una nueva palabra. Y veo
el mismo ritmo general. Como muerte y resurrección
a través de Ias puertas de otros cuerpos.
Como una cualidad ardiente de una cosa hacia
otra cosa, como los dedos pasan el fuego
a Ia creación entera, y el pensamiento
para y se oscurece
— como en medio deI orvallo el amor es total.
Había un hombre que quedó tendido
con una flecha en Ia fantasía.
Su agua era antigua. Estaba
tan muerto que vivía únicamente.
Dentro de él golpeaban Ias puertas, y él corria
puertas adentro, de dia, de noche.
Pasaba hacia todos Ios cuerpos.
Como con alegria, golpeaba Ias miradas de Ias hierbas
que fijan estas cosas puras.
Renacia.
La cuchara en la boca, pp. 15-16 |
Las sillas ardían en sus sitios.
Mis hermanas vivían en lo alto del movimiento
como seres pasmados.
A veces reían alto. Se enredaban
en su oscuridad terrorífica.
La menstruación soñaba podredumbre dentro de ellas,
al anochecer.
Cantaba muy bajo.
Parecía fluir.
Rodear Ias mesas, Ias penumbras fulminadas.
Llovía en Ias noches terrestres.
Yo quiero gritar más allá de Ia locura terrestre.
— Estaba húmedo, destilado, inspirado.
Había rigor. Oh, ejemplo extremo.
Había una esencia de oficina.
Una materia sensacional en el secreto de los fruteros,
con sus manzanas centrípetas
y Ias uvas colgadas sobre Ia madurez.
Había el magnolio caliente de un gato.
Gato que entraba por Ias manos, o magnolio
que salía de Ia mano hacia el rostro
de Ia madre sombriamente pura.
Ah, madre loca cerca, sentadamente
completa.
Las manos tocaban por sobre el ardor
Ia carne como un fragmento extasiado.
Era una casabsoluta — ?cómo
diria? — un
sentimiento donde algunas personas se moririan.
Demencia para sonreír elevadamente.
Tener moras, hojas verdes, espinas
con pequeña tiniebla por todas Ias esquinas.
Nombre en el espíritu como una rosapez.
— Prefiero enloquecer en los pasillos arqueados
ahora en Ias palabras.
Prefiero cantar en Ias verandas interiores.
Porque había escaleras y mujeres que se paraban
minadas de inteligencia.
EI cuerpo sin rosáceas, el lenguaje
para amar y rumiar.
La leche cantante.
(Poemacto, pp. 27;29) |
Y digo: ellas cantan mi vida.
Esas mujeres estranguladas por una belleza
incomparable.
Cantan Ia alegría de todo, mi
alegría
por dentro deI gran dolor masculino.
Esas mujeres hacen feliz y extensa
Ia muerte de Ia tierra.
Ellas cantan Ia eternidad.
Cantan Ia sangre de una tierra exaltada.
*
Pequenas estrellas que cambian de color, frias
peras en lo alto
de raíces quemadas, aún dulces, profundamente
color turquesa — lo sé todo.
Como Ia época leve que entra,
como los niños que despiertan y sonrien
lapidariamente, y mueren
sin que se note, en el propio claro vivo
de su sonrisa.
La ola que envuelve a los peces, y de los peces
absorbe el rápido estremecimiento - lo sé todo.
Porque cambio, me quemo.
Porque las olas me golpean en la boca.
Pequeñas estrellas que pasan de color en color, peras
que ruedan de un escalón
a otro escalón de madurez. Mientras
estoy tumbado bajo el cielo brutal, y Ia noche
avanza terriblemente plácida.
Y por debajo Ia tierra vive, abstracta
y esparcida.
Ouiero decir: lo sé todo.
Junto a Ios huesos helados late una vena
que sube, caliente; que en silencio asciende
y golpea en Ia Iengua: — Amo el pan que madura
en el fuego.
Amo Ia idea de que Ia muerte se alimenta
ahora en Ia noche. Ceniza sobre pepitas de oro.
EI azafrán en Ias piedras encarnadas.
(Lugar, pp. 39; 41) |
Esta es Ia madre central con Ios dedos Iuciendo,
sentada blanca bajo Ia cúpula de Ia cabeza truculenta, mientras
Ias resacas de Ia sangre cantan en Ias cavernas;
este es el pólipo vivo agarrado a mi pecho como un mamelón en Ias masas tejidas
sobre el corazón; que tiene Ias garras
en Ia mesa
entre Ios cubiertos y Ia Ioza,
y en otros cuartos es tan profunda si cae
el dia por Ia pared como una ventana,
si el espejo cae asi con el dia profundo
hacia dentro siempre
y hacia fuera, una poza;
es centralmente toda Ia madre con una cara magnificada
arrojada por Ias noches,
susurrando;
matriz mater madre y madreperla
y piedra matricial minada por Ios meandros de Ia propia
agua
fina en su agujerío de venas y arterias;
fundamento
de pavor y dulzura, el pelo brillando sobre Ia cabeza,
Ios nudos todos de Ia cara,
Ia boca hasta Ia garganta,
el vestido
brillando entre Ios brazos resaltados y sobre Ias piernas;
este cuerpo que me abisma
como alimento suyo entre los dientes y el ano, y su murmullo
expulsado de los pulmones, soplo que Ia sangre entenebrece
y en Ia boca clarea como una vuelta
de seda;
los haces de un candelabro que fija Ia casa
desde Ias honduras de su oscura tela;
esta es Ia madre animal cazada en el bosque mitológico,
Ia bestia en ceIo bajo Ias redes
y Ias flechas;
paisaje que yo creo con mi
movimiento,
o belleza acerba de un rostro ya sin fronteras,
Ia hendidura en Ia frente mostrada a Ia luz implacable
de cada estrella; y hondura
para los soles a los que Ia noche arroja, mientras Ia luna
paralizada
sustenta su abismo,
y Ias serpientes se entrelazan dentro de Ia tierra,
y en los sítios más oscuros irrumpen rosas color de esperma,
y a lo alto ascienden los vasos encima de los manteles,
rutilando en sus astros pequenos
como uñas,
los dedos innumerables, los rostros;
todo ese árbol de púrpura de de los precipícios deI mundo
hasta el centro donde pulsan los frutos vivos
como personas,
como caras,
límpidamente
como
vasos abruptos rebosantes de alcohol.
Exemplos, pp.115;117;119 |
Si estiras Ios brazos se desencadena una estrella de mano
en mano transparente, y detrás,
en Ias embocaduras de Ia noche,
el mundo entero tiembla como un árbol
que Iuce
con Ia respiración. Y ofreces,
de Ias uñas a Ia garganta
cortada, Ia deslumbrante quemadura deI sueno.
— En tu propio torbellino se sumergen
Ias cosas. Porque eres un vergajo fulgiendo entre
esos brazos
que irrumpen de mi muerte si duermo, de Ia Iocura
si Ia vena
violenta que me cruza Ia cabeza se vuelve
ígnea como
un río abrupto en un mapa. Cuando Ios cuartos
oscuros fotográficos
imprimen Ia sensible trama de Ias estaciones
con Ios paisajes por encima. Y
brotas
desde los dorsos de los espejos, arrancado
su corazón por los dedos todos con que se escribe
el movimiento completo.
Dedicatória, pp.119 |
Hay días en que basta mirar de frente a Ias gárgolas
para verIas chorrear sangre. Es cuando
Ia piedra está a plomo, cuando Ia estaca
solar se clava detrás de Ias casas y madura
como un árbol.
Pero también oí al agua golpear directa
en Ias tinieblas. Por un abrazo de Ia sangre yo estaba
condenado
al extravío mortal. Era un don que me fundía
a Ia substancia primaria
deI terror.
Y a Ia riqueza y energía. Y a Ia tremenda
dulzura humana. Veo canalones derramando Ia masa
de Ias cúpulas, Ia forma, supremas rosas de piedra
rotativa.
?Y qué Ieón me besó boca contra boca, crin y cabello
trenzados en una Ilama única?
Ese beso se me hundió hasta Ias uñas.
Me dispuso para bestia
soberbia, para el sueño, el brillo, el desorden
o Ia
carnificina. ?De qué Ieche ardida, de qué matriz
u opulencia terrena
nos viene Ia condena? Si Ia piedra
tiene una raiz buscando vida en qué telas de carne,
hay encima un Dios agudo,
de hendidura en el casco, y brazos tan abiertos que abarca todo el basalto,
como una estrella elemental. Detrás
de los rosetones
desabrochados. DeI movimiento de estatuas
arcangélicas plantadas en el reflujo
de Ia piedra. Boca:
burbuja de sangre.
Y hay una palpitación soturna, una
delicadeza en el duramen: el hueso vertebral que se asienta
en el centro, en el ano:
el falo — y en torno
gira Ia catedral. Lenta danza de Dios, desde Ia oscuridad
hacia lo alto.
El leve poder de Ia luna apenas quema los ojos.
Flash, pp. 157; 159 |
Cortaron tablas palpitando de agua:
Ias hincaron,
Montaron esta casa: sus membranas
trémulas: Ia potencia
deI suelo, Este astro opulento entreabierto
por Ias Ilamaradas,
Con una Ilaga en Ia camisa: grita,
Hay alguien que grita con una imagen
en combustión salida
deI cuerpo: como
Ia parte de afuera de un planeta,
Que no se toque nunca en Ias bolsas
donde pulsa el agua,
Que no toquen Ias llaves
donde se corta el gas: Ios puntos
de tensión por donde el gas revienta,
La muerte está tapada en cualquier parte
de Ios dedos
enredados en cualquier parte
de Ia materia
tremenda bajo Ios dedos, La materia que mata
por fuego o ahogamiento,
Y en Ia garganta como el aire hace el sonido
Ia muerte hace un grito:
un estrangulamiento, EI gas brilla mucho:
el agua brilla:
en el interior de todo brilla tanto
el miedo
como una fuerza, Respiradamente: ah
jubilación de Ia cara: Ia sangre dentro
en su mana sensible
canta canta, El lirismo está loco: aterra,
EI tronco:
el dolor de un músculo
roturado
bramando, Este uso
luminoso impuesto al mundo
de los paisajes, Así sobre el cuello
se dispone de esto — carne
martilleada por flujos y reflujos entre
Ias formas y el asombro,
La comida por ejemplo hay que tragarla,
Hay que escurrir el agua
por Ias rejillas
de Ia tierra: o entre los brazos cóncava
como una estrella hay que
sostenerla, Hay que sorber veneno: gas: un
delirio tóxico, Hay
que tener Ia transparencia de Ia muerte,
Es necesario ser dental: tener entrañas: ser igual
al furor de Ias cosas:
de Ia metáfora
de Ias cosas, Un poco de añadido
manual al rayo que destroza
Ia mano, O engullir en el tubo sopIado
tanto
del aire del fondo, Hay que ser
herramienta de música
La cabeza entre las manos, pp. 173; 175 |
Gárgola.
Por dentro Ia Iluvia que Ia hincha, por fuera Ia piedra misteriosa
que Ia mantiene suspensa.
y Ia boca demoniaca deI prodigio se vierte
en el caos.
Ese animal alzado al trono de una estrella,
que se inclina hacia donde
oscurezco. Por los flancos construyo
Ia criatura. Donde corre el escalofrío, de los hombros
hacia el hondo, con fuerza atenta. Construyo
aquella masa de tetas
y uñas, por Ia columna, rosas abiertas de Ias branquias,
ombligo,
mandíbulas. Hasta el centro de su
ardua talla de estrella.
Su agujero de agua en mi boca.
Y construyendo hablo.
Soy lírico, temible.
La consagro en el baño bautismal de un poema.
Inauguro.
Fuera y dentro inauguro el nombre de que muero.
Última ciencia, pp. 185; 187 |
Porque agitando Ias aguas cóncavas lo despertó Ia luna y lo empujó hacia afuera,
y él estaba amarrado por el medio moviendo los miembros en los abismos deI mundo,
el espacio pulmonar de Ia sangre,
el espacio de Ia sangre en Ia cabeza,
y después dijeron: !está vivo!,
y golpearon, cortaron, limpiaron, fueron
a ver ese pedazo de materia cerrada, Ia materia vibrante abierta
en los orificios intensos,
!vivo!, dijeron, aquél que un día,
lia mano sobre Ia mesa en cada línea celular,
Ia potencia refluente de Ia mesa en Ia mano por él adentro, y ya nadie
golpeaba y cortaba y soplaba y cerraba y abría, nadie
con el temblor de Ias telas de sangre en Ia cabeza, Ias telas de savia
en Ia mesa, y Ia mano encima, y él pasaba
de lo más profundo a lo más leve en Ia oscuridad,
lo más absoluto,
nadie que dijera: Ias aguas exaltadas,
aura,
y él era impelido por entre Ias hileras de luz
plenamente.
Del mundo, pp. 217; 219 |
.....Redivivo. Y basta Ia luz del mundo instigada a toque de interruptor,
o de lado
a lado negro, cuando se es zurdo,
Io amargo y Io desgarbado a costa
de resuello y lenta
embriaguez: el esfuerzo de estar vivo —
y lunas y estelas: y Ias voces magnifican pequeñas
cosas de Ias casas, y telas de los elementos
por Ias ventanas, telas
puertas adentro: del agua compacta en el cuerpo de Ias paredes,
el aire circundando Ias zonas vehementes de los utensílios
- y Ia música mirabilísima que nadie escucha:
el duro, duro nombre de tu ofício de mano tuerta,
....boca llena de arena estricta, áspera cabeza,
tanto que solo piensas:
si esto es música, o condición de música, si esto es para estar redivivo,
entonces no noto ni siquiera el movimiento, digamos,
de Ia naranja
en el frutero, o el movimiento de Ia luz en Ia lámpara,
o
eI movimiento de Ia sangre en Ia garganta
impura — y menos aún noto el movimiento que ya siento
en el papel si se aproxima, por ejemplo,
por el temblor de Ia textura
del cuaderno y de Ia fuerza del
bolígrafo dolorosa, Ia palabra Dios surgida pronta,
....arrebatada a los limbos, como se dice que se arrebata
a los hierros, a base de tenazas y martillos,
un objeto, digamos, supremo:
una llave, ya
se quiera querer o no se quiera, pero
que no abre casi cosa alguna: que abre, a partir de como se está arrastrado,
un espacio en cada nombre, y en ese espacio se pueda
danzar; en el abismo entre un cuarto
y otro cuarto de Ia tierra, danzar dentro del aire como para
que el aire golpee en Ias paredes, y Ias paredes
se estremezcan con el agua aplastada contra si misma —
..... y después nadie habla, y cada
cosa actúa
sobre cada cosa, y todo Io que es visible sacude
el território invisible.
Redivivo. Y fue por esa mínima palabra que apareció no
se sabe qué que arrancó
a Ia hoja y al bolígrafo zurdo Ia poderosa superficie
de Dios, y así es
como te encontraste redivivo, tú que habías muerto un momento antes
apenas.
Inédito, pp. 243;245;247 |
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Extractos de:
Herberto Helder
O el poema contínuo.
Trad. de Jesús Munárriz. Edición bilingüe.
Madrid, Ediciones Hiperión, 2006 |
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