El esclavo del demonio |
(Sale DON GIL abrazado con una muerte, cubierta con un manto.) |
DON GIL Quiero, divina Leonor, pues que merezco gozar destos regalos de amor, tener luz para juzgar 570 de tus partes el valor. No es bien que tanta ventura se goce en la cueva oscura, aunque a ser Águila yo viera los rayos que dio 575 este sol de tu hermosura. ¡Dichoso yo, que he gozado tal ángel! ¡Jesús! ¿Qué veo? (Descúbrela, y luego se hunde.) ANGELIO ¡Cómo es proprio del pecado parecerle al hombre feo 580 después que está ejecutado! DON GIL Sombra infernal, visión fuerte, ¿a quien trae el alma perdida, le pagan de aquesta suerte? Gustos al fin desta vida 585 que todos paran en muerte. ¡Qué bien un sabio ha llamado la hermosura cosa incierta, flor del campo, bien prestado, tumba de huesos cubierta 590 con un paño de brocado! ¡Yo no gocé de Leonor! ¿Qué es de su hermoso valor? Pero marchitóse luego, porque es el pecado fuego 595 y la hermosura una flor. Alma perdida, ¿qué sientes? Dios sólo a sus allegados da los bienes existentes, el mundo los da prestados, 600 pero el demonio aparentes. ¿No te espanta? ¿No te admira? ¿No te causa confusión? Contempla estos gustos, mira que no sólo breves son, 605 pero que son de mentira. |