El esclavo del demonio |
(Habla desde adentro una voz.) |
VOZ ¡Hombre, ah, hombre pecador! Tu vida me da molestia; muda la vida. DON GIL Señor, ¿hombre llamáis a una bestia? 610 ¿Vida llamáis a un error? Voces en el aire oí; sin duda es Dios con quien hablo. Libradme, Señor, de mí; y seré, en buscaros, Pablo 615 si Pedro en negaros fui. ANGELIO Don Gil, ¿qué intentos son ésos? DON GIL Hasme engañado. ANGELIO No hay tal. DON GIL Testigos son los sucesos, pues que di un alma inmortal 620 por unos pálidos huesos. Mujer fue la prometida; la que me diste es fingida, humo, sombra, nada, muerte ANGELIO ¿Y cuándo no es desa suerte 625 el regalo desta vida? No tienen más existencia los gustos que el mundo ha dado. Sólo está la diferencia que tu corriste al pecado 630 el velo de la apariencia. Verdadero bien jamás dieron el mundo y abismo, y ansí engañado no estás, pues que te di aquello mismo 635 que doy siempre a los demás. En la mujer que más siente belleza y salud constante hay seguro solamente de vida un pequeño instante, 640 y este instante es el presente. Siendo, pues, desta manera lo mismo podré decir que fue su gloria ligera un instante antes que muera 645 o otro después de morir. Cautivo estás, la escritura tengo firme, porque al cabo verás en la sepultura de qué señor fuiste esclavo: 650 mira tu propria figura. |