El esclavo del demonio
ANTONIO MIRA DE AMESCUA

(Habla desde adentro una voz.)

VOZ

¡Hombre, ah, hombre pecador!

Tu vida me da molestia;

muda la vida.

DON GIL

Señor,

¿hombre llamáis a una bestia? 610

¿Vida llamáis a un error?

Voces en el aire oí;

sin duda es Dios con quien hablo.

Libradme, Señor, de mí;

y seré, en buscaros, Pablo 615

si Pedro en negaros fui.

ANGELIO

Don Gil, ¿qué intentos son ésos?

DON GIL

Hasme engañado.

ANGELIO

No hay tal.

DON GIL

Testigos son los sucesos,

pues que di un alma inmortal 620

por unos pálidos huesos.

Mujer fue la prometida;

la que me diste es fingida,

humo, sombra, nada, muerte

ANGELIO

¿Y cuándo no es desa suerte 625

el regalo desta vida?

No tienen más existencia

los gustos que el mundo ha dado.

Sólo está la diferencia

que tu corriste al pecado 630

el velo de la apariencia.

Verdadero bien jamás

dieron el mundo y abismo,

y ansí engañado no estás,

pues que te di aquello mismo 635

que doy siempre a los demás.

En la mujer que más siente

belleza y salud constante

hay seguro solamente

de vida un pequeño instante, 640

y este instante es el presente.

Siendo, pues, desta manera

lo mismo podré decir

que fue su gloria ligera

un instante antes que muera 645

o otro después de morir.

Cautivo estás, la escritura

tengo firme, porque al cabo

verás en la sepultura

de qué señor fuiste esclavo: 650

mira tu propria figura.

 
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