Primer nocturno de Oficio de Tinieblas, pídeme.
Se oyen soledades en el jardín desierto
y araño y tajeo las puertas
que un día abrirán en mí lo inhabitado.
La liturgia es despiadada:
las catedrales muerden en el linde del planeta
la certidumbre de los huesos.
No puedes saciarte de contemplar así
el cruel anfiteatro de revelaciones.
Como el ave fénix intrauterino que te comiera
la piel hasta el cansancio,
la piel hasta el tatuaje,
eres la costra final de la melancolía.
¿Por qué vagué en el agua negra
con todo el humo del pasado
y la extremaunción de los verdugos?
He de salmodiar un reino de paciencia:
chimeneas, murallas, pizarrones.
¿El éxtasis fue torbellino
en la sombra soplada del comienzo?
Suntuosa, esta soledad
separa las aguas con tu musicadora lengua
para juntar mi sangre a viva luz del grito.
Sosías de los nacimientos falsificados,
no caigas en el barro de medusa.
Guarda el canto milagreante de la hierba.
Guárdame en Shakespeare, en araña-dios, en hervidero.
El reino está inclinado:
se inclina a la sangre.
Manuel Lozano
Mato Grosso do Sul, mayo de
2006
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