El esclavo del demonio
ANTONIO MIRA DE AMESCUA

(Éntrase DON GIL, despierta DOMINGO, alborotado.)

DOMINGO

¿Vienes, señor? ¡Por Dios que me he dormido! 615

¿Es hora?¿No eres tú? ¡Nadie parece!

En dulce sueño estaba sepultado.

Al principio soñaba una pendencia

que don Diego tenía, y que bajaba

sin gozar de Lisarda los favores; 620

mas luego, que en regalo y pasatiempo

la boda celebrábamos alegres

brindándonos con vino de los cielos.

Mas ya se van huyendo las Cabrillas

y las ruedas del Carro se han parado, 625

y el Norte ya no toca su bocina,

y no sale don Diego. A gran peligro

estoy en esta calle con la escala.

¿Si está dentro? ¿Si estando yo durmiendo

se fue? Dudo esto, y no sé qué haga. 630

Estando dentro, ¿no esperará el día?

Y, si quiere bajar por la ventana,

saltar puede en el suelo fácilmente,

que al fin para bajar no importa escala.

Mejor consejo es irme desta calle, 635

y más que están abriendo ya las puertas

de casa de Marcelo, y han salido

dos hombres, y don Diego no parece.

Mas yo me acojo, que el temor empieza

a subirse cual vino a la cabeza. 640

(Éntrase. Sale DON GIL, y LISARDA en hábito de hombre.)
 
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