El esclavo del demonio
ANTONIO MIRA DE AMESCUA

(Desciende DON DIEGO y vase.)

DON GIL

Cielos, albricias, vencí; 480

no es pequeña mi vitoria.

Un alma esta vez rendí.

Mas ¿qué es esto, vanagloria?

¿Cómo me tratáis ansí?

Aquí se queda la escala 485

manifestando su intento.

¡Oh, qué extraño pensamiento!

¡Jesús, que el alma resbala

y mudo mi entendimiento!

La fe deste corazón 490

huyó, pues que la ocasión

es la madre del delito,

que si crece el apetito

es muy fuerte tentación.

Lisarda arriba le aguarda 495

a quien ama tiernamente.

Imaginación, detente,

porque es hermosa Lisarda.

Corazón, ¿quién te acobarda?

Loco pensamiento mío, 500

mirad que sois como río,

que a los principios es fuente

que se pasa fácilmente

y después sufre un navío.

Subiendo podré gozar 505

¡Ay cielos! ¿Si consentí

en el modo de pecar?

Pero, no, que discurrí.

Tocando están a marchar

mis deseos; la razón 510

forma un divino escuadrón;

el temor es infinito.

Toca el arma el apetito

y es el campo la ocasión.

Huye, Gil, salva tu estado, 515

no escapes de vivo o muerto.

Conveniente es ser tentado.

Mas si Cristo va al desierto

ya la batalla se ha dado.

La conciencia está oprimida. 520

La razón va de vencida.

Muera, muera el pensamiento.

Mas, ¡ay alma, cómo siento

que está en peligro tu vida!

Mas esto no es desvarío. 525

Yo subo; ¿qué me detengo,

si subo al regalo mío?

Mas, ¿para qué, si yo tengo

en mis manos mi albedrío?

Nada se podrá igualar, 530

que es la ocasión singular,

y si della me aprovecho

gozaré, don Diego, el lecho

que tú quisiste gozar.

La ejecutada maldad 535

tres partes ha de tener:

pensar, consentir y obrar,

y siendo aquesto ansí

hecho tengo la mitad;

que es pensamiento liviano 540

no resistirle temprano;

dudé y casi es consentido.

Alto, pues yo soy vencido.

Soltóme Dios de su mano.

Que a Lisarda gozaré, 545

sin ser conocido, entiendo.

(Sube DON GIL, despierta DOMINGO.)
 
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