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El esclavo del demonio |
(Desciende DON DIEGO y vase.) |
DON GIL Cielos, albricias, vencí; 480 no es pequeña mi vitoria. Un alma esta vez rendí. Mas ¿qué es esto, vanagloria? ¿Cómo me tratáis ansí? Aquí se queda la escala 485 manifestando su intento. ¡Oh, qué extraño pensamiento! ¡Jesús, que el alma resbala y mudo mi entendimiento! La fe deste corazón 490 huyó, pues que la ocasión es la madre del delito, que si crece el apetito es muy fuerte tentación. Lisarda arriba le aguarda 495 a quien ama tiernamente. Imaginación, detente, porque es hermosa Lisarda. Corazón, ¿quién te acobarda? Loco pensamiento mío, 500 mirad que sois como río, que a los principios es fuente que se pasa fácilmente y después sufre un navío. Subiendo podré gozar 505 ¡Ay cielos! ¿Si consentí en el modo de pecar? Pero, no, que discurrí. Tocando están a marchar mis deseos; la razón 510 forma un divino escuadrón; el temor es infinito. Toca el arma el apetito y es el campo la ocasión. Huye, Gil, salva tu estado, 515 no escapes de vivo o muerto. Conveniente es ser tentado. Mas si Cristo va al desierto ya la batalla se ha dado. La conciencia está oprimida. 520 La razón va de vencida. Muera, muera el pensamiento. Mas, ¡ay alma, cómo siento que está en peligro tu vida! Mas esto no es desvarío. 525 Yo subo; ¿qué me detengo, si subo al regalo mío? Mas, ¿para qué, si yo tengo en mis manos mi albedrío? Nada se podrá igualar, 530 que es la ocasión singular, y si della me aprovecho gozaré, don Diego, el lecho que tú quisiste gozar. La ejecutada maldad 535 tres partes ha de tener: pensar, consentir y obrar, y siendo aquesto ansí hecho tengo la mitad; que es pensamiento liviano 540 no resistirle temprano; dudé y casi es consentido. Alto, pues yo soy vencido. Soltóme Dios de su mano. Que a Lisarda gozaré, 545 sin ser conocido, entiendo. |