Poemario

JORGE ANTONIO ENCINAS CLADERA
Jorge Antonio Encinas Cladera (Bolívia, Oruro, 1957). Abogado de profesión. Ganó el Premio Nacional del X Concurso Municipal de Escritura Dramática “Adolfo Costa Du Rels” 2015, organizado por la Gobierno Autónomo Municipal de La Paz con la obra “Póker de Reyes”. Invitado especial en Ferias del Libro en la República Argentina. Participó en Festivales internacionales de Poesía en Rumania (2017) y Turquía (2018). Director y actor de teatro. Escribió varios libros.


UNA NUEVA POESÍA

 

No mienten las cenizas caídas

en los días de olvido y pena.

Ni escriben a los huracanes

que duermen en la paz del silencio.

 

Cabalgan las tardes de otoño

en brisas inciertas de ámbar.

El río no lava sus vendas,

ni detiene la ira más brava.

 

No hay forma que calme el ruido,

ni sílfide que dance en el tiempo.

Solo el camino  a sus piedras

da esperanza gris al descuido.

 

Las lágrimas de la vieja viuda

reina en los siglos de la decencia.

Son duras y de canela dormida;

es azafrán que pasea en la pradera.

 

¡Ay, gemido de gacela sufrida!

¿Por qué lanzas tu luz a la pálida luna?

Agonizas en el ritmo de la sangre,

en el sudor de los versos heridos.

 

Al llegar el sol en la tarde infinita

relincha el renacer de mi pensamiento.

¡Albricias! Júbilo de luciérnagas muertas;

he concebido una nueva poesía.


PERGAMINO AÑOSO

Quedaron solo cenizas y cristales rotos

ante una sirena muda de espanto.

Temblaba la mano mía

ante el verso inconcluso y huero.

 

Fueron unos segundos satánicos

que callaron mi voz de azufre.

No se escuchaba nada…

Era tan solo la guerra.

 

Acallaron el llanto de la tortuga

los misiles que llovieron gloria.

Unos se fueron, los otros quedaron…

Mi verso inconcluso lloraba su pena.

 

Las estrellas apagadas del cielo plomo;

no estaban muertas, tan solo dormidas.

Una luciérnaga intrusa y fea

alumbró el espectro de la muerte vieja

 

El cielo se puso escarlata;

el lamento fue el primero.

Nadie musitó nada…

Tan solo era el silencio.

 

Mi camisa rota y mis pies descalzos;

dibujaron mi sombra en el lago malo.

Nadie podía verme;

la arena de los años pesaron mi imagen

 

Silencio duro de la guerra,

llévame al camino vero

de mi verso perdido

y de mi pluma de acero.

 

Mi fracaso es la triste condena

de lágrimas añiles de zorzal herido

que anida en mis arrugas

de metralla sin cielo.

 

Volaron los siglos de oropel;

los de arriba eran puentes grises.

Al cruzar el río del nuevo día

mi lira se hizo gaita.

 

Y en la vieja ermita,

que custodiaba mi pena,

quedó como tesoro

mi poema infinito.

 

Pergamino añoso,

con pringue en las sienes,

Triunfaste en el tiempo

con flores y arena.