TRIPLOV.COM MATÉRIKA SURREALISTA
BEATRIZ HAUSNER (POESÍA) & LENNÍN VÁSQUEZ (ARTES PLÁSTICAS)
LOUIS RIEL ANDA POR AQUÍ
Te diviso cada treinta minutos
por segundo (1) al final de mi calle
donde se unen los ríos Red
y Assiniboine. Siempre moviéndote
no te detienes nunca en los semáforos
te abres a los arcoíris que nacen
de tu frente rozada por la suave
nieve fría que se encharca alrededor
de tus pies que andan y desandan
el duro sueño mudo que
colgaron contigo y los otros
que vinieron antes y después
de ti: el mal va limando sus
garras. Se abre el aire
tus pies hienden la tierra
helada. Jamás, hombres humanos
hubo tanto dolor fluyendo
por el sistema capilar que anuncia
nuevas repúblicas para nuestros
precedentes tus hermanos
siempre con nuestros pies en las arenas
de Ile à La Crosse mientras crece
la desdicha, hermanos hombres, más pronto que diez
máquinas creciendo al unísono
con el eco de tus demencias.
El gran ojo observa desde esta
ventana y en silencio.
Los mirlos
escapan de tu boca anunciando
una vida de gritos oscuros dentro del tambor
donde alguien coloca a diario la soga alrededor
de tu cuello. Zumba en frío el canto fúnebre
a la hora del trigo y el dolor
nos agarra por detrás de perfil
vagamos en la oscuridad tocando
ligeramente los electrodos, artilugios
del alma que anuncian la hora
del llanto al corazón:
pueda tu medicina tocar hondo
dentro del milagro multicolor
volverse sólida virar tu mirada hacia
esas habitaciones sin muros
que construimos para nuestro sueño de agua
un nuevo Saskatchewan de la mente
que fluye hacia el norte por los hermanos
de la nueva república cuyo sedimento
ancla el alma a pesar de las langostas
mecánicas ese presentimiento cotidiano
el olor acre de los lentos líquidos
negros vertidos sobre el país
de piedra mientras colocan la lápida:
estamos
contigo separados tan solo por
el murmullo de la tierra y la
fuerza de la madre anterior a tu
madre que con paso ligero portó
su querida plancha hasta esa tierra
prometida de abundante presa en invierno
caza de verano: herencia traicionada
atrapada en el eje de
la carreta con las ruedas pesadas
de tanto barro que los bueyes iban tirando
con queja iracunda. Profeta furioso
he aquí los hitos en el camino hacia
la Nueva Jerusalén. Pavimentado
por tu felicidad seguida tardíamente
del Padre del Hijo
su voz audible dentro de la fruta
la visión inquieta que conjura el rocío
y la hierba fresca.
Una mano helada
va sumando las horas
a los días a los meses
dentro de los ecos del tictac de
esta calle donde los comedores
de pemmican vagan saciando su hambre
de libertad fijando su mirada:
la tierra y el cielo se unen
horizontal placidez de las llanuras
siempre aquí por ti con Vallejo
en nuestra lengua: Para concluir
mientras estoy en el borde
prestigioso de la violencia, con mi corazón
lleno de mi pecho coloco un pequeño
pájaro en la nuca de tu cuello
Louis Riel y comienzo mi peregrinaje
más allá de las costas heladas del
lago Superior hasta tocar esa piel suave
que es pasto alto en tierras perpetuamente
prometidas por el sol: aquí está tu
pueblo nosotras hermanas de tus hermanos
llegamos por fin a la orilla de nuestra Batoche dorada.
(1) En este poema todo el texto en itálica proviene de la poesía póstuma de César Vallejo
CACHE-COEUR
1
Cuando las partes más íntimas
del cuerpo empezaban a debilitarse
era mejor llevarlas puestas cosidas
al forro del corazón. El amor luego
comenzaba su travesía a lo largo de
los estampados de enjambre y vacilaba
incluso cuando tocaba en la
antecámara del corazón.
2
Una cámara del
corazón está habitada
por sílfides de largos
brazos, aquellas que una vez
honraran el fantasma de Nancy
Cunard:
puedan esas muñecas
extender los codos
con pulseras otrora
hechas de hueso ahora plásticas
que lloran en silencio
mientras los paquidermos ancestrales
vuelven al espejo.
¿Estás allí?
En la otra cámara viven
los personajes más redondos del corazón.
Sus brazos están adornados
con amuletos, serpientes que
se enroscan en sus muñecas:
dos o más cadenas para
la selva colgante de animales
frutos de vidrio en forma de soles.
3
Los dedos y sus espumas arremolinan
esos rizos: al principio en leves
ondas, luego cortes de pelo
que desafían la gravedad. Hacia abajo.
Sola con su corazón, la mano
toca el valle entre
sus piernas donde
el primer estilista concibió su alma: así
va alcanzando esas estructuras
antiguas que se asemejan a las superficies
irregulares de los campos donde el pasto invertido
crece hacia adentro de su cuero cabelludo.
4
El corazón diseña
las extremidades de moda
comienza a coser falda
con blusa para mejor
encajar el cuerpo en
su lugar, fijar ojales
en las costuras interiores de la
cintura: que la lengua abrochada
del amante hilvane
las nuevas capas de piel
cave profundo en las telas
despliegue praderas verdes
que en cascadas se despeñe por
sus piernas cubiertas de hierba de verano
humedecida por la lluvia.
5
La puntualidad gobierna al corazón.
Sus seres sangrientos y sin sangre
son determinados por las exigencias
internas que operan abajo
del ombligo donde largas
listas cortas de óvulos hacen campañas
electorales para el corazón a pesar
de ellos mismos pero nunca más allá
los límites temporales decretados
por relojes que andan siempre y
a pesar de la oleada del amor entre
las escalonadas piernas del corazón.
6
El corazón se estira
por sus medias cubre
sus extremidades inferiores con
pieles de víbora moradas Ella
ajusta la estola de piel.
Un continuo calor proviene
de su cuello:
roza
el corazón al corazón
cautelosamente
cede el paso a la
cabeza.
Su cara estalla
en una sonrisa:
recuerdos inesperados
de afelpados progenitores llenan
el corazón de rebosantes estrellas.
7
Dentro del bolsillo del amante
vive el corazón. Ella recorre
los espacios sedosos de su
suave casa se apoya
en sus esquinas redondeadas.
¿Estás allí, queridísima?
Al corazón le encanta la cálida
vastedad de su armazón
acaricia sus costuras
fruncidas amorosamente
las impresiones fijadas
por planchados de antaño.
El corazón desata sus
nudos de hilo considera
la posibilidad de decorar
sus esquinas con los capullos
que crecen con la humedad
en los pliegues invertidos
del bolsillo del corazón.
8
En zapatos van los dedos multicolores
del corazón. De estilo aristocrático
ya vestido comienza a coser forros
al placer de hilos de seda preparados
para tensar las costuras permanentes.
Las uñas se vuelven garras
y elegante la costurera idea un tigre
criatura favorita de su selva de
juguete que guarda en el fondo
del tocador donde los gatitos invisibles juegan
con las zapatillas de cristal: sus
tacones cilíndricos son recordatorios de cuentas
de cristal que dan forma a un pasado lejano.
Repentinos los bigotes tocan
dobladillos a ciegas palpan los bordes
de bolsillos enmudecidos
por la ausencia. Sus ojos felinos
escudriñan el remolino de dibujos en vestidos
de verano como jardines ingleses.
9
Para entender la prenda
una debe llevarla puesta
sentir sus huecos acariciar
las costuras que mantienen
fija la morada muscular
detrás de la piel donde
células exclusivas al corazón
sostienen sus antecámaras
a diestra y a siniestra.
Las ramas arteriales alimentan
aquel infinito crescendo
de amor del corazón. Como un río reluciente
fluye el líquido del alma mientras
late de sesenta a doscientas veces
cuesta arriba de aquel tejido apretado.
Sístole diástole del escote
universal van renovándose las costuras
se encienden las lentejuelas temporada
tras temporada en la constelación del corazón.
De pie y alerta el corazón
en el umbral de la plegaria
retiene la voz que es lengua
en boca aliento y deseo.
10
¿Quién eres? —preguntó el corazón
mientras enhebraba con cuidado la aguja
sosteniendo el ojo redondo vertical
iba clavando puntada tras puntada
estas construcciones para adentrarse
las múltiples capas de mis tejidos.
Tocando mi alma el corazón hilvanó
mis bastillas con hilo de bordar.
Estos nudos no son simples
—respondí— están
bordados por los hábiles
dedos del Invisible
Aquel que sujeta sus
hilos con mis miembros
hasta que llego hasta ti:
así estamos unidos el uno
al otro con puntadas permanentes.
SANGRE VITAL
1 Vita Exanguis
Había permanecido en la casa por algún tiempo, inmóvil, silenciosa, a veces cerca de la muerte, aunque continuaba con las obligaciones y tareas que se le atribuyen a las amas de casa. Una vez que los hombres de la mudanza se hubieron retirado, caviló largamente si desempacaba o no los objetos que habían sobrevivido al naufragio de su vida anterior.
Se parecían a los artefactos de esos museos del siglo pasado, aquellos que no habían sido sometidos a las revisiones clínicas que consumen tanta energía por parte los espacios destinados a la vida.
A pesar de todo, los suyos eran objetos que merecían ser catalogados cuidadosamente. Había decidido que, si alguna vez llegara a suceder, estos artefactos necesitarían un nuevo método de archivo, un sistema de clasificación que no se derivara de los existentes, los
que se utilizan en los depósitos donde se guardan tales objetos. Ellos también, sintió ella, habían quedado sin vida mediante una revisión excesiva. Primero sería la imagen: cada imagen, independientemente de su contenido, contenía pistas para informar sobre el sistema que se había propuesto inventar.
La noticia de un eclipse solar que cruzaba una estrecha franja de Asia le recordaba que cuando se trabaja con las partes que informan el todo, una de esas partes siempre eclipsa a la otra, como las plantas lo hacen en secreto. Es un hecho bien conocido que el oscurecimiento de un objeto por otro les permite a las partes previamente invisibles de dicho objeto hacerse visibles. Este, se entiende, era un aspecto esencial de su trabajo como clasificacionista.
2 Hemograma
Apenas hubo establecido este aspecto del sistema, la imagen se salió de su marco y empezó a envolverla. No había contado con que los objetos estuvieran vivos, así que este repentino cambio en la situación la agarró por sorpresa. Impotente ante el ambiente que
la rodeaba, se rindió, se relajó, tolerante, abierta. La planta representada allí ahora la tomó por la garganta, separó sus piernas para que su sexo estuviera ligeramente expuesto. Era una planta masculina. Lo supo por su fuerza y también porque su protuberante miembro exudaba una fragancia familiar y extraña a la vez. Levantó sus brazos para indicar rendición a su poder y cerró los ojos.
3 Transfusión
Aunque por la imagen uno podía suponer que creer lo contrario, ella estaba en posición supina. El fuerte apretón la sostuvo en su lugar, obligándola a entrar y salir del ensueño. Le gustaba ese estado, porque le permitía a la lengua de él hablar por la suya.
“Lo acabado está acabado, y lo muerto, muerto está”, dijo él.
Ella asintió a lo que él decía y aceptó la verdad. Abrió los ojos, mientras las presencias vegetales se retiraban al marco. El mundo volvió a su orden habitual. Mientras se levantaba para salir del cuarto, oyó una voz cantar la letra de esta canción conocida:
Y estoy pensando en el amor que dejaste en la mesa.
Te dije que no anduvieras rondando en la oscuridad…
Sí, te dije que la luz sube y baja… (2)
(2) El texto en itálica proviene de una canción atribuida a Eric Clapton y George Harrison
Traducción del inglés Julio César Aguilar
Beatriz Hausner (Chile, 1958)
Lennín Vásquez, (Perú, 1978)
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Matérika – Revista de Arte e Literatura:
http://www.revistamaterika.com/es_materika_13/home.html
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