NOEMÍ MARTÍNEZ DIEZ
La obra de arte, no tiene otra meta que la exploración
mágica de los demonios interiores
Michel Leiris
Unica Zürn, es una artista alemana poco conocida en España, creadora de dibujos en donde narra sus sueños, sus miedos y sus quimeras, hacedora de anagramas y precursora de Oulipo, [1] de cuentos mágicos y relatos donde narra su vida atormentada, amiga de los surrealistas, de la que hasta el momento se han realizado muy pocos estudios.
Nace en Berlin en 1916, en el seno de una familia acomodada. La casa de la infancia será para Unica Zürn el paraíso perdido. Siempre guardará unos hermosos recuerdos de su niñez, de la casa familiar llena de los objetos que su padre escritor traía de sus viajes por países exóticos, para ella fue un paraíso inexorablemente perdido. En “El hombre jazmín” escribirá:
Por enésima vez, pasea con el pensamiento por la casa y el jardín de Grünewald. Sube y baja las escaleras, recorre las doce habitaciones y contempla el fuego en la chimenea del salón. Acaricia los muebles asiáticos y árabes que su padre ha traído de sus viajes y convierten la casa no en un museo sino en una cueva encantada en la que la fantasía se exalta. (…) Es un ejercicio de la memoria que, desde el día de la subasta en la que todo, casi todo, entre lo que ella creció fue vendido, repetirá hasta la saciedad. (…) No ha superado el dolor de tener que dejar aquella casa.
A una época de la infancia llena de alegría y esplendor le sigue otro de sufrimientos, debido a la violación cometida por su propio hermano, al divorcio de sus padres cuando tiene catorce años, a la situación económica familiar que se deteriora por lo que debe dejar de estudiar y a los dieciseis años se debe poner a trabajar. Por azar se orienta hacia el cine siendo sucesivamente montadora, archivista y cineasta en Ufa-film. Se casa en 1942 con Erich Laupenmühlen, dignatario del IIIº Reich, un hombre mucho mayor que ella y deja de trabajar, tienen dos hijos, uno de sus partos fue de alguna suerte provocado por el bombardeo de su casa, y Zürn, aterrorizada pare literalmente bajo las bombas. Se separan en 1949, Laupenmühlen se vuelve a casar con su amante y los dos hijos son confiados a él. Zürn, sola, se gana la vida escribiendo cuentos y relatos que le publican periódicos alemanes y suizos, hace amistades dentro del medio artístico berlinés. Entre los años 1949 y 1955 publica un centenar de textos, son pequeñas historias que escribe en la posguerra de una Alemania destruida, en un Berlín que sufre bloqueo. Son cuentos cortos, en unos rememora el mundo de su infancia, en otros inventa nuevas realidades, o narra historias fantásticas.
En España se ha publicado una selección de estas historias bajo el nombre de “El trapecio del destino y otros cuentos”, cuentos en que nos deja algunos rastros de su vida. En “El capitán Libertad tenía razón” escribe: “La libertad, una vez la abrazamos, nos atrapa para siempre. La libertad habita en la soledad, en un mundo sin anclas y sin amarras, en el que nadie nos ayuda ni nos sostiene más que nosotros mismos”. Aquí ya nos da tempranamente una clave de lo que será su vida, mujer que ha buscado ser libre, y que esa libertad le acarreará también muchos sufrimientos.
II
En la vida de Unica Zürn es decisivo conocer a Hans Bellmer [2] en 1953 en un viaje de éste hace a Berlín. Entre los dos nace una atracción recíproca, ella confesará posteriormente que ese encuentro le marcará “el inicio de una existencia al filo de la navaja y abocada hacia la fatalidad”, pero a la vez es una unión estimulante y productiva. Unica Zürn deja Berlín y vivirá con Bellmer en París desde 1955 hasta su muerte.
El rostro afilado de Zürn, de una belleza que André Pierre de Mandiargues califica de “diabólica”, aparecerá en numerosos dibujos del artista alemán. Bellmer, es un artista que está obsesionado por la creación de una Muñeca desde el año 1926. Cuando asiste en Berlín en 1932 a una representación de “Los cuentos de Hoffman” y observa al héroe que enloquece de amor por una muñeca, Bellmer se identifica con ese relato de identificaciones, se ve a sí mismo retornando a esa fantasía. Comienza su proyecto de realización de la “Poupée”, hará desde estas fechas dos series de Poupées articuladas que se desarrollarán en torno a la composición, descomposición y recomposición de una muñeca de tamaño real, a las que fotografiará con distintas pelucas, accesorios, fondos y en las actitudes más insólitas, Poupée que le acompañará en su habitación hasta su muerte.
A finales de los 50 deja por un tiempo de usar muñecas como modelos fotográficos y comienza a hacerlo con mujeres reales, como la poeta búlgara Nora Mitrani [3] a la que fotografía obsesivamente sus genitales. Nora Mitrani y Hans Bellmer en su libro “Rose au coeur violet” publicado después de la muerte de Nora Mitrani y compuesto por anagramas [4] escriben: “Se vouer à toi, ô, cruel. À toi, couleuvre rose. Ô vouloir être cause. Écolier vous a outré.” Bellmer fotografía también a Unica Zürn y somete su torso a un fuerte anudado de cuerda que transforma su cuerpo en un trozo de carne enrollado. “Guárdese en lugar fresco”, titula a una de las fotografías donde aparece Unica Zürn de espaldas y que merece ser portada de la revista Surréalisme même, en 1957.
Para Bellmer el encuentro con Unica Zürn favorece a su creación y termina su libro “L’anatomie de l’image” (1957) que había quedado inacabado. En él se puede leer: El artesano criminal para tener pruebas objetivas de la pasión más humana y más bella, la de abolir el muro que separa a la mujer de su imagen. (…) un hombre, para transformar a su víctima, ata estrechamente sus nalgas, sus hombros, su pecho, con un alambre apretado, entrecruzado al azar, provoca las hinchazones de carne, los triángulos esféricos irregulares, alargando los pliegues, los labios sucios, multiplica a los senos jamás vistos en eso inconfesables emplazamientos. Céline Masson dice que la escritura de Bellmer, en el sentido del trazo y de la letra es la escritura de una autobiografía erótica y fisiológica, donde se sirve de los recuerdos del pasado como si se tratara de un instrumento de análisis de la imagen (p. 271).
Se ha escrito mucho sobre esta relación de dominio de Bellmer hacia Unica Zürn, en donde ella se deja someter voluntariamente de forma masoquista y ejerce sobre ella una creatividad sádica. Pero mejor nos lo pueden describir las palabras de Zürn en “El hombre jazmín” cuando narra uno de sus sueños o delirios: “Por falta de inteligencia, ella cree firmemente que él la “hipnotiza”. Su cerebro, pequeño como el de un polluelo, no comprende que es “ella” la que se hipnotiza a sí misma al hacer girar sus pensamientos en torno a la misma persona. Él es el águila que vuela en círculos sobre el polluelo masoquista. Por fin comprende la solución. No hay salida para ella.” Y mucho más tarde vuelve a decir: “¡Ah! Esta falta de inteligencia hace que el polluelo, que mira al águila que gira sobre su cabeza, se deja retorcer el pescuezo, presa de histérica admiración. Y ella siente la dolorosa limitación, la penuria, la monotonía que a veces supone el vivir como mujer”. Estas palabras nos revelan un aspecto nuevo del amor enfermizo que idealizaban los surrealistas, y del que fue un ejemplo notable el protagonizado por la pareja Bellmer-Zürn.
Este también es un período muy productivo para Unica, Bellmer la anima a que dibuje y cree anagramas. En 1954 da a conocer en una galería de Berlín su primer libro “Hexentexte” compuesto con 10 dibujos automáticos [5] y 10 anagramas a los que ella califica como “escrituras brujas”, los anagramas están formados a partir de las palabras “Je sème le néant blanc”. Más tarde publica “Oracles et spectacles” con poemas, anagramas y aguafuertes. Entre los años 1953 y 1957 realiza cuatro exposiciones individuales en París donde Bellmer la introduce en el círculo de los surrealistas: Man Ray, Henri Michaux, Gaston Bachelard – casi su vecino de la calle Mouffetard –, Max Ernst, etc… Los únicos, ella dice “los admirados, entraron en mí, pusieron cerca los raros tesoros guardados de la infancia”. Participa con su obra en la Exposición Internacional Surrealista realizada en París en 1959. Llega a tener una profunda amistad con P. de Mandiargues que más tarde le escribirá el prólogo de su libro “El hombre jazmín” y con Henry Michaux, [6] de quien lee sus escritos y le impresiona su poesía del inconsciente. Comienza a experimentar con mescalina, que puede ser el desencadenante final de su enfermedad mental que arrastra desde hace años, Michaux la hace internar en Sainte-Anne, donde le lleva pinceles, tinta china y papel de dibujo para animarla a seguir creando. Michaux es quien le anima a escribir “Primavera sombría”, y con quien tendrá una relación afectiva parecida a la de Bellmer.
Los dibujos que hace Unica Zürn son inquietantes y de una gran finura, en ellos aparecen animales fantásticos, grifos y dragones, peces de un extraño universo marino e insectos salidos de su imaginario o de sus visiones delirantes. Entre algunas de estas figuras se asoman rostros humanos. Son dibujos en que ella deja libre su mano, sin saber qué va a dibujar, siente excitación y gran curiosidad para ver lo que está surgiendo, así como se sorprende que de su trabajo vayan saliendo mundos misteriosos, mundos como si estuvieran vistos bajo un microscopio, mundos que pueden recordar a las narraciones de Lovecraft o de cuentos de hadas y dragones, mundos salidos de pesadillas.
Al igual que Artaud, Unica Zürn ofrece una perspectiva sobre la locura vivida desde su interior, una locura a la que se abandona y en la que fluctúa entre el éxtasis creativo y la caída al abismo; Jung dice que la enfermedad mental es como un sueño hecho realidad. En el año 1957 se produce su primera depresión y comienza a exponer con menor asiduidad. Ese mismo año viaja a Berlín donde la tienen que internar durante un período en la clínica Wittenau. Todo comienza un día que Zürn deambula por las calles y ve una peluquería abierta, entra en ella y se hace lavar el cabello para poder descansar; cuando le piden que pague dice que no tiene dinero y la envían a la cárcel. Al otro día la llevan ante el juez al que dice “Me parece que soy esquizofrénica. Creo que deberían llevarme a Wittenau”. En este hospital la hacen acudir al “cuarto de labores” con las mujeres, sitio en donde remiendan los calcetines de los enfermos. Una noche intenta cortarse las venas con los trozos de una botella, no sabe cómo hacerlo, cree que se desangra pero al día siguiente ve que sigue viva. Cuenta su intento de suicidio a una enfermera y ésta solo le dice “No se muere tan fácilmente”; más tarde el médico que la examina le pregunta “¿Creía realmente poder matarse con un trozo de botella” Seguirán numerosas estancias en diversos hospitales psiquiátricos en Francia, como en Sainte Anne (1961-62), la Rochelle (1962), en Maison Blanche (1970), y antes de poner fin a su vida, en la clínica de la Chailles. Sin embargo Unica Zürn en esos períodos no deja de crear, dibuja con tinta china y pinta, se inspira en sus crisis en muchos de sus escritos especialmente en “El hombre-jazmín”. Bellmer y Michaux la visitan continuamente, la llevan libros, flores, materiales para pintar.
A pesar de los sufrimientos que ambos se infligen, Bellmer es de gran ayuda en la obra artística de Zürn, le da los medios para resistir y hasta de sacar provecho de sus internamientos. En el informe del psiquiatra de uno de los hospitales franceses con bastante desprecio hacia la vida tan dura que llevan sufriendo los dos artistas puede leerse: “(…) va a París, vive con el Sr. Bellmer que es un pintor miserable y que la ha sodomizado durante trece años: ella lo ha tolerado porque le da de comer y le compra ropa. El mismo está divorciado con dos hijos. Es un hombre repugnante. Él le ha llevado, a pesar de todo, a la pintura y el dibujo, y ella ha podido vender algunos cuadros y dibujos. (…) Muchas tentativas de suicidio, a los 12 años: de comienzo, ella quiso tirarse por la ventana. Pero no lo hizo pues tenía un lindo pijama nuevo. Después a los 45 años, en el asilo de Berlín, intentó cortarse las venas con una botella de Coca-Cola. Después a la salida de este hospital, intentó ahorcarse en casa de unos amigos. En la calle Mouffetard, quiso tirarse por la ventana, pero no era bastante alta. Actualmente todo le es igual y si tuviera una pistola se mataría.”
En 1962 comienza a escribir “El hombre jazmín” que subtitula “impresiones de una enferma mental” y termina su redacción en 1966. Este libro se publica en Berlín en 1970, el año de su muerte, y se traduce al francés un año más tarde. En “El hombre jazmín” escrito en tercera persona relata su travesía de la locura, detalla con minucia sus vivencias y experiencias depresivas y los períodos de exaltación, con una notable precisión de escritura para describir sus estados mórbidos. Escribe:
Si alguien le hubiera dicho que habría que volverse loca para tener esas alucinaciones, en especial la última, no habría tenido inconveniente en enloquecer. Sigue siendo lo más asombroso que ha vivido nunca.
En el prólogo A. P. de Mandiargues dice que Unica Zürn escribe en tercera persona como si ella misma se contemplara. El personaje central, el hombre-jazmín, el “hombre blanco” (HB) es un personaje poético, es “el visitante”, representa a Hans Bellmer (HB) pero también en ocasiones a Henri Michaux (HM). En un delirio que sufre se lee:
Esta mañana ella ha enviado al ’hombre blanco’ un cuaderno de dibujos hechos por ella. (…) Y “él” – en respuesta y como regalo– le envía esta preciosa alucinación. ¡Gracias! La imagen desaparece. Ella lo siente. Entonces aparece algo totalmente nuevo, algo que nunca estuvo en su fantasía. Formas grandes –como alas– se acercan flotando, abriéndose y cerrándose pocas, al principio– hasta que, lentamente, la habitación se llena de ellas, y le parece encontrarse en presencia de fenómenos que nada tienen que ver con este mundo. Nadie que ella conozca le ha hablado nunca de semejantes apariciones. Estas criaturas o seres –no puede llamarlas de otra manera– muestran el claro y angustioso propósito de rodearla. Desprenden un algo corrosivo y destructor, y ella siente el miedo, olvidado, de su niñez a lo horrible e inexplicable. Cuando las alas, de un gris negruzco, alas sin pájaro, se acercan demasiado, ella, con súbito temor, levanta la mano y las ahuyenta; durante un momento retroceden a los rincones de la oscura habitación, pero luego vuelven y, poco a poco, se acostumbra a su extraña presencia, (…) Esto la encanta y la horroriza a la vez.
En este personaje encontramos algo profético. Ella describe al “hombre jazmín” como paralítico, “¡Es paralítico! ¡Qué suerte! El nunca abandonará el sillón de su jardín donde florece el jazmín incluso en invierno” y es así como terminará Bellmer en sus últimos años, paralítico y mudo. En el libro hay un constante divagar sobre el color blanco, su color favorito, y “el color de la mayor tristeza”, C. Masson dice que es necesario recordar la experiencia desorganizadora de su infancia y los espacios vacíos (¿blancos?) que dejaron ciertos actos incestuosos.
La obra, de un gran lenguaje poético, tiene partes en los que narra delirios bellísimos, y partes de gran realismo en la que describe la vida dentro de un psiquiátrico. En el libro intercala anagramas, variaciones a partir de una frase, “variación inacabable para ella, la búsqueda de una frase en otra frase”, frase que deconstruye y reconstruye, letra por letra, forma poética que constituye a la vez un soporte creativo y un eco de la vida personal de la artista, frases que ella lee y se le quedan grabadas como: “Cuando el nueve se convierte en seis” o “Nuestro número de la suerte es el noventa y nueve” (de su obsesión por el número nueve), “Detrás de esta frente serena”, “El espíritu de la botella” (del cuento de Las mil y una noches), “Si dentro de un año florece el jazmín” o “Y recortaos esa barba florida”. Mandiargues escribe en el prólogo del libro traducido al francés: “Los anagramas serán para Unica lo que fue “Die puppe” para Bellmer: un inmenso campo de permutaciones verbales con variaciones infinitas.” Es un debate entre locura y creación, entre imaginación y realidad. Sobre ello Unica reflexiona “Como si en la locura hubiera un refugio, lo cual, por otro lado puede ser verdad”.
Unica Zürn fue atendida con los medios de la época, en unas condiciones que ella describe como miserables, instituciones en que contaban solo con un médico para trescientos pacientes, en donde se comienzan a utilizar “raros medicamentos”, en donde están separados hombres y mujeres, mujeres que solo cosen, zurcen y tejen y “no se quitan de sus sillas”, y en donde cuando alguien se torna violento se le encierra en una camisa de fuerza, que describe como un traje de tela gruesa, de color vivo e imposible de rasgar, con largas mangas con correas a los extremos con los que les “crucifican” atándoles en las cuatro esquinas de la cama “Un traje de arlequín con el que un artista de la pantomima podría representar una escena impresionante, si tuviera ocasión de estudiar su papel en un manicomio”. En relación a esta época el psiquiatra francés Jean Broustra escribe que “paradójicamente los intelectuales (y en particular los surrealistas), lejos de alentar los tratamientos psicológicos; ponían como una fatalidad lo abrupto afrontando a la locura y al genio, prolongando así la evidencia de las sombrías fascinaciones del romanticismo.”
La última etapa de sus dibujos corresponde a la asociación de tres en un rostro que se multiplica, ponen en evidencia una multiplicación y una superposición de rostros, rostros que comienzan poco a poco a desdoblarse, rostros a lo que dibuja simultáneamente de frente y de perfil, representando al mismo tiempo varias facetas de un mismo ser. Sus dibujos son extremadamente gráficos, acentúa algunos elementos que considera amenazantes de sus personajes inquietantes ennegreciendo ciertas zonas, las garras, las formas ganchudas en la extremidad de los cuernos. Deforma las figuras rechazando las formas del cuerpo humano, evocando quizá los traumas vividos, la violación en su niñez, la separación con sus hijos, el aborto sufrido… Pero ella sabe que está haciendo un trabajo fecundo y serio, lo dice cuando recuerda que en una ocasión rompe gran parte de sus dibujos y escritos realizados durante quince años, un acto que la libera momentáneamente y del que luego se arrepiente.
La fusión de varios objetos, personas o animales como un mero juego de formas data de la época romana y anteriormente del arte persa e iraní. Según Arieti las personas esquizofrénicas aprenden pronto la técnica de fundir muchas formas con resultados extraños e impredecibles que según él “es un modo de trascender a la realidad, de dejar a un lado las restricciones de la realidad pese a estar empleando piezas de la realidad”. Lo vemos también en algunos de los dibujos de la colección Prinhorn, como los del arquitecto y pintor Paul Goesch, y en dibujos del poeta Jean Cocteau cuando los hace bajo los efectos del opio (“Fumar opio es bajarse del tren en marcha; es ocuparse de otras cosas que no sean la vida y la muerte”).
En un período de una gran depresión, cuando preguntan a los psiquiatras del Sainte Anne a Unica Zürn del porqué de algunos de sus dibujos, ella cuenta lo primero que se le ocurre, sin gran interés y parece que ellos se quedan contentos con su explicación. Se da cuenta de las “trampas” que le ponen los médicos y ella contesta lo que ellos quieren oir, nada triste y desolador sino algo optimista e imaginativo y ellos la dejan marchar. Pero ella piensa: “Si aquí hubiera una persona que me dijera lo que tengo que hacer y me infundiera paciencia y talento para que pudiera dedicarme intensamente a algo, algo que me gustara, tal vez… tal vez podría salir de esta depresión y salvarme.”
Unica Zürn escribe sobre la obra de Bellmer, con quien vive de una forma límite y en condiciones casi de miseria durante muchos años, quien la hace pintar y escribir pero también sufrir. En “Notas sobre Bellmer” leemos:
Las escenas de la locura, de la tortura, del éxtasis están dibujadas por Bellmer con la sensibilidad de un músico, la nitidez de un ingeniero, la crudeza de un cirujano. Si se mira la obra de Bellmer, parece que su mano no tiene ningún peso. A pesar de todo, la ternura llena todo su cuerpo y su alma… Los dibujos obscenos que repite desde hace años (puede ser que sea erotómano) están ejecutados con una infinita dulzura, con prudencia y precisión, mezcla de frialdad increíble, despiadada, y de fiebre. Para él, hombre y mujer, bosquejados o fotografiados, comparte con ellos la abominación que tiene de sí mismo. Hay una imposibilidad para mí de hacer una mayor alabanza sobre él.
III
En unos pocos días de 1967 escribe “Primavera sombría”, un texto corto de 60 páginas, cuyo primer título es “Primavera negra” pero que tiene que cambiar a causa de la primera novela de Henri Miller con el mismo título, y que había sido escrita anteriormente. En este libro vuelve a su niñez, a sus primeros doce años, es un recorrido desde la casa de la infancia a los desórdenes de después de la guerra. Allí vuelve a escribir en tercera persona, narra sus obsesiones, escribe sobre la madre que odia de la que le asusta su cuerpo que ha perdido la belleza, del padre que la fascina al que idealiza y ama, del hermano que es un extraño para ella, al que luego le gustaría matar, de sus primeros amores, de su despertar al deseo, de sus fantasías eróticas y de sus rituales onanistas. Es su propia historia de iniciación a la sexualidad y puede ser también a su enfermedad mental, enfermedad de la que hay antecedentes en su familia, su padre era persona de humor inestable, y su tío Falada, del que Unica Zürn escribe en “El hombre jazmín”, de joven repartió su dinero entre los transeúntes que cruzaban un puente y pasó sus últimos años de vida en una clínica para enfermos nerviosos. En “Primavera sombría” retorna a la infancia, a su país de Alicia y las maravillas, que ya en “El hombre jazmín” recuerda al hablar de un sueño que tiene a los seis años en donde el espejo de su habitación se convierte en puerta abierta que ella cruza y llega hasta una casa donde encuentra una pequeña tarjeta y cuando la va a leer se despierta. Menchu Gutiérrez dice que es literatura de escalofrío la de este libro, “Calor junto a frío. Es como el relato de un incendio bajo el agua, como asistir al vaciado de una concha”.
Narración corta de una vida también corta de doce años pero que no nos deja un momento de respiro. Es de una gran carga autobiográfica, al comienzo toda ella llena de amor, de juegos y sueños, que poco a poco se torna en dolor, incomunicación, incredulidad, iniciación, hasta llegar a la más grande desolación. Menchu Gutiérrez escribe que “Resucitar el deseo una y otra vez fue su forma de vivir”. Así termina el relato: “Ya está casi oscuro en la habitación. Sólo llega a la ventana el resplandor de una farola de la calle. Ya le es indiferente morir en “suelo extraño” o en su jardín. Se sube al alféizar, se sujeta con fuerza a la cuerda de la persiana y ve su oscura silueta en el espejo. Le parece encantadora y empieza a sentir compasión de sí misma. “Se acabó”, dice en voz baja, y, antes de que sus pies se separen del alfeizar, ya se siente muerta. Cae de cabeza y se desnuca. Su cuerpecito queda extrañamente doblado sobre la hierba. El primero que la encuentra es el perro. El animal mete la cabeza entre las piernas de la niña y empieza a lamer. En vista de que no se mueve, se tiende a su lado llorando suavemente.”
Final que ella copia muchos años más tarde en su vida real cuando durante un permiso de cinco días que le da la institución mental donde está recluida, se reúne con Bellmer en París y Unica, incapaz de superar su enfermedad y desesperada por la dificultad de aquella relación imposible, se asoma a una de las ventanas y se arroja a la muerte: “Se acabó”, dice en voz baja, y antes de que sus pies se separen del alfeizar, ya se siente muerta. Y quizá en esos momentos Unica, se hace la misma pregunta que se hizo el poeta austriaco von der Vogelweide, [7] “¿He soñado mi vida o fue un sueño?” Y así como había escrito sobre el hombre blanco: “¡Es paralítico! ¡Qué suerte! Él nunca abandona el sillón de su jardín donde florece el jazmín incluso en invierno”, ella, cuando quiere huir hacia el otro lado del espejo, el hombre blanco, su compañero de amor y de dolor se encuentra atado en una silla que no puede abandonar y no puede hacer nada para evitar ese final.
Se sabe que han sido numerosos los artistas surrealistas que han intentado o han conseguido suicidarse, recordemos que Nora Mitrani y Alejandra Pizarnik también lo hicieron. Unica Zürn tiene varios intentos, en El hombre jazmín cuenta que al salir del psiquiátrico de Wittenau, estando en la casa de unos amigos pretende ahorcarse pero cuando sube a la silla para meter la cabeza por el lazo, ve que la miran los hermosos y grandes ojos de dos gatos, que lo hacen con altivez e indiferencia y ella se avergüenza ante la mirada de esos animales y desiste. En el mismo libro narra un sueño: “Lo que ahora se le “ordena” a ella no es que baile, sino que ejecute un número relativamente breve, consistente en la representación de un suicidio: ella es el escorpión que se mata”.
Al poner fin a su vida Unica Zürn se vuelve a encontrar con la niña de Primavera sombría, abandonada por su padre, ignorada por su madre y violada por su hermano, se vuelve la Muñeca creada por Bellmer. Tras una larga enfermedad, el muere cuatro años después y pide ser enterrado junto a Unica Zürn bajo la lápida que contiene las palabras que ha escrito para ella… “mi amor te seguirá en la eternidad”. En el año 2000 se publica en Francia Vacances a Maison Blanche, Derniers écrits et quatres récits, textos de Unica Zürn. En el relato “Notas de una anémica” escribe sobre sus demonios a los que contrapone con fórmulas, con la magia de nombres, palabras y sueños, y con la magia de los cuentos para no caer en el fondo de su pozo. Siempre vuelve a los números, su número preferido el 9, “recitar la tabla del 9 es como bajar por una escala musical”, suma las cifras que resultan de multiplicar por 9 y siempre le devuelve ese número. Ella da a cada número un significado distinto, al 9 el de “vida” y al número 6 de “la muerte”, 6 es el 9 puesto cabeza abajo; su preocupación por el 9 y el 6 se convierte en manía. El 31 de diciembre de 1957, en un momento de gran presentimiento, ella escribe la edad premonitoria de su muerte: “54, pues 5 + 4 = 9” y 54 años es la edad del suicidio de Unica Zurn. Vuelve a la frase con la que ha hecho uno de sus anagrama: “Cuando el nueve (vida) y se convierte en seis (muerte)”.
NOTAS
- Oulipo es la sigla de “operador de literatura potencial”, surge a partir de los encuentros realizados por escritores franceses de vanguardia, entre otros George Perec y Raymond Quenau, para suministrar las formas del buen uso que puede hacerse de la literatura, investigando sus formas y de estructuras nuevas. Proponen la escritura a partir de ciertas limitaciones, controlando a las palabras por medio de la razón, dotándolas de un límite.
- Hans Bellmer (1902-1975). Cuando los nazis llegan al poder en Alemania, en 1933, Bellmer decide no hacer nada que pudiera serles útil. Confecciona una Muñeca, escultura que representa a tamaño natural a una muchacha, criatura artificial con múltiples posibilidades anatómicas, mediante la cual Bellmer intenta descubrir la mecánica del deseo y desenmascarar el inconsciente psíquico que nos gobierna. En 1938 se traslada a Francia donde es acogido por los surrealistas. Creo que no se ha reconocido todavía el valor que tiene su obra.
- Nora Mitrani (1921-1961). Estudia filosofía y sociología, encuentra a los surrealistas hacia 1945. Ligada al grupo de Breton, publica numerosos estudios, es una entusiasta del lenguaje y sus juegos, compone con Bellmer los anagramas de “Rose au coeur violet” y su rostro está en muchas obras de Bellmer de los años 50. Uno de sus mejores obras es “Au centre du cyclone”, después de su suicidio se publica el relato “Chronique d’un échouage“. Para Nora Mitrani el surrealismo ha sido inseparable de la vida, Breton, dijo sobre ella: “La idea que me hago de la nobleza, muchas veces ha pasado por las inflexiones de su lenguaje y de su pensamiento”.
- Un anagrama es una palabra que resulta de la transposición de letras de otra palabra. Es decir, ambas palabras poseen las mismas letras, con la misma cantidad de apariciones, pero en un orden diferente. El anagrama nace de un conflicto violento y paradójico, supone una tensión máxima de la voluntad imaginativa y a la vez de la exclusión de toda situación preconcebida porque sino sería estéril, según Nora Mitrani. Por su naturaleza, es intraducible.
- Automatismo es el reflejo del inconsciente, el espejo del interior del individuo. Andre Breton define el surrealismo “automatismo psíquico por el cual se intenta expresar verbalmente, o por escrito o de cualquier modo, el funcionamiento real del pensamiento”. André Masson es uno de los primeros en realizar dibujos siguiendo esta premisa. Estos estados de concentración psíquica destinados a lograr situaciones de automatismo creativo, se han logrado también con la ingesta de drogas como la mescalina, proceso iniciado por Michaux.
- Henry Michaux, (1899-1984) poeta y pintor de origen belga, nacionalizado francés. En su juventud. descubre con entusiasmo el surrealismo, viaja en repetidas ocasiones por América Latina y el Extremo Oriente, en sus libros relata sus experiencias con las drogas, especialmente con la mescalina, a la que dio los siguientes adjetivos “aceleradora, repetidora, agitadora, acentuadora, alteradora de todo sueño, interruptora, demostradora de la discontinuidad… corriente alterna.”
- Walter Von der Vogelweide (1170-1230), poeta lírico alemán.
revista triplov . série gótica . outono 2019
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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO DO SURREALISMO 1919-2019
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