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Claroscuro
para Oscar Portela
JOSÉ GERALDO NERES
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“La sangre bajaba por el monte y los ángeles la buscaban,
pero los cálices eran de viento y al fin llenaba los zapatos”. Federico García Lorca |
Toda la noche combatí con un ángel - en la sombra de un ejército estéril - Pocas lágrimas, pocas palabras. En los ojos una danza coral con secretos demonios, la fragilidad humana era un canto de sangre cayendo fuera del tiempo. Las horas; escombros del tiempo rodeado de serpientes. En la caverna de una música perdida - mi boca se encontraba con las notas cortadas de toda la poesía andaluza - Cuerpos de piel exaltada son los misterios que torturan el viento. Son ojos labios que presiden los espejos, que que viven en las aguas del silencio.
En las puertas del patio de su alma - con golpes de ira - bailaremos con Cronos. La boca guiará sus pasos; al naufragio. Boca de preces y bendiciones, y en mi cintura el fuego de los dioses exiliados. ¡Oh señor, y en mí sólo crece el desierto a la que me condenaste!
Soy el cuerpo del niño que desafía el sol y entra al oscuro bosque con las ardidas naves del verbo proferido por el deseo del otro que fui. Soy el vuelo de los ángeles sin palabras, y que ahora cantan la canción del vacío. Una pálida danza (el único vigía, el último testigo del infierno) la mano a guiar esta sombra que la muerte no presencia. Las aves van a migrar en otro corazón y las flores son las aves que ahora me abandonan; son los crucifijos de mis ojos. ¡Paso de danza que no alcanza el presente! ¿Seré yo; un espectro? ¿O la gran voz del desierto que crece? Toda la noche combatí un ángel en mi caballo blanco. ¡Mi corazón de niño mató el caballo con el cual atravesaba los sueños! ¿No era este mi hogar?
José Geraldo Neres
Dezembro/2004
Leyendo “Claroscuro” de Oscar Portela
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Claroscuro
para Oscar Portela |
“O sangue baixava pelo morro e os anjos a procuravam, mas os cálices eram de vento e ao fim enchia os sapatos”. Federico García Lorca |
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Toda a noite combati com um anjo - na sombra de um exército estéril - Poucas lágrimas, poucas palavras. Nos olhos uma dança coral com secretos demônios, a fragilidade humana era um canto de sangue caindo fora do tempo. As horas; entulhos do tempo rodeado de serpentes. Na caverna de uma música perdida - minha boca se encontrava com as notas cortadas de toda a poesia andaluza - Corpos de pele exaltada nos mistérios que torturam o vento. São olhos lábios que presidem os espelhos, que vivem nas águas do silêncio.
Nas portas do pátio de sua alma - com golpes de ira - dançaremos com Cronos. A boca guiará seus passos; ao naufrágio. Boca de preces e bênçãos, e na minha cintura o fogo dos deuses exilados. ¡Oh senhor, e em mim só cresce o deserto à que me condenaste!
Sou o corpo do menino que desafia o sol e entra no escuro bosque com as ardidas naves do verbo proferido pelo desejo do outro que fui. Sou o vôo dos anjos sem palavras, e que agora cantam a canção do esvaziamento. Na pálida dança (o único vigia, a última testemunha do inferno) a mão a guiar esta sombra que a morte não presencia. As aves vão migrar noutro coração e as flores são as aves que agora me abandonam; são os crucifixos dos meus olhos. Passo de dança que não atinge o presente! Serei eu; um espectro? Ou a grande voz do deserto que cresce? Toda a noite combati um anjo em meu cavalo branco. Meu coração de menino matou o cavalo com o qual atravessava os sonhos! Não era este meu lar?
José Geraldo Neres
Dezembro/2004 - Lendo “Claroscuro” de Oscar Portela |
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