El duro pan de soledad El zarpazo del tigre agazapado en la noche El invisible en el día, La sed del infinito que se agota En el infierno del desierto, La sangre coagulada vuelta A sus orígenes, el sudor y el miedo Y el cansancio que el trivial comercio Con la efímera eternidad del verbo Se hacen oscuras obsesiones, El yo condenado a sabiendas y el cobre de la Campana del crepúsculo Que llama a reunión de vivos y de muertos Y que harás hoy sombra de sombras Que finges no conversar con las augustas Sombras de los muertos Tu que sigues el camino que termina En el corrupto circulo que se repite una y otra vez una y otra vez "vox clamantis in deserto" y la campana llamando al ángelus y la madre traslúcida mirando desde la luna la soledad donde se acunan las mortales caricias de los sueños sigue sin embargo sigue muriendo que en tu principio esta tu fin aunque aquí no existan ni principio ni fin sino la corrupción que los segundos preparan en silencio para que el circulo se cierre y nada como el alud de las montañas se cierne sobre ti. Difícil despertar, difícil entrar a la casa de Las sombras donde los ángeles Son los daimones que la obra puso Para verter en ella el veneno que El tímpano y los ojos la atávica memoria, el gusto de la luz y todo aquello Que extraviado está, hagan del duro pan errancia del nonato, los dientes del vampiro que lucen marfilíneos a la luz de las aguas. Ahora que el camino es uno solo para muertos y vivos Ahora, ahora, el asalto fatal Pesa sobre las almas como el viento Y la peste, como el beso y la llaga, Que ignoran los que muriendo sueñan Con la vida, enamorados del crepúsculo, Enamorados de las hojas del verano. Una rata en la nivea ingle de Jesús, Un linchamiento en la esquina de París Para Villón, un silencio cargado de presagios Para el frágil Lenau, el duelo interminable de la suerte Para quien lo ha perdido todo y a muerto mil veces como Rembrandt van Jin, dos tiros súbitos para Kleist y su amante Retrato, la buhardilla y la vejes, el tartajeo de Holderlin, Rabia, solitud, rayos, centellas para el ultimo Dios Que canta al universo y se llama Beethoven, El si roto por demasiada luz de Nietszche, Trino y uno demente Artaud y el tiro de Celan, Espejos para mis manos y mi boca y el duro pan De la agonía de ser el don, lo que se da, El pez y el tiempo, el tiempo, el duro pan Que los demonios han puesto en mi camino, El lecho, la guillotina, la sangre convertida En camino hacia un balbuceante abandonado Niño en mitad de un jardín que nos conduciría Al infierno de la vejez y el abandono. Cuando, cuando, madre, vendrás a mí En luminosas mañanas De praderas incediadas por gritos de monos y balidos de terneros tempranamente destetados como yó, tu Angel deyecto aquí, en ésta tierra de nadie, baldía de deseos y de imágenes, como no ser aquellas, fuera del tiempo, murmurando, murmurios de suiriries* en los esteros que se desvoran las temblorosas áncas,los jadeantes belfos de los caballos encillados para partir hacia auroras de oro. Y las noches, a las noches madre, las abiertas Madres cubiertas por las ubres de luz Que titilan aquí en el alma, aún, fuera del tiempo, Fuera de la incuria y la penuria de lo Que nos devora penosamente como Cronos A sus hijos, madre terrena, madre que nos levantas Sobre la aurora y cuidas el torrente de la sangre Que aún fluye, lentamente, lentamente, Por las arterias donde el manantial ya seco Se abandona a la muerte de la vida, A la vida de la muerte que nos abría Tuneles, pasadisos radiantes, puertas de centelleantes Cuerpos, manos, labios y grafías, cuando Comensabamos a partir en búsqueda de un Absoluto que hoy, madre, es seca mar, Salina de los ojos, y espera, espera, espera, De un milagro, del prometido adviento, Ya cerrado, ya amurado, y nosotros los presos De aquellos luminosos jardines Que fueron nuestros y sobre los que que ahora se cierne, solo el desierto, solo el desierto. Y esperamos la muerte, ahora que dialogamos Asiduamente con la muerte Llevando la corona de los muertos En la cruz del calvario del deseo del vida, - de Eterna vida y gozo eterno - nosotros, crucificados por la palabra y en la palabra amor secos como la mar de muertos dioses -, fieles al designio de aquellos que se mueven en nosotros, sigilosos, custodiando las horas y los días que asignados nos llegan a nosotros que seremos tasados como objetos de un mercado macabro; cuanto cuesta la Eternidad y la corona de aquel que agonizaba por el hombre? Cuanto la locura que Zaratustra vertió en sus salmos O las mudas cuerdas del piano de Holderlin, La cuerda de Villón, el tiro con que Van Gogh Saldó su deuda con el arte, el derrumbe de Poé, La soledad de un niño triste agonizante Y solo en las perdidas "Iluminaciones" de un Interminable viaje, cuanto, cuanto, mercaderes De llagas y luminosas mañanas, fariseos del templo Que conduce deste mundo al quiebre de otros Paralelos que nos conducen a ser más hombres, A ser intasables por los contadores de los frutos Del espíritu donde la abeja, la reina del Estío, Continua libando más acá de la muerte, más allá de la vida. __________________ Oscar Portela. 18 de junio de 2003 Jujuy 1224. CP 3400. Corrientes - Argentina http://www.usuarios.lycos.es/portela |