REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências


Nova Série | 2011 | Número 15

 

 

Nysa, 11 de septiembre de1981

Amada Úrsula: Te supongo en Egipto, en algún lugar situado entre Abu Simbel y Assuán, en las proximidades de Alejandría o El Cairo; ocupada quizás en los preparativos del inminente regreso. Un cúmulo de objetos dilatará tu equipaje: fotografías de tus valiosos hallazgos, folios y más folios de apuntes, alguna pieza de menor tamaño escamoteada a las autoridades o autorizada por su condescendencia, variados souvenirs. Fruto de la satisfacción alcanzada, imagino tu sonrisa franca tensando los labios, amaneciendo oscuridades, desvaneciendo tormentas. Cuando llegues a Madrid la carta llevará unos días esperándote, sufriendo una ansiedad que es pálida copia de la que yo padezco. Pico espuelas al tiempo para que avance y nos una: labios, manos, palabras, pensamientos. Antes que la realización de cualquier otro deseo, mi voluntad me pide permanecer contigo durante una temporada extensa, pues necesito equilibrio y armonía para armar de manera definitiva el trabajo sobre Europa, y no tengo en mente, por esa causa, ningún otro destino inmediato.

EDITOR | TRIPLOV

 
ISSN 2182-147X  
Dir. Maria Estela Guedes  
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PEDRO SEVYLLA DE JUANA

 

Carta de amor desde Polonia

 

                  (Primer Congreso de la U.A.I. de Trabajadores, “Solidaridad”)                                 

 

 Llevo unos días en Polonia, adonde he llegado, a través de una Alemania ya visitada desde París, tras un largo viaje en tren muy provechoso. En los trayectos largos la gente acaba por compartir viandas y sentimientos. Afloran entusiasmos y pesadumbres con intensidad afín, y el alma colectiva de los pueblos se abre como un libro que, orgulloso de su relato, quiere ser leído. Me encuentro en una pequeña ciudad del Sur, de cuarenta mil habitantes, tranquila y bella, edificada junto a la frontera checoslovaca; aspecto favorable que me permitirá visitar a la vuelta Brno, Praga y Plzen.

Mi anfitrión es un hombre poco corriente, se define así: “Católico, polaco, sesenta y dos años, veterano de guerra, jubilado con anticipación por motivos de salud y ex jefe de la parcela de planificación en una gran fábrica de maquinaria para la industria química”. El orden que imprime a la relación es en verdad intencionado, te advierto; habla, además de la suya, las lenguas alemana, inglesa, francesa, italiana y rusa, defendiéndose muy bien en la nuestra. La estudia a ratos en una vieja gramática dotada de un apéndice de vocabulario con menos de mil palabras. Se trata de un gran lector que ha terminado por contagiarse e intentar la escritura con verdadero ahínco. Sólo la carencia de papel puede frenar su entusiasmo.

“Tenemos” –afirma Mroczkowski Zygmunt, que así se llama el hombre- “un gran respeto a los poetas en Polonia. Durante el largo siglo de la desmembración del país por Rusia, Prusia y Austria, eran caudillos de la nación oprimida; la gente los consideraba profetas pues aventuraban el momento y la manera en que se daría la resurrección nacional. No hace tanto, en la contienda mundial, estos aedos desempeñaron un papel importante, encauzando el ánimo esperanzado del pueblo y manteniendo vivas las llamas de la religión y de la patria. Y metidos ya en la travesía del último desierto, la pasada posguerra, sus poemas indóciles, discrepantes con la doctrina del régimen, se declamaban entre amigos envalentonados por la emoción, alargando las cenas frugales y reduciendo las noches de invierno. Son versos dotados de nervio e intención, bien concebidos, impresos de manera clandestina y pasados de mano en mano como preciados productos de contrabando”.

Con gesto titubeante y voz de barítono, como homenaje intemporal a quienes practicaban esa forma de lucha, recita unos versos aprendidos de memoria que al instante traduce. Califica de soberbio un poema mío dedicado a la emancipación obrera, escrito durante el viaje, que ha querido leer para saber a que atenerse respecto a mí. Soberbio, dicho así, sin más, puede parecer un elogio. No lo es; refiriéndose al tono empleado, proveniente de su castellano estricto, aplica el calificativo en su acepción de altanero e iracundo. Posee el hombre cierta conformidad con la circunstancias y un optimismo radiante, extraños en alguien que ha pasado muchas penalidades y está sumergido de lleno en las privaciones.

Vine a él, te expliqué, recomendado por el grupo con quien yo colaboraba en Francia, personas piadosas y serviciales, católicos comprometidos. Con cierta frecuencia recibe víveres y ropas que distribuye entre los vecinos necesitados. Rememora en la charla su vida más acuñada, “la atormentada época ceñida de sangre fresca y cadáveres descompuestos, aportados por una pendencia sin sentido y un pueblo múltiples veces desgarrado, mientras humeaban las chimeneas de los crematorios vertiendo al aire denso los gases resultantes de incineraciones humanas. Idos los soldados, ocuparon la calle las pandillas rojas, propias y soviéticas, en algún sentido cercanas a los alemanes. La religión, la lengua, la historia y el deseo de mejora, nos permitieron seguir esperando la independencia verdadera y la libertad auténtica”. En la foto estamos, Zygmunt, mi guía, y yo, ante el curioso portal de la catedral de Sw. Jakuba (Santiago). Siento no poder apreciar el antiguo campanario y la fachada completa, erigidos en el siglo XV, destruidos en parte y vueltos a levantar en los siglos XVI y XIX, testimonio vívido del azaroso camino recorrido por tan sacrificado país.

Como te dije, deseaba asistir a las sesiones preliminares del Primer Congreso de la Unión Autónoma Independiente de Trabajadores, conocida por “Solidaridad”, que cuenta con más de diez millones de afiliados; y así ha sido. Regresamos esta mañana, Zygmunt y yo, de Oliwa, ciudad satélite de Gdansk, la antigua Danzig, en la desembocadura del Vístula ¡Qué órgano el de su catedral!, bellísimo. Vas a verlo, pues llevo fotos del conjunto y de las partes, incluida la vidriera central; te harás una idea de su magnificencia si te digo que tardaron en construirlo más de veinte años en el siglo XVIII.

Durante cinco días se han celebrado allí, en Oliwa, las primeras reuniones del Congreso. Cabe destacar en ellas la inusual demostración de fe y el admirable empeño puesto en seguir un recorrido iniciado con dificultades que parecían insalvables. Intuyo en el singular sindicato, el germen de una nueva forma de estado que dará mucho juego político en el futuro. De hecho, ya es el bastidor de una oposición bien estructurada que cuenta con respaldo exterior; el propio Vaticano, con su Papa a la cabeza, apoya tal iniciativa a las claras. Aquí, ahora, religión y política forman tándem. Y no es un hablar gratuito o exagerado, el primer día precedió a todos los actos una misa celebrada por el primado de Polonia, huésped e invitado de honor; ¿ves lo que quiero decir? Las numerosas delegaciones de sindicalistas extranjeros, presentes en los actos, se sorprenderían; no te quepa duda.

Los japoneses, recibidos entre atronadores aplausos, regalaron al presidente Waigsa una antigua armadura provista de una espada de respetable presencia. Nada es convencional aquí en estos días, puedes creerme; merece la pena vivirlos. En la sala de deportes donde nos reuníamos para celebrar las sesiones, la que abría la segunda jornada comenzó asimismo con ceremonia religiosa. Oficiaba esta misa el propio capellán de Solidaridad y, pásmate, el texto del sermón titulado “Alabanza del trabajo y del amor a la Patria” -revelador enunciado- se aprobó como uno de los documentos oficiales del Congreso, ¡inaudito!, ¿no crees? Nada menos que novecientas personas asistíamos en calidad de invitados: observadores extranjeros, diputados, periodistas, fotógrafos, operadores de televisión, literatos, científicos, artistas, poetas.

La Organización había excluido de manera expresa a la Radiotelevisión Polaca, debido a su manifiesta parcialidad sectaria; no obstante, se presentó con setenta operarios y diversos vehículos de retransmisión móvil, quedándose dos días en la calle a la espera de una autorización que al fin y al cabo no se produjo. Junto a sus equipos aparecieron, de pronto, pintados con tinta negra y roja, improperios alusivos a su mendaz manera de informar; parece ser que alguno de los congresistas burló la vigilancia establecida alrededor de coches y camiones. Ninguna de las cadenas de televisión extranjeras, presentes en el acontecimiento, les ha cedido imágenes; llegando las noticias al resto de los ciudadanos a través de Eurovisión y con un retraso considerable.

El país atraviesa un momento de efervescencia cargado de interés: se conversa a media voz mirando de reojo, tienen lugar maniobras militares en la frontera y los carteles de avanzado diseño que cubren las desconchadas paredes, exhiben frases conminatorias dirigidas al gobierno. Exigen un plebiscito nacional sobre la autonomía de las empresas y nuevos comicios democráticos, originarios de una Dieta y de unos Consejos del Pueblo elegidos, sin exclusión de grados, con plena libertad. La situación abunda en paradojas; las posiciones de los dirigentes y de los dirigidos se permutan. Un ejemplo tan sólo: la frase de Lenin: “Todo el poder en manos de los consejos de trabajadores,” trazada hace tiempo por miembros del partido sobre muros bien conservados, se convierte en una irónica y actualizada petición a los dirigentes comunistas, proferida ahora por una gran porción del pueblo descontento. En suma, el país se mueve, una vez más, entre el temor y la esperanza; demostrando que la irritación popular y las demandas de los trabajadores se justifican, una y otra vez, con independencia de quien detente el poder; y utilizo el verbo en su acepción amarga. Tal efervescencia, y un entusiasmo colectivo similar, se viven al inicio de todas las transiciones; aunque suele acontecer que, poco tiempo más tarde, por desgracia, llega el desencanto con su caldero de agua helada enfriando el fervor.

Las cosechas de cereales, patatas, legumbres, remolacha y colza, han sido abundantes; a pesar de ello, el pan, la harina y sus derivados, de la noche a la mañana han doblado su precio creando malestar entre la población; y un artículo tan imprescindible como el carbón, del que los polacos hacen acopio en estas fechas en prevención de un crudo invierno, también ha subido. Ante condiciones tan dramáticas, los paquetes de víveres, ropas y medicinas recibidos del exterior, enviados por parientes, amigos u organizaciones caritativas, son apreciados porque palian en parte el problema de abastecimiento y moderan las colas para conseguir los productos esenciales. El gobierno, consciente de la precaria coyuntura, no se opone a este socorro en forma de pequeños envíos; por el contrario, facilita su recepción. Con este fin ha reducido al mínimo los controles, excluye los paquetes del pago de tasas aduaneras y promete entregar con celeridad suma todos los llegados.

Nysa, la ciudad en que me hallo, ofrece un meritorio conjunto de edificios y algunos rincones de interés: la plaza Mayor y, en ella, la Casa Vieja de la Báscula; la fontana de Neptuno, las antiguas casas de la calle Hermandad, las torres de la iglesia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y el Torreón de Wrociano, por destacar los de mayor relieve. Zygmunt me va mostrando cuanto según su entender puede impresionar a un extranjero, desgranando explicaciones tan precisas, que por fuerza ha de haberlas preparado poco antes de mi llegada. Ya privado de su grata compañía visitaré el santuario de Czestochowa, verdadero corazón del país; y las cinco grandes ciudades: Varsovia, más que nada la ciudad vieja y los museos Chopin y Nacional, rico éste último en pinturas polacas; Cracovia, y allí, con preferencia, el barrio del mercado central, las pinturas y esculturas del Museo, la catedral y el castillo de Wawel, elevado sobre el Vístula; en Lodz coincidiré con las jornadas folklóricas, cuando danzas y trajes regionales antiguos se complementan en la expresión plástica del gusto popular; dedicando, por último, una jornada a Poznan y otra a Wroclau. No sé aún si podré añadir Torun, en Pomerania, que al parecer posee un magnífico casco antiguo y un espléndido ayuntamiento gótico de ladrillo rojizo. Si tengo tiempo -desde Cracovia hay tan sólo setenta kilómetros- iré a Auschwitz, uno de los campos de exterminio humano concebido por el terror nazi; y a las minas de sal de Wieliczka, bajando los cien metros de profundidad existentes hasta alcanzar la cota de la capilla de Santa Kinga, perforada y tallada en la propia materia salífera.

Me hablan del frío invernal, con temperaturas de dieciocho grados bajo cero y copiosas nevadas. Imagínate: pasajes abiertos en la nieve que cubre las calles, cuyos muros sobrepasan los dos metros de altura; y trineos usados en las estaciones a modo de taxis: y así tiempo y tiempo, ¡con lo frioleros que somos! Me tranquiliza pensar que he llegado en vísperas de un suave otoño bullente de actividad.

Espero acopiar documentos, apuntes y memoria, suficientes en calidad y cantidad para elaborar una teoría del país que, en la próxima reedición, uniré a los otros escritos sobre esta Europa que va tomando nueva hechura. Artesanía y cocina, elementos populares reveladores del carácter, me salen al paso. Al final del recorrido que rematará mi gira, tras un corto paseo por Checoslovaquia llegaré a Madrid. Puedo anunciarte la inmediata salida a la luz de dos de mis libros; sucederá en cuanto corrija, a la vuelta, las galeradas. Te expondré mis nuevas ideas de palabra, en nuestro ya cercano encuentro.

Ansío verte. Estarás morena, ¡qué digo!, mucho más que morena; nueva Nefertiti, traerás la piel curtida por un sol adorado durante toda la antigüedad. El duro trabajo físico de las excavaciones, saludable no obstante, habrá fortalecido tu cuerpo. Deseo fundirme contigo en un abrazo interminable, y escuchar, sin otras pausas que las debidas a los besos, el recuento de los últimos trabajos de la expedición; relatándote, luego, mis andanzas de nómada.

Por encima de todo lo visible e invisible, te ama,

Cesáreo

 

PSdeJ

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Descendiente de campesinos y forjadores, Pedro Sevylla de Juana nació en Valdepero (Palencia), España, en marzo de 1946. Estudió el bachillerato en el Colegio de La Salle en Palencia; y se hizo publicitario en la Escuela Oficial de Publicidad de Madrid. Diplomándose, además, en marketing, psicología, fotografía y diseño gráfico. Ha vivido en Palencia, Valladolid, Barcelona y Madrid; pasando temporadas en Ginebra, Estoril, Tánger, París y Ámsterdam. Publicitario, conferenciante, traductor, articulista, poeta, ensayista y narrador; ha publicado dieciocho libros y colabora con diversas revistas de Europa y América, tanto en lengua española como portuguesa. Reside en El Escorial, dedicado por entero a sus aficiones más arraigadas: vivir, leer y escribir. Página personal: www.sevylla.com

 

 

 

© Maria Estela Guedes
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