Nicolau Saião es el seudónimo de Francisco Ludovino Cleto Garção (Monforte
do Alentejo, Portalegre, 1946). Es poeta, publicista, actor y artista
plástico. En 1992 la Asociación Portuguesa de Escritores le concedió el
Premio Revelação/Poesia por su libro Os objectos inquietantes. También ha
publicado Assembleia geral (1990), Passagem de nível, teatro (1992),
Flauta de Pan (1998) y Os olhares perdidos (2001). Están por salir de
imprenta O desejo dança na poeira do tempo y Escrita e o seu contrário.
En Brasil se publicó su antología Olhares perdidos (2006), en Mozambique
apareció O armário de Midas (2008). También en Brasil se publicó su libro
de prosas As vozes ausentes (2011). Colabora en revistas literarias de
España, Portugal, Chile, México, Brasil, Francia o Argentina. Hasta su
jubilación fue el responsable del Centro de Estudios José Régio.
Retrato realizado por Miguel Elías
POEMAS
(*) Todos los poemas son inéditos en castellano y han sido traducidos por
A. P. Alencart
UNAMUNO EN EL MÁS ALLÁ, RECORDANDO LOS CAMPOS DE IBERIA
No se llega al mundo por deseo expreso. Ni por amor siquiera. No es
figura erguida o a ras de suelo ni roca en el paisaje
pensada por tristeza y luego escrita: su sol, su mar, su
multiplicado silencio de alegría. No hay voces ni figuras al
descubierto, desapareciendo en el lugar de la piedra y tierra sentidas.
Por un feliz instante, su brusca inclinación de sierras se prolonga
entre las sombras del oscuro pensamiento de lo que se tuvo y se olvidó.
Cosas que se palpan, se sujetan en la mano más que en los ojos idos
para siempre. Aquí la geografía vista como si más o menos fuese arena o
pizarra o fibrosa materia vegetal, o algo de que mucho tiempo
después se hiciese utensilio preciso para trabajos perennes, como
algo muy necesario para los minutos fugaces de la existencia: mesa
limpia, suelo lavado y lo demás que completa las casas, la ropa y el
relleno de vidas dispersas por los días: un adiós entre caminos que
perpetúan – la peña tocada, las plantas vivaces y el agua que se pensó
no existir sino en lejanísimos parajes desconocidos. No existir sino
en la voluntad o en remotas soledades. Y palomas, palomas junto a mí
y pegadas al cielo.
No en la palabra, no en cosas sobre la silueta que nos rodeó (ese
templo no lo que fue nuestro o que ni siquiera
tuvimos nunca pero sí que era solamente una
imagen o música difusa) y es la prolongada inmensidad, el perfil de una
memoria, el gesto de cabeza rodando, de rostro herido
un paso y otro paso entre montañas al amanecer.
O su recuerdo en momentos de amargura y mientras la tierra espera su
fulgor de eras distantes de rumores de voces de un sonido de puerta
batiendo cerrando o irguiendo el día
En la mano que se suspende y dibuja después el principio
y el fin esperado de todos los siglos de las noches
de la última mañana.
ANUNCIACIÓN
Las mujeres del viento detenido como un planeta extinto
las mujeres enfermas las mujeres que cantan sorprendidas o
su vestido extraño como un encaje como una absurda
mancha las mujeres de mi día como un exceso de colores distintos
entre mí y el cielo
Entran por mi boca y me reprenden dulcemente
Aquí, dice una, pusiste el horror de un viejo instante allí, dice otra,
no dejaste descansar los devaneos Hay una que acecha, como si me mirase
fijamente, con las manos junto a la cabeza, cerca de los ojos, los
labios palpitando estremeciéndose como un pétalo sobre el agua
Mujeres de negro, acariciando carteras de cuero en tiendas improbables
escribiendo en cuadernos antiguos formulas de amabilidad Mujeres que la
diabetes asoló como plaga medieval mujeres de piernas como lirios
rosados caminando a lo largo de una carretera francesa los árboles
coloridos formando una cortina imprecisa
Job de rostro erguido amargo señor de las angustias su rostro trémulo
tan similar a la del Señor en la noche de sudor y remordimientos su
mujer por detrás, arrebatando las ropas
Decidme mujeres dónde con qué luz vuestra fotografía se arrugó en la
madera quemada de las viejas casas donde medraba la guerra Vosotros
sois el sustento de los puntos cardinales
Me acuerdo de ti, Marion, el rostro rodando como una grúa y el humo que
soltabas con un elegante movimiento de la mano izquierda el humo
esparcido en el parque abandonado los ojos tranquilos fríos La calle
solitariamente sobre la noche de junio y el perro el viejo perro de los
bosques que corría muy despacio
Vuestra figura palpitante, mujeres, irisada oscura a la luz tenue de la
mañana y el frío subiendo hasta las puertas como un
animal que muere
ALEGRÍA
Un huerto, casas y gente: una epidermis sobre la
Tierra. La crispación
de una presencia inesperada.
La tristeza perfecta de un árbol o de un
animal sobre el muro.
El sonido ausente de tantos años: aquello que genera
un profundo sufrimiento
EN LA COCINA
Dioses que entran y salen con el pan la fruta un botijo de agua
un gesto de manos uno con la barriga al descubierto dos tres años
qué sabrá de su tiempo futuro interroguémonos
La mamá pone los ojos en el aire así son los sueños recorridos por
lugares insondables áfrica américa el llanto del
filósofo encubre al Sol con sus manos enflaquecidas acaricia un hombro
el más pequeño mira hacia un rincón el rastro de algún familiar
abuelos sobrinos comadres un burrito blanco junto al montón de dalias
Si amáis las bellas canciones id hasta el principio de la noche.
(Valle del Jerte, 2000)
RELIQUIA
¿Dónde está el silencio, dónde yace el silencio? No en este brazo
sucio cortado No en esta tupida alfombra
en este taco de apuntes donde se cruzan insultos rimas
No en el pequeño perímetro de las venas
-al final todo todo entre nubes de carbono semejantes a un aliento de
campesino sobre la nieve donde se aplastaban insectos y excrementos de
lobo El primo mayor antaño me lo enseñó en un mes adolescente.
Dónde en qué isla de desolación sofocado incierto
yace ese soberano silencio zurcido por marcas de cuchillo
de piedra No no hay ruido de un paso que camina hacia la
belleza de un rostro saliendo de un vaciadero hasta el lodo musgoso de
la orilla Brillante como celofán
El silencio que respira Sí el silencio calido de quien busca el vacío
o de quien busca un color dentro de la carne recordada de la mano
hambrienta de muchos oscuros anhelos
El silencio que se recoge que se desdobla que nos recuerda de
instantes y pérdidas El silencio que permutamos El silencio más allá
de la luz entre los ojos de una fiera muerta.
ns
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