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PAISANOS DE RIMBAUD
por Rodolfo Alonso

Hace tiempo me tocó asistir, fraternalmente, a la presentación de un libro de Francisco Madariaga, de la cual tomaba parte Julio Llinás. Y en cierto momento me descubrí percibiendo, como si fuera una visión, que ambos se hablaban entre sí, casi olvidados del resto, desde una evidente y demoledora franqueza, con el tono, la presencia y hasta el empaque de dos criollos de a caballo, de aquellos que hace ya tiempo fueron barridos por desgracia de entre nosotros. Pero el asunto no me hubiera resultado sorprendente si no llevara sobreimpresa, en mi memoria, la vívida imagen de ambos cuando los conoció mi adolescencia, a mediados de los años cincuenta: dos jóvenes y aguerridos participantes del movimiento surrealista para el cual, al menos en teoría, nada estaba más lejos por aquel entonces que el declamado color local.

Pero, ¿es que acaso la verdadera patria del hombre no sigue siendo su infancia? Y yo me estaba salteando no sólo la posterior deriva natural con que figuras clave del surrealismo argentino (Vasco, Molina, el mismo Madariaga, por ejemplo) fueron apropiándose con espontaneidad, por el propio fluir de sus índoles, de la naturaleza subtropical que les era propia, adueñándose --sin necesidad de forzarlo en absoluto-- de la porción de realismo mágico que les correspondía, y que no puede ser por supuesto patrimonio exclusivo del Caribe. Con lo cual nos permitían volver a percibir otra vez, a aprehender otra vez, con nuevos ojos, imágenes profundas de nuestros paisanos y nuestra tierra que ya no podían ser confundidas, por haber concluido incluso dejadas de lado, con ninguna chafalonía retórica de segunda mano, tan superficial como malversadora.

¿Vendrá a ser entonces en las pampas infinitas de la memoria donde se cruzan inolvidables jinetes criollos de cada día, en su cimarrón habitat natural, con viajes excéntricos si es que no extraordinarios, rayados por los más fascinantes rostros del amor? Y me da como vértigo imaginarme reflexionando acerca de como podría llegar a engarzarse todo eso, a enancarse todo eso, de la misma manera “absolutamente moderna” a que nos intimó Rimbaud, con los insospechados meandros de nuestra llamada literatura gauchesca, de este inesperado, impensado modo tan vívidamente revisitados. ¿O revivificados?

Tenía razón Murilo Mendes: “La poesía sopla donde quiere”.

De La voz sin amo, de Rodolfo Alonso (Alción, Córdoba, 2006)
 
Rodolfo Alonso. Poeta, traductor y ensayista argentino. Fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina. Premio Nacional de Poesía (1997). Orden “Alejo Zuloaga” de la Universidad de Carabobo (Venezuela, 2002). Gran Premio de Honor de la Fundación Argentina para la Poesía (2004). Palmas Académicas de la Academia Brasileña de Letras (2005). Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad de Buenos Aires (2005). Premio Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2006).