Tormento y quietud: y entre ambos la existencia

JESSICA ATAL


Un hermano muerto . Isabel Baboun Garib. Editorial Cuarto Propio. Santiago, 2018. 82 páginas.

Corazón . Leo Lobos. Editorial Mago, Santiago, 2018. 48 páginas.


La narrativa de Isabel Baboun (Santiago, 1984) tiene la fuerza bestial de la juventud. La seguridad de la emoción. La puñalada de la frase breve y certera. La sinceridad de quien no tiene nada que perder y la atracción de un surrealismo maquillado de hiperrealismo. Baboun es actriz, además de escritora, por lo que su prosa está contaminada –y abonada, claro– por la obra dramática. “Una actriz con Renée”, por ejemplo, parece más bien una escena corta de una pieza teatral y detrás de sus escritos se intuye una potente creación interdisciplinaria. 

 

Son nueve los relatos que conforman “Un hermano muerto”, y avanzan a la velocidad del vértigo, de la escritura automática, con la urgencia de la catarsis, con el yo que se desborda por todos lados y que todo lo inunda o lo ahoga. “Me hago pedazos en la idea de existir, de poder hacerlo, de pertenecerle”, escribe en “Judith”, la historia que abre este volumen, y que ya nos da una idea de la intensidad con que se presentan y confunden los personajes. Porque en este relato -una puesta en escena-, la actuación se hace una con la realidad/escritura. Judith reclama que la actriz “apenas encuentra mi cuerpo en el suyo cuando intenta representarme”, junto a la exigencia del director que cumple un papel algo mórbido en este trío, pues es la actriz la enamorada de él. O es ella, Judith, quien le pide sangre. “En los teatros se escriben las verdades”, escribe Baboun, en otro de sus cuentos, “Cuando un abrazo se ensaya”.

En general, estos relatos son como pequeños ensayos de pequeños momentos de tremenda intensidad, de desgarradoras vidas. Las ideas se suceden unas a otras igual que las emociones que contaminan las ideas o acciones. Baboun presenta aquí una prosa fuerte, muy teatral (cómo no recordar a Pirandello). Nos hace pensar en una escritura que se apodera de una voz más que una voz que se apodera de la escritura. Es decir, Baboun tiene todas las de ganar apostando como autora que impactará con la fuerza que ya demuestra en este primer libro. En el fondo de su ser, “todo tiene relación con la lengua”. Esa es la máxima del alma de un escritor.

 

“Corazón”, de Leo Lobos (Santiago, 1966), es un pequeño y corto libro de poesía que, de cierta manera, se alza como la propuesta opuesta de la escritura de Baboun. Aquí no hay catarsis ni rastros de escritura automática ni desahogos experimentales. En los poemas cortos de Lobos, y en sus versos cortos también –de no más de una o dos palabras algunos-no hay nada que quiera inquietarnos el corazón, más que la conciencia pura y sosegada de su latido: “Quién eres, existencia, sino mi corazón/ ahí estoy, latiendo en ti”. Lobos nos recuerda la poesía intimista y minimalista de Godofredo Iommi Amunátegui. Escribe con lo mínimo. Cada uno de sus versos (cuando alcanzan a reflejar una imagen), o sus estrofas, son prácticamente un poema en sí mismo, porque si pensamos en la belleza como el objetivo último de la poesía, este hablante lírico ha dado un gran paso respecto a su obra anterior. Este “corazón” es metáfora del amor, es una forma de agradecer la vida, con sus luces y sombras. Es observador y soñador a la vez. Es sutil, en la manera de aprender el poeta a reconocerse a sí mismo en el lenguaje y a reconocer a aquella a quien se ama. La riqueza del pobre es, en este contexto, la facultad que encontramos en el estilo de Lobos, donde nos deja escuchar incluso el silencio de la poesía en el lenguaje y, a su vez, la poesía en el silencio de la naturaleza (“Sé que en el mar, el amor tiene raíces”). Es una poesía hecha para aquietar y alegrar el alma. Sin pretensión alguna, con la sencillez de esas cosas que rozan la luz.

 

Jessica Atal
Septiembre de 2018


Publicado en la Revista mensual de Arte y Cultura LA PANERA N°98, Octubre de 2018