Tratado de la melancolía

TRIPLOV.COM MATÉRIKA SURREALISTA
RIK LINA (ARTISTA PLÁSTICO) & ÓSCAR JAIRO GONZÁLEZ HERNÁNDEZ (POESIA)


 

 A María Celeste Ramírez González

 I

Toda la mirada medusal se instala en la piedra. La piedra ha venido rodando del sueño secreto de las nubes. Y las nubes miran a la piedra como la Medusa, pero no tiene sentido, se dicen las nubes, porque la piedra ya es piedra. Y ella sostenida en sí misma no sabe para dónde moverse, tiene que decírselo en ella misma, como quién se dice que caminara hacia la montaña sin tener como hacerlo, pero dice: yo siento que camino y eso me basta para saber que estoy caminando. Piedra que se mueve en su mundo. Mirada por la nube y la montaña que intentarán cubrirla, que intentaran hacer que se mueva. Y ella no desea, quizá sin saberlo puede ser solo eso, una piedra que es mirada por las nubes y las montañas.

 

II

Nadie puede hacer el mismo camino que ha hecho la piedra para estar aquí, como quien nos dice de ella misma lo que sabe del camino. Piedra que nos habla de su camino, incrustada en la montaña en donde es ella y no otra. Nunca ha buscado ser montaña, se mantiene indestructible como piedra, porque sin la montaña no puede ser piedra. En su naturaleza indeleble nunca sueña con indicarle el camino a otras piedras, para que sean como ella. E invierte la perspectiva: que nunca odien ser lo que lo son, pues su sentido de la vida en la naturaleza proviene y se disemina de ese su carácter y temperatura. Y ellas saben también que las montañas nunca querrán ser piedra, pues es como ellas, en su conciencia del sentido de la naturaleza en su vida. Tiemblan, a su manera y en su dimensión.

 

III

La montaña como un camello, se mueve hacia otra montaña que no vemos. Las ondulaciones son su excentricidad, su quimera. El mar de árboles inunda la mirada de quién mira desde un misterio. Nada se mueve. Hélices de avestruces que no vemos. Bosque de Australia que no sabemos si sabe este bosque o no.  ¿Cómo serán y de que hablarán entre sí los bosques, tendrán Libros de Bosques o Tratados de bosques entre ellos? No hacen sino vivir en medio de la hermosa inquietud que causa ser montaña/camello, que sueña con conocer un desierto. Cada quién tiene su deseo, le dicen los helechos a la montaña/camello.

 

IV

Desde el comienzo de su vida, la montaña lo miraba, y él se lo decía a sí mismo, porque su naturaleza la inventó. De su indicación de la vida, lo que lo movía era el poder que poseía de inventar montañas. No había montañas en su vida, que él no hubiese inventado. Y en todos los maravillosos momentos de su vida era esa su tarea más secreta. No le decía a nadie su secreto. Trataba de sus sensaciones de inventor de montañas, solamente con las montañas que inventaba. No tenía más trato con nadie. Y ellas eran entonces las que formaban su comunidad de la naturaleza. Nunca ha intentado llevar a nadie a que hicieran lo mismo que él, dado que para hacerse inventor de montañas, es necesario hacerlo desde el sueño del melancólico que es. Invención y sueño se mezclan, desde la membrana luminosa de la melancolía. Tratan de ella y por esos sus montañas son melancólicas.

 

V

Los helechos son los que indican el camino. Nadie camina sin saber que los helechos le han iniciado indicándole el camino. No tienen tormentas entre ellos, se conocen, se nombran, se aíslan de los imanes de las nubes. No las conocen, sienten fascinación por los caminantes estén o no estén en el camino. No tienen medida, no tienen forma para cada uno determinada, cada uno tiene la medida y la forma de sus inquietudes. No lo sabemos nosotros que los miramos, pero ellos sí lo saben, es de su naturaleza erótica vivirse, de esa manera y de otras, que no alcanzamos a percibir, y más cuando al mediodía, un caballo de mar, les recuerda que existe el mar. Y ellos no lo escuchan, porque saben que su mar está en las nubes.

 

VI

Cuando los helechos comenzaron a saber de la devastación de la naturaleza, no se sintieron en realidad interesados en ese problema y tampoco se involucraron con él, pues su vida se hacía tranquilamente y no tenían más que observar. Eran observadores de la naturaleza, pero nada más, dado que nada causaba en ellos inquietudes raras o turbaciones excesivas. Eran helechos en la realidad de su naturaleza. Y no tenían miedo de los incendios. No conocían la combustión. Nunca se interesaron por construir bosques de helechos en los que se relacionaran con los bosques de hélices heliconias. Y cuando comenzó la devastación por los señores de los caminos, tuvieron que decidirse a intervenir su mundo, a preservarlo de la destrucción y comenzaron a tener relaciones con las hélices de las heliconias que nunca habían mirado, que nunca habían existido para ellos. Todavía no se ven las hélices de las heliconias en movimiento al mediodía, pero el mercurio les hace desearlas.

De: Excavaciones de la mirada zodiacal

 

V

De la brevedad de la muerte, la consistencia de la vida. Nada más extraordinario, que la cantidad hechizada de muerte y vida que tenemos que llevar en nosotros. Y nos movemos como en un bosque de mares entre los sueños y volvemos a vernos a nosotros mismos sin que nadie pueda hacernos sentir otros; porque la resolución de sí mismo está en la transparencia irreductible de lo insoluble. Considera mientras mira las montañas en la mañana, desde su observatorio astronómico, que lo insoluble es lo que más le atrae e imanta.

 

XIX

Hoy en la tarde, haciendo una cantidad de tareas, llevado por la turbulencia del ars combinandi, la mixtura; una cosa y otra. Pero es lo mismo. Todo lleva maravillosamente a lo mismo. No se cambia de orden pero sí de sentido. Quiero decir orden en movimiento como las hélices de la quimera. Las sensaciones de lo elemental, cayendo sobre mí. Las sensaciones de lo inasible, cayendo sobre mí. De nuevo, un libro extraordinario de él. Nada más que decir en el momento. Noche y lluvia, elementos elementales de la naturaleza. Nosotros como naturaleza. Es una metódica de la muerte esencial, antes de que muera la vida, hala la muerte esencial. Toca sutilmente su yacente.

 

XXXVI

Por eso, le dice y el escucha: Me siento contradictorio de formar y participar en todo lo que sea con y desde las masas. No cedo, eso si quiero decirlo, a provocar en mi comunidad, una otra lucidez y conciencia crítica y sensible; pero que tiene un carácter y una característica: Es desde ella o él mismo que se forman y se destruyen en un movimiento incesante que tiende hacia sí mismo en sus sentidos. Ver más. O sea, lo que llama, la necesidad del sentido turbulento y tumultuoso, el sentido y el sentir. Para indicar lo que quiere, solo obedece a la metódica de la suscitación súbita de sentido, o sea, de una manera de invertir la perspectiva hacia sí mismo.

No hay sentido, le dicen, cuando no se siente y sentir es una forma de la visión que extrae el incidente de su realidad, su mayor realidad. Nada que ella o él no puedan hacer desde sí mismos, es mi drama, lo sostienen con drasticidad inusual. Lo comunicable, recuérdalo, insiste, continúa incomunicable entre ellos y nosotros quizá, no por snobismo sino porque no hay todavía el hilo conductor que nos comunique la verdadera realidad, el Hilo de Hermes. Tendrán que adquirir una hidroeléctrica de sensaciones o una excavadora de miradas, dice para contradecir al que le escucha: yo.

XXXVIII

Tiene que extraerse o halarse por medio de la tensión del sentido. Darle sentido. Tener que dar sentido es del y en el drama, pero hay que halarlo desde la misma provocación deseante que hace el artista para construir su estructura ecléctica. Desde dónde la hace y para qué. Tiende pues la preparación a instalarse en el conocimiento de la forma en la que se ha de vaciar lo que se posee o lo posee. Es de la condición inexorable de la dialéctica la instalación. También se realiza desde la metódica de la inquietud inquietante en la que se mueve o lo mueven los hilos de la temperatura que lo sostienen en el vacío. Es así.

 

DE: El libro del tratado de la melancolía,
Medellín. Editorial Ojo Mágico. 2015.


ÓSCAR JAIRO GONZÁLEZ HERNÁNDEZ (COLOMBIA)
RIK LINA (HOLANDA,  1942)


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