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ACTOS DE DESMESURA, EMBRIAGUEZ,
GENIALIDAD Y LOCURA
LUIZ FERNANDO CUARTAS
Página ilustrada con obras de la
artista Aline Daka (Brasil) |
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Voluptuosas
formas, arrebatados instintos,
desorden pandemonio del mundo,
creación permanente, volcánicas
manifestaciones del ser, la
genialidad muchas veces esta
relacionada con fuerzas compulsivas
y estados excéntricos de una manera
maravillosa y ratos agreste
condición humana. |
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Se dice que un genio manifiesta ciertos
estados de locura, más en una sociedad
neurótica y en estados autodestructivos del
alma, no todo enajenado es un genio. Esas
manifestaciones son fuerzas de una gran
energía creativa, estados anímicos que
conllevan a actos destructivos y creativos,
a una devastación tortuosa y sombría,
melancólica o festiva, producto de la
incomprensión de sus medio, de grandes
faltantes de pares con los cuales puedan
compartir sus sueños. Es el origen del numen
imaginativo, presencia de una originalidad
que junta lo artístico y lo científico,
abriendo caminos nuevos y trasformando su
realidad en preguntas siempre inéditas.
Juego deslizante de insatisfacciones, de
acrobacias espirituales, de búsquedas
incesantes, del sentido del movimiento y del
color, hay en esos seres una duda
gigantesca, la enorme soledad de un diálogo
con el Universo, en pleno sentido de lo
Diverso y lo expansivo, la lucidez y la
oscuridad, el encantamiento y la esperanza
al lado de impenetrables socavones de
desesperanza y desaliento. De ahí que los
genios sena propensos también a actos
desaforados, a tratamientos con la droga y
el licor, medidas extremas para saciar la
sed de sus permanentes búsquedas. |
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El cuadro de Durero, La
Melancolía, muestra a ese ser
filósofo que cae en ese estado
ensimismado, la pregunta no por las
pérdidas sino por los faltantes, por
lo que aún no ha hecho, por esas
variables de la vida sostenidas en
mundos abigarrados de obstáculos
donde su pensamiento y su obra es
torturada y agredida por las
realidades del los estados planos de
existencia, en una ruda realidad
que mata y agota la creación. Una
imagen nacida posteriormente, en el
artista y el genio creador del
romanticismo lo muestra como un ser
sumido en complejas imágenes, en
desafueros profundos, en largas
noches de insomnios, extravagantes,
solitarias, individuales,
libertarias, trashumantes, entregado
a sus actos con una pasión inédita,
buscador de si mismo en el pozo de
la humanidad entera. |
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Asimilado a un neurótico, o a un ser que
alivia su neurosis en el arte y en la
ciencia como bálsamo de invenciones y de
propuestas casi Prometeícas, buscadores del
fuego en medio de las oscuridades más
aciagas. Más esas fuerzas pueden caer en
estados de pesimismo y abandono, en un
tóxico sentimiento de desaparición y
dejadez, mientras que su condición no se
pueda manifestar en su esplendor, y sus
obras tengan eco posible, la soledad se
hace un tormento y sus delirios fantasmas
que lo acometen como un irredento en medio
de una sociedad que trafica, burla y excluye
a la genialidad mientras esta no sea dócil y
amaestrable en un cerrojos, vigilancias y
ordenamientos que desgastan y arruinan la
libre expresión de sus talentos.
La embriaguez, el delirante estado de
fluidez que tiembla, la queja, la congoja,
una irascibilidad proverbial, conjuntamente
con estados de ternura y de belleza
sublimada y contemplación mística. Esos
estados de desmesura han sido frecuentes en
artistas, escritores, músicos, algunos
científicos que aún en medio del
racionalismo y sus ecuaciones medibles y sus
teorías plausibles, no abandonan la
condición humana del miedo, el amor
inaudito, la espectacularidad, el
arrobamiento o el suicidio.
No sólo, las enfermedades que desgastan el
cuerpo de cualquier ser humano, las
dolencias del cáncer, la anorexia compulsa,
le vértigo, el Parkison, la epilepsia, la
hidropesía, el asma, sino también una
sensación devastadora del sentir, el oprobio
por desilusión, por olvido, por rechazo. La
angustia de ser traicionado, copiado,
maltratado, vilipendiado por sus ideas y
muchas veces perseguido y sentenciado a
muerte.
Beethoven y esa paulatina sordera que le
dejaba ratos de furia y tormentosos dolores
de cabeza, La locura de Nietzsce entre la
Sífilis y la incomprensión social, la
psicosis maniaco depresiva de allan Poe, que
nos dejó grandes relatos entre la bruma de
la soledad y los misterios más abismales de
un ser humano, sediento de ebriedad y de
poemas. El gran borracho de la literatura,
no sólo es el personaje del Cónsul en la
novela Bajo el Volcán, Geoffery Firnin, sino
su creador Malcom Lowry, un autor que tenia
como ideal de vida la taberna y como
condición humana la bebida, insondable ser
de las botellas, otra forma de genialidad
muy diferente a la de Aladino. Van Gogh,
alucinado del amarillo y de las fuerza de la
luz, termina en un manicomio, tal como lo
escribe otro loco genial, Artaud, en “Vangh,
el suicidado por la sociedad”, nos deja una
vida extraña, caótica, profundamente sincera
y consecuente con su estética. Hemingway,
un hombre de grades extremos y pasiones,
desde el boxeo y la caza mayor, el toreo y
la fuerza casi arrasadora, junto con una
sempiterna embriaguez que lo llevo hasta la
experiencia de cazarse así mismo con su
escopeta preferida, deja una obra sobria,
precisa, hecha de una método de contar donde
parece no haber botella alguna, pero si una
deseo de aventura y una búsqueda por relatar
lo diferente, la relación entre masa e
individuo , cercano a la idea romántica de
arte total, donde cuerpo y mente se
encuentran para vivir el acto con todos los
sentidos y en todos los sentidos.
Mozart descabellado, irónico, audaz para su
época, también fue melancólico y depresivo
en sus momentos álgidos. Nerval delirante,
Sorel Kierkegard desgarrador, se atreve a
dejarnos dos extraños y bellos libros, “El
concepto de angustia” y “ El tratado de la
desesperación”, Pascal deja sus aforismos,
dentelladas escépticas sobre el mundo,
Isadore Duchase, con sus cantos terribles,
donde lo hórrido y lo cruento, la orfandad y
el miedo, la desolación y la angustia se
convierten en hechos poéticos sin
precedentes, son las palabras de un
desquiciamiento donde se desnuda el alma de
la humanidad, sus truculencias y sus
extrañas formas de amar.
No es extraño que un personaje de novela
como Roskolnikov, se sintiera predestinado y
genial y se comparara con Napolén,
apareciendo uno de los tantos arquetipos de
locura de la Modernidad, más era su creador,
Dostoievski un gran atormentado, entre la
dipsomanía y la angustia, bebedor incesante,
escritor compulsivo. Nos deja una obra
profunda de los estudios de la psicología de
los seres humanos, como si él retomara las
voces de los que nunca hablan, de los miles
de seres anónimos que luchan, aman y se
expresan en delirios y fantasmas,
convirtiendo su existencia en algo singular
aún en medio de la soledad y el exilio.
Baudelaire se acerca a los paraísos
artificiales y entre el vino y el haschisch,
palpita un poeta que apura abismos y observa
con una lujo estético profundo los cambios
de su época, convirtiéndose en el príncipe
de los poetas de su tiempo. Holderin, pasó
en su encierro de la Torre, un poeta de
manicomio y pluma esbelta. Nerval, Fijman,
Varlaine, Rimbaud, Dylan Thomas, visitaron
los infiernos entre la demencia y el
alcohol, sus obras son ricas en ese
urticante fiesta de los sentidos, en esa
corrosiva manera de descomponer las normas,
en ese sensibilidad de apostarle a la vida
abierta y vestida de una estética
contundente, algo cercano a la idea de
poesía que tenía Dylan Thomas, poesía como
orgiástica y orgánica, unificadora y
disolvente, de las anónimos y de los
individuos, del mundo y de los solitarios.
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Scout Fitzgerld, un gran borracho que
perteneció a una generación desencantada de
escritores, perseguidos o desterrados
voluntarios de Estado Unidos, va a Europa,
escribe obras de gran audacia y
sensibilidad, pero ahogado en sus botellas
vive y muere de una manera errática y
desequilibrada. No podemos olvidar, de
nuevo a Malcon Lowry y sus mística por la
bebida, más su obra de una inmensidad sobre
el sentido de los pasos de los seres sobre
el Planeta Tierra. Richard Ford, Raymond
Carver y el genial Charles Bukowski, en una
forma de vagabundeo citadino y anímico,
bebieron ríos de alcoholes y conocieron los
bajos fondos de todas las cloacas de ciudad.
Bukowski se convierte en un héroe legendario
que pone el dedo en la llaga de la cultura
decadente de una Norteamérica descreída y
opaca. Él con una fina ironía corre la piel
mezquina de su época y desnuda hasta el
tuétano las condiciones sociales de
desigualdad y segregación, la hipocresía de
las dobles morales y la fustiga contra los
convencionalismos morales haciendo de su
obra y de su biografía toda una leyenda
contestataria y libertaria.
En esa
misma línea están todos los grandes malditos
de la literatura norteamericana la famosa
generación Beat, escritores como Ginsberg,
poeta y experimentador con todo tipo de
alucinantes psicodélicas, Jack Korouac,
William Burroughs, toda una generación de
vagabundos, de rebeldes contra la guerra, de
amorosos suicidadas y eróticos libertarios,
probaron el ácido lisérgico, las bebidas y
cócteles más inverosímiles, mas su poesía y
su narrativa perdura como una muestra de una
posición juvenil arrolladora, algo que marco
una época de irreverente, la gran sacudida
de el famoso “modo de vida americano” de
posguerra, la cremosa idea benigna de la
familia Lassie y el gelatinosos mundo blanco
del granjero limpio y del KukusKlan de
antorchas. Poetas que denunciaron la
segregación, que se internaron por
filosofías orientales, por la mística de los
chamanes, por el conocimiento del mescal
como ebriedad “santa”. Ebrios como un gran
pintor de Norteamérica Jackson Pollock, que
mueve los conceptos anquilosados del arte en
Estados Unidos y se convierte en una
vanguardia reconocida a nivel mundial.
En
nuestro medio Latinoamericano el gran
escritor Mexicano Juan Rulfo, con “ Pedro
Parámo” , “El llano en llamas”, nos deja un
retrato profundo de un paisaje devastado,
cruento y fantasmal, las notas musicales de
las canciones de los muertos y el tono
alcohólico de su desarraigada vida. Onetti,
un profundo solitario, gran escritor de las
pasiones humanas, alcoholizado como un
nadador en el río de la memoria, flota
sobre la literatura de América del Sur como
un habitante espectral, profundo y
melancólico, pero de una mordacidad tremenda
y de una honestidad con su oficio como pocos
en nuestro medio. Raúl Gómez Jattin, el
poeta de la costa, escribió poemas
desiguales, algunos de una gran profundidad,
muchos de ellos, tal vez los mejores, eran
producidos en medio del delirio, en esos
viajes a los laberintos del alma, con una
ternura sin igual y con una furia similar a
la canícula de las tierras calentanas. Barba
Jacob, poeta por todos celebrado, probó el
alcohol y algunas plantas del espíritu, él
la llamaba “ la mujer de los cabellos
ardientes” , fue proscrito en su pías y más
celebrado en centro América y México que en
su propio terruño hasta antes de su muerte.
Julio Florez, el oscuro y a la vez festivo
poeta colombiano, también tiene una
biografía de chicherías y cervezas, entre
sus tristes poemas y las coplas y las copas.
Ni se diga de Manuel Mejía Vellejo y el
mismo Estanislao Zuleta y sus proverbiales
vasos de aguardiente, ambos con una obra
reconocida y admirada.
De los
más anteriores poetas, casi proféticos y
míticos estaría Francois Villon, poeta del
siglo XV, nacido en el año 1431, toda una
leyenda anticlerical, ladrón, amigo
prostibulario, bufonesco, satírico,
perseguido y varias veces condenado a la
muerte de donde se escapaba casi por
milagro, bebedor y andariego, es la
prefigura de una arquetipo de insolente y
desarraigado personaje de la poética del
malditismo. Una de los grandes poetas de su
tiempo que aún hoy en día retumbas sus
canciones y sus versos. El otro gran
impertinente es un poeta latino nacido en
Verona en el año 62 después de Cristo, cayo
Valerio Catulo, de un desabrochado erotismo,
crea una poesía subjetiva, personal e
intimista, no exenta de crítica y cargada de
mordacidad. Li Po, el poeta que exalta a la
luna y al vino, muere arrojándose a una
laguna en medio de su fiesta etílica
buscando el reflejo de su amada Selene. Ni
que decir de el gran matemático y astrólogo,
poeta y festivo amoroso del vino, Omar
Khayyam,
una celebridad del pensamiento y una fiesta
creativa, lujuria y filosofía, alegría
creadora y sensación de explorar la
vastedad del mundo.
Que sea
un motivo para beber de dichas fuentes,
conocer sus obras y sus vidas y acercarse a
ese errático e intenso mundo creativo.
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Luis
Fernando Cuartas (Colombia, 1959).
Escritor y ensayista. Fundador de
Taller de Luna, grupo de escritores
de la Universidad Nacional.
Cofundador de la Revista Punto
Seguido, de la ciudad de
Medellín, Colombia. Coordina un
espacio en la Radio Universitaria
sobre poesía y música. Dirige la
Fonoteca de la Universidad Nacional,
sede de Medellín. Inédito en
libro. Contacto:
lfcuarta@gmail.com |
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