En
las lejanas tierras africanas donde hace
3000 años habitaba la mítica Reina de Saba,
de quien el Antiguo testamento dice que
viajó a Jerusalén en tiempos del Rey
Salomón, se encuentran los cristianos
ortodoxos coptos, los únicos cristianos
africanos que no fueron convertidos por las
colonizaciones y que mantienen sus cultos y
tradiciones con la misma pureza que hace más
de mil años.
El
cristianismo llegó en el siglo IV al imperio
Axum (actual Etiopia y Eritrea), siendo uno
de los primeros estados cristianos del mundo
y el primero, incluso antes que el Imperio
romano, en acuñar moneda con la cruz
cristiana.
La
existencia de un imperio cristiano en África
fue desconocida durante siglos por los
europeos a causa de su doble aislamiento
cultural y geográfico, totalmente rodeado de
beligerantes territorios musulmanes de
intensa veneración al Islam, como Somalia,
Sudan y la península arábiga.
A
este aislamiento contribuyo también su
emplazamiento geográfico en un hermético
sistema montañoso de hasta 4.200 metros de
altitud, que aloja grandes precipicios y
escarbadas cordilleras, lo que permitió
preservar así una rica, pura y original
concepción religiosa cristiana no
contaminada durante siglos.
Entorno al siglo XIII, en la antigua Roha,
segunda capital del antiguo imperio Etíope,
se construyeron 11 imponentes y misteriosas
iglesias cavadas en roca a 2630 m. de
altitud y rodeadas de un extenso sistema
montañoso que alberga otras decenas de
pequeñas y aisladas iglesias.
Fue Lalibela, rey africano de este aislado
estado cristiano, el que ordenó construir
estas enigmáticas iglesias, convertidas en
el principal lugar de peregrinación de los
cristianos ortodoxos en África, desde el
siglo XIII hasta nuestros dias
Estas iglesias esculpidas cavadas en roca
tenían como inspiración las edificaciones de
la antigua Jerusalén, en una época en que
estaba en manos de los musulmanes. El hecho
de ser una construcción bajo tierra o
subterráneas, las hace únicas en el mundo y
las rodea de una extraña atmósfera que ha
intrigado durante siglos.
El
proyecto sobre los “Cristianos Puros de
África” nace tras completar un largo
recorrido por otras formas de espiritualidad
y mí interés por dar un testimonio
fotográfico desde mi enfoque artístico, bajo
la influencia de muchos de los pintores
universales anteriores al nacimiento de la
fotografía.
Mi
único objetivo cuando me planteo un proyecto
es (salvando las distancias) inspirarme en
lo mismo que se puede ver en Museos como el
Prado o el Louvre entre otros. Esto es dar
testimonio con una imagen de un tiempo,
lugar o pensamiento no solo informando, sino
intentando provocar la emoción al margen de
la información. Para mí la información no es
el fin, el fin es la emoción. Por esa razón
no me considero un informador, simplemente
soy un testigo que trata de emocionar y
despertar el interés del espectador por
otras culturas olvidadas y al límite de la
desaparición.
En
el largo camino que desde el año 1999 inicié
para recorrer paralelamente diferentes
africas, desde la continental en el
hermético Islam africano hasta la desterrada
África del Vudú en Haití, traté de saciar mi
interés por las culturas olvidadas y su
proximidad a la desaparición por el fuerte
avance de una globalización cultural
inquisidora, globalización que busca crear
un pensamiento mundial único y uniformado
para de esta forma manipular a toda la
población con más facilidad y sumergirla en
un holocausto cultural que privará a
nuestros descendientes de la reflexión en
torno a la diversidad. Diversidad cultural
que solo podrá ser descubierta por medio de
libros o catálogos similares al de esta
exposición. Publicaciones que en un futuro
muy próximo no serán más que esquelas
ilustradas de culturas y vidas perdidas.
Con mis pies pero también con mis ojos de
artista, sentí y caminé por muchos
territorios africanos desde Guinea Bissau,
en el extremo occidental de África, en el
año 1999, hasta Somalia, en el extremo
oriental de África en el 2008, para
introducirme en el hermético mundo de las
más profundas y remotas escuelas coránicas
africanas. Allí descubrí la enseñanza del
Islam y el Corán por medio del soporte más
antiguo de enseñanza: unas emotivas y
gastadas tablas coránicas sobre las que los
niños escriben, aprenden y borran el Corán
convirtiendo la tabla en una pequeña y
austera obra de arte que me recordaba la
pintura de Antoni Tápies. Esta tabla es la
única forma de recibir la educación
musulmana en muchos territorios de África,
que contrasta con el mundo occidental
lanzado hacia la sustitución de los libros
por soportes electrónicos como el ordenador
o el e-book.
Este contraste entre mi vida occidental y mi
otra vida “africana” en ocasiones me
convertía en una persona que vive en una
cuerda floja mental, entre la serenidad de
una tabla coránica y la velocidad de un
ordenador. Entre dos formas de ver la vida,
con serenidad o con velocidad, entre la
forma en que se puede ver una exposición en
la que el espectador se detiene, elije y
reflexiona con libertad marcando él mismo
los tiempos, o la contraria del audiovisual,
donde el cine o la televisión marcan los
tiempos del espectador abrumado ante el
volumen de una información fugaz y no
selectiva.
En Haití, durante años pude conocer a muchos
brujos vudú (Bokors) y sus rituales
privados, el éxtasis de sus trances y el
encuentro con el placer espiritual y
liberador de sentirse satisfechos consigo
mismo por medio del trance. Si algo destaca
en un ritual de un brujo o sacerdote vudú es
el orden de estos rituales privados, cómo se
marcan los tiempos con los tambores y los
cánticos, cómo se perfuma el ambiente, cómo
es necesario que el ritual comience al
anochecer y termine tras muchas horas con un
sacrificio antes de amanecer, en un “in
crescendo” hipnótico que semeja el bolero de
Ravel. El vudú necesita un orden interior
para llegar a sentir la espiritualidad, un
orden que contrasta con un país caótico y
sin orden como es Haití. Tal vez por esa
razón los haitianos se siguen agarrando con
fuerza al vudú, que es lo único que tiene
orden en Haití, el orden y la serenidad de
la espiritualidad.
La
velocidad de información y desinformación
recibida en el mundo occidental en cierto
modo expulsa la espiritualidad del ser
humano, su capacidad de reflexión y su
serenidad ante la vida para llevarlo a una
gran insatisfacción consigo mismo. El placer
y el éxtasis en la espiritualidad o en la
sexualidad se producen cuando es voluntaria
y no forzada, pero el placer se escapa
cuando uno mismo no marca los tiempos. La
necesidad de espiritualidad en el ser humano
es incuestionable, y de esta necesidad
surgen las religiones para ordenarla. Pero
la insistencia de las grandes religiones en
su afán excesivo de crecer, controlar y
jerarquizar no favorece en exceso el
desarrollo de la espiritualidad, ya que la
convierte en un elemento rígido e insípido
que no sacia la necesidad humana de sentir
la espiritualidad como algo liberador que
provoque un orden interior lleno de
serenidad.
Las imágenes cristianas de los libros
religiosos y del catecismo que recibíamos
los niños españoles en los años 60, marcaron
en mi mente una imagen poética de la época
de Jesucristo, principalmente las imágenes
de las túnicas cubriendo el cuerpo desde la
cabeza hasta los pies. Unas túnicas que como
esculturas clásicas marcaban luces y
sombras, esas misma luces y sombras que
busqué en otros proyectos espirituales sobre
el Islam o el Vudú, pero que aquí envuelven
al ser humano para darle una forma mucho más
espiritual, incluso casi fantasmagórica.
Recuerdo mis infantiles imágenes mentales de
la Santa Compaña creadas al oír a los
mayores en las aldeas gallegas de aquellos
años: una procesión de espíritus con túnicas
que deambulaban por las noches entre la
niebla del montañoso paisaje gallego para
buscar y atrapar a los vivos.
Con el paso de los años uno descubre que
algunas de las imágenes cristianas de mi
infancia, que ilustraban los viejos libros
religiosos, provienen de grandes pintores
clásicos en los que me inspiré. Pero sobre
todo provienen de Gustave Doré el artista y
grabador del siglo XIX cuyas ilustraciones
de la Biblia y de la Divina Comedia
dibujaron sobre mis ojos un filtro
claro-oscuro que empuja en mí el deseo
escultórico de retratar a los “Cristianos
Puros de África” con una visión sensual de
la espiritualidad, entre las luces y sombras
de las túnicas y bajo la mirada del
hipnótico brillo de las cruces coptas.
El
ser humano siente la necesidad de
materializar la espiritualidad en un
elemento físico. En Etiopia los cristianos
buscan en la cruz, la Biblia y las pinturas
un elemento vertebrador de su
espiritualidad. Pero quizás fue la túnica,
que también representa la pureza de estos
cristianos, el elemento que en mayor medida
despertó mi inspiración.
La
túnica de los cristianos etíopes está
presente únicamente en su culto y transmite
la sensación de protección y escudo frente
al exterior. Es una frontera entre la
interior riqueza espiritual y la falta de
recursos de su vida humilde. La túnica
blanca dignifica y cubre todo el cuerpo del
cristiano, convirtiéndolo en un gran templo
individual en cuyo interior se puede oír la
musicalidad de su espiritualidad, su orden
interior y la serenidad ante su complicado
día a día.
Esa misma túnica en muchos casos formaba un
nudo casi invisible en una esquina, un nudo
que envuelve la arcilla blanca con la que
pinta entre ellos una cruz blanca en su
frente, y que para mí suponía una visión
hipnótica de sus rostros, de sus ojos.
La
efímera cruz blanca sobre la frente de los
cristianos refrendaba aún más esa pureza, y
dotaba a los rostros de un magnetismo lleno
de una especie de mágica y prohibida
sensualidad, como una bella “madonna” sobre
un cuadro de Antoni Tápies.
Más allá de esa efímera cruz blanca sobre la
frente, está la riqueza artística de las
cruces coptas, desde las más grandes alzadas
en los altares de los grandes templos, hasta
las más pequeñas depositadas sobre el pecho
de los fieles, que acompañan y protegen de
forma permanente su complicada vida y su
desnudez ante la misma.
La
riqueza con la que se adorna su forma
esquemática, envolviéndola en serenas líneas
curvas, dota a las cruces de una
contradictoria sensación: la de ser el
símbolo de la muerte de Jesús y, al mismo
tiempo, encarnar una delicada sensualidad,
al carecer de líneas rectas.
La
sensualidad espiritual que marcó y deslizó
mi inspiración artística para desarrollar
este proyecto tenía que transmitir la
“intimidad” como parte esencial de mi visión
de los “Cristianos puros de África”. La
intimidad de sus cruces en la oscuridad, de
sus rostros, la intimidad de sus ojos, de
sus túnicas. La intimidad de su mundo y mi
búsqueda de la belleza tenían que dibujar mi
realidad óptica desde la oscuridad, con la
misma emoción en que ellos dibujan con sus
dedos manchados de arcilla una cruz blanca
sobre la frente de otros fieles.
El fotógrafo artístico Luis López
“Gabú” muestra su obra sobre los
lejanos “Cristianos Puros de África”
con una visión fotográfica muy
intimista y pictórica sobre los
cristianos de las altas tierras de
Etiopia y Eritrea, los cuales tienen
su origen en la propia época de
Jesucristo, a diferencia de los
cristianos de otras partes de África
que su fe fue impuesta por las
colonizaciones europeas.
El artista, tras finalizar el
proyecto fotográfico
artístico-testimonial sobre las
escuelas coránicas en África (Madrasas
Africanas) y el del Vudú en Haití,
inicio el proyecto que se presenta
con una visión abierta hacia la
espiritualidad de las culturas menos
conocidas y herméticas, lo que
enriquece la obra presentada por
mantener una visión abierta del
mundo pero respetuoso con la
importancia del mantenimiento de las
diferentes formas de espiritualidad
y la importancia de las mismas para
mantener un planeta más rico
culturalmente.
La espiritualidad y emotividad del
proyecto se presenta en el final del
Camino de Santiago, en el propio
contorno de la Catedral de Santiago,
en pleno Año Santo y en dos espacios
diferentes por la amplitud del
proyecto y las dos formas de ver el
mismo, de tal forma que la obra
“Cristianos puros de África” se
divide en dos importantes
exposiciones y centros expositivos:
“Cristianos puros de Africa: culto y
fe”
La Casa da Parra – Santiago de
Compostela
“Cristianos puros de Africa:
peregrinaciones”
Museo das Peregrinacions – Santiago
de Compostela
Del 18 de Marzo al 4 de Julio del
Año Santo 2010
Contacto con el artista:
luislopezgabu@hotmail.com