LUIS BENÍTEZ
Wilfredo Carrizales: “No me juzgo como un reconocido poeta latinoamericano”
Fotografías: gentileza del autor
Poeta, narrador, sinólogo, fotógrafo, artista visual y traductor, el venezolano Wilfredo Carrizales es autor de una vasta obra en las referidas disciplinas y su experiencia abarca también su profundo contacto con la cultura china.
Luis Benítez: Usted posee una dilatada trayectoria poética, con la que ha aportado al género una variedad de títulos, ¿cuáles son los ejes fundamentales de su poética?
Wilfredo Carrizales: Considero que los ejes fundamentales de mi poética están relacionados (¿o eslabonados?) en primer lugar con la eclosión maravillosa y, a veces fortuita, de la palabra en su búsqueda de una constante dimensión expresiva, valiéndose de todos los recursos, tanto estilísticos como semióticos, para alcanzar un asidero más o menos seguro. En segundo lugar, la apelación a los medios que me proporciona la historicidad intangible de los vocablos, la conjunción de los sustantivos con un entorno que los vuelve mágicos y trasgresores de la realidad “normal”. En tercer lugar, el tesoro lingüístico que me deparan los viajes de todo tipo: geográficos, oníricos, alucinatorios y tropológicos.
LB: ¿Qué autores y de qué modo han influido en mayor medida en su poesía?
WC: He leído a muchos poetas de diversos países, de la antigüedad hasta los de la actualidad. De los más importantes de ellos he sacado enseñanzas, modos de conducir el verbo, hacerlo girar, meterlo a ámbitos inconcebibles, sacarlo y jugar con él y con sus atributos y sus accidentes. Ahora bien, ¿cuál o cuáles de ellos puedo señalar como influyente en mi poesía? Me resulta difícil responder a esta cuestión, porque pienso que he tratado de andar un camino propio, por donde, en ocasiones, introduzco en mi mochila algunas variantes del decir poético de, por ejemplo, René Char, Olga Orozco, el primer Neruda, Huidobro o Whitman, pero sin que llegue ello a poder definirse como “influencia” decisiva.
LB: Desde septiembre de 2001 hasta septiembre de 2008 fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en China. ¿Cuál fue su experiencia en ese país?
WC: Mi primera experiencia en China se llevó a cabo desde octubre de 1976 hasta junio de 1984. De 1976 hasta julio de 1982, como estudiante becado por el gobierno chino y los dos últimos años, como profesor contratado para la enseñanza del español en un instituto de lenguas extranjeras ubicado en Peking (tal como se decía entonces). Así que me tocó vivir el comienzo de la China postmaoísta, el inicio de las reformas económicas, políticas, culturales y educacionales y la constatación del rápido crecimiento que inició el cambio brutal de la fisonomía de las ciudades chinas, especialmente Beijing. Por lo tanto, cuando regreso a China en septiembre de 2001 (después de una ausencia de casi veinte años) ya conocía la mentalidad de los chinos, su manera de resolver los problemas y conflictos, su modo de vivir la vida y su filosofía cotidiana. Por supuesto que el Beijing que encontré en 2001 (y otras ciudades que conocía de mi primera época) era radicalmente distinto, en todos los sentidos, a la ciudad que yo había dejado en junio de 1984. El trato de los chinos con los extranjeros había cambiado por completo y se permitían los matrimonios con los individuos de otras nacionalidades. Los rascacielos y las modernas autopistas crecían por doquier. El pensamiento de los chinos se transformó y con él, las relaciones sociales y humanas, en general. En lo cultural, China se había abierto a las novísimas corrientes universales, aunque seguía (y sigue) persistiendo una severa censura sobre ciertos temas. Mi experiencia de siete años como agregado cultural incluye la ampliación de mis conocimientos geográficos, etnográficos, culturales, históricos y folklóricos por todo el territorio chino. Además, una vez que fui removido de mi cargo diplomático, pude permanecer en China hasta agosto de 2013, dedicado a la enseñanza del español y a la traducción del chino al español, en dos universidades de Beijing, mismas que habían sido (una de ellas sin el rango de universidad en esa época lejana) mis antiguas casas de estudio y en ese tiempo también pude viajar a zonas remotas que no conocía (por ejemplo, el lago Kokonor, en la provincia Qinghai) y participar en festivales internacionales de poesía.
LB: Es conocida su afición por la literatura clásica china, la poesía y los cuentos extraordinarios, raros o maravillosos. Incluso, como traductor, ha dado sus propias versiones de varias de esas obras. ¿Qué singularidades de esa poesía y narrativa le atraen más y por qué causas?
WC: Yo poseo un carácter innato que tiende hacia la parquedad, la concisión, la contención, unido a un gusto e inclinación hacia lo fantástico, los hechos extraños e, incluso, hacia el humor negro, la ironía y los juegos de palabras. Cuando comienzo en los años setenta del siglo pasado a leer cuentos chinos maravillosos (traducidos al español) y a leer también poesía clásica (recuerdo que la primera antología de esa poesía, editada en Madrid, la realizó una traductora china que se hacía llamar Marcela de Juan, hija del antiguo embajador del gobierno del Kuomintang en España) me encuentro con cosas que me fascinaban de un modo extraordinario, tremendo, como si fuese yo quien las hubiese escrito. De ahí parte entonces mi ahondamiento en ese mundo mágico de la narrativa y los poemas breves chinos: en ellos descubro la elegancia y el abarcamiento de mucho en pocas líneas, el decir sucinto y sobrio, la precisión de los vocablos para capturar las imágenes y cautivar con ellas al lector y hacerlo copartícipe de las emociones, anhelos, esperanzas, frustraciones y miedos de los autores.
LB: Además de ser un reconocido poeta latinoamericano, es usted narrador, sinólogo, fotógrafo, artista visual y traductor. En cuanto al arte fotográfico, ¿qué imágenes le atraen más para captarlas con su cámara y por qué?
WC: En principio, no me juzgo como un “reconocido poeta latinoamericano”. En mi país, Venezuela, no aparezco en las antologías de poesía: soy un poeta desconocido… Con respecto a la fotografía y a las imágenes que más me atraen: en esa dimensión o continencia mi ojo se pliega a varias vertientes que van de lo casual o azaroso hasta la búsqueda adrede de situaciones escabrosas o al límite del ridículo o la exasperación. Empezó tarde mi afición como autor de fotografías: pertenezco a la era digital y mis tomas las realizo con cámaras que me permiten expresarme por ese medio. Me fascinan las escenas callejeras en donde la casualidad guía el lente y entonces capturo rostros y los concibo como retratos y aprehendo escenas insólitas con objetos fijos o en movimiento. También siento un especial gusto por los detalles: rincones de casas, umbrales, pasadizos, túneles, puentes, aleros, manchas en el suelo o en paredes, extremos de ramas o flores secas… Además consumo un tiempo considerable en preparar fotocomposiciones con materiales desechados o domésticos, con texturas de todo tipo. No por narcisismo, cultivo así mismo el autorretrato en diversos escenarios. Trabajo la fotografía en blanco y negro y también en color. Algunas de mis imágenes de Beijing han sido expuestas en esa ciudad y en las ciudades venezolanas de Maracay, La Victoria y Barcelona.
Reflejos en vidrieras de Beijing. La Calle Jin (“Oro”) es una céntrica calle de Beijing que se ha llenado de tiendas de vestidos de moda,
hoteles, salones de belleza, restaurantes… El final de esa calle culmina frente a la puerta este de la Ciudad Prohibida,
puerta que no está abierta al público.
El autor
Poeta, escritor, sinólogo, fotógrafo, artista visual y traductor venezolano nacido en Cagua, Venezuela, en 1951, Wilfredo Carrizales tuvo residencia en Peking, China, donde estudió chino moderno y clásico, así como historia de la cultura china en la Universidad de Peking (1977-1982). Entre 2001 y 2008 fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en China. Obras de su autoría fueron publicadas en distintos medios de Venezuela y China, entre otros países. Ha publicado los poemarios: Ideogramas (Maracay, Venezuela, 1992) y Mudanzas, el hábito (Pekín, China, 2003), el libro de cuentos Calma final (Maracay, 1995), los libros de prosa poética Textos de las estaciones (Editorial Letralia, 2003; edición bilingüe español-chino con fotografías, Editorial La Lagartija Erudita; Peking, 2006), Postales (Corporación Cultural Beijing Xingsuo, Pekín, 2004), La casa que me habita (edición ilustrada; Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2004; versión en chino de Chang Shiru, Editorial de las Nacionalidades, 2006; Editorial Letralia, 2006) y Vestigios en la arena (Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2007), el libro de brevedades Desde el Cinabrio (Editorial La Lagartija Erudita, Peking, 2005), la antología digital de poesía y fotografía Intromisiones, radiogramas y telegramas (Editorial Cinosargo, 2008) y cuatro traducciones del chino al castellano, entre las que se cuenta Libro del amor, de Feng Menglong (bid & co. editor, 2008). La edición digital de su libro La casa que me habita recibió el IV Premio Nacional del Libro 2006 para la Región Centro Occidental de Venezuela.