A veces es preferible
morirse de pena,
de rabia, envenenado,
electrocutado con la heladera,
víctima de un atragantamiento
de nuez el día de Navidad.
Es conveniente
ser traicionado a tiempo,
terminar crucificado entre dos chorros,
arrojarse desnudo a la fogata de San Pedro,
meter la cabeza
en las fauces del león matacristianos.
Tomarse todas las pastillas de la nona
mezcladas con vino.
Practicar tiro al blanco
con uno mismo.
Deschavar la propia inclinación comunista
en una reunión de milicos.
Es justo y digno morir.
Es necesario
tomarse el veneno por Julieta
y morirse de amor,
como Dios manda,
antes de quedarse anclado
sobrevivido y cobarde,
entregado a la voracidad del tiempo
y su silencio verdugo
que silba malvado
su tango habitual.
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