Repta,
hacia alguna parte,
en silencio y fría.
Aún no hay mundo.
No hay nada tenso,
nada más hay lo que repta
sobre un suelo
que todavía no existe.
No tiene un nombre.
La veo desde aquí,
desde muy lejos,
¿la veo o la sueño?,
desde una respiración
temerosa de que, en un rato,
lo que es extravíe la llave
y ya no acontezca.
Silba, en su frío,
ni encarnada ni desencarnada,
por la palma de mi mano,
en el fondo más lejano,
antes del carey y antes de los dioses,
musical antes de la música,
visible sólo por un deseo,
mínimo, casi alfiler y casi humo,
saliva que no se evapora
y dura, moja mi mano,
y soy ante su frío
el padre sin el hijo,
el ausente. |