Muy abajo, más abajo
que el sueño oscuro,
bebe su porción de polvo,
y yo, desde mi pobre cartílago, la llamo.
Veo su apresurada boda con el musgo, y está sola.
Veo su pelo raído, y está sola.
Veo sus ojos ya cifrados, su cuenta sin lógica, y está sola.
Hay olor, allí, a luz que no sabe,
a sombra que ignora, a vestido helado
y sin botones, hay
allí poleas que bajan materia
y suben ceniza, bajan
ceniza y suben materia
sin centro, ni diámetro, ni límite. |