Botes en la orilla, en fila, atados
a postes enterrados en la playa.
En la casa ante el océano,
parecemos dormidos pero no:
me pregunta, con los ojos cerrados,
en silencio, por magia o lengua de ángeles,
lo que no sé, y yo,
también en silencio, a través del mismo arte,
respondo con un relámpago en el horizonte
donde se juntan las olas con el cielo sin nubes.
A ese relámpago vamos en bote,
en cualquiera de ellos, libre de amarra.
Navegamos, ahora sí dormidos,
nos dejamos llevar por la corriente,
llegaremos antes que la luz se extinga
y, al llegar, ya despiertos, ella sabrá por fin
y yo habré olvidado en el viaje la pregunta.
Carlos Barbarito |