¿Podré encontrar alguna vez – se pregunta- la
palabra
justa, más allá de la eterna mecánica, rueda
sobre rueda, la palabra precisa
aunque sople desde arriba y desde abajo la
tormenta?
Pero la hoja y la flor se secan, entonces
¿le queda tiempo, medido no en eones
sino en horas y segundos, queda
al menos, en el bestiario de su mente,
una cabra, una anguila? Sobre la mesa, una
lámpara encendida
aunque detrás de la ventana cerrada brille la luz
del día.
Una palabra, ¿pero cuál?
De a poco se le agota el aire que respira,
ya no alcanza el océano que lo produce,
mientras lleva a cabo, otra vez, su tarea
iluminado por una luz alterna, equivocada.
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