A Julio Silva
No saber, no saber y es medianoche.
De la eterna ubre, una leche indiferente,
agrisada.
Si voy hacia la estrella, algo me cierra el paso.
¿De qué triste fuente mi debilidad?
No saber si es sangre o saliva el líquido en mi
boca.
Lo que me urge es esto que oscila, pulsa a
medias,
carga con su hambre y su sarna,
halla luz sólo en los ojos de los roedores,
profesa una religión con un dios delgado y
escamoso.
El mar no puede ser sondeado –me
dicen.
¿Y si entrego parte de mi carne?
¿Y si entrego toda mi carne?
¿Y si entregadas entraña y médula
la noche persiste en fijar en el hueso su burdel,
en el nervio su ley bifurcada en oquedad y
espectro?
|