Mi vida fue un error –dijo…
Mi vida fue un error –dijo. Y se arrojó al
vacío.
Ese acto postrero, definitivo, ¿rompió el
cerrojo?
¿Pasó una esponja húmeda por cada una de las
siete heridas?
¿Delineó, con arte angélico, una vía de salida?
¿Dio paso al goce, el fruto rojo bajo una luz
blanca?
¿Trajo una espuma duradera, un padre renovado?
¿Detuvo al arpón en pleno vuelo hacia el pez?
¿Repuso la médula, la espalda, la espina?
¿Rehizo el devastado reino del escarabajo y la
hormiga?
¿Desafiló el hacha, dio vista al ciego, recuperó
salario y jardín?
¿Qué del eterno instante del parto, del unísono
coral en viaje?
¿Qué del tributo seminal, del lento masaje en las
encías?
¿Qué del vino bebido a pequeños sorbos, junto al
fuego?
¿Y el sonido que, desde siempre, engendra?
¿Y el silencio que, desde siempre, acerca el agua
a las orillas?
Carlos Barbarito
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