Fue un honor presentar esta antología a los lectores mexicanos. Traductor, ensayista, crítico y, ante todo y sobre todo, poeta, Rodolfo Alonso ha publicado más de veinte libros de poesía. El título del primero, que recoge poemas escritos desde los 17 años, anuncia la obsesión central de esta voz única: salud o nada. “Yo quiero ser / de los que aman la vida / de los que son la vida / candente inimitable.” Desde hace más de medio siglo, esta voz cristalina celebra la existencia vertebrando su palabra como una espiral más abierta. La espiral, dijo sor Juana, es la verdadera representación de la belleza.
La belleza hace la música de estos poemas, repujados con un rigor formal, imaginativo y conceptual excepcionales. “Yo los invito / a pasear el amor entre los indiferentes”, invita Alonso. Su fulgor sin duda nace de un subsuelo de dolores y suciedades del mundo que él supo apisonar a golpes de hermosura. En una época cada vez más deshumana como la que nos toca padecer, llagada por ese genocidio más silencioso que el de los hornos crematorios pero no menos terrible que es el hambre, su poesía dispara contra los ministros de la muerte y espera el tiempo “en que la palabra amor no tenga necesidad de ser pronunciada”. Parafraseando a René Char, no permite que los caminos de la memoria sean cubiertos por la lepra de los monstruos.
Alonso, poeta verdadero, nombra lo que no tiene nombre todavía. Su poesía crece a la intemperie de lo que va a venir y está llena de hombres y de mujeres: le duelen “las cadenas / las manos de los otros”. Ve la palabra ajena y la alberga, la transforma, la calcina para devolverla limpia al otro. Interroga al misterio y encuentra los laberintos del enigma: “El bien y el mal te forman un solo meridiano.” Se piensa a sí misma y, para saberse, se ignora. Su invención ensancha la invención del horizonte.
Este libro, más que antología, alcanza para atisbar la grandeza de la poesía de Rodolfo Alonso y ser tocado por ella. Ojalá el lector mexicano pronto conozca su obra entera: entrará en otros territorios de la “Señora Vida” donde “el bello amor / se queda y vence”. El resplandor de su escritura, virtud de una sobriedad que es materia, ilumina los tiempos oscuros, “calienta / el corazón del mundo”. |