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¿Democracia
o capitalismo? |
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“Tendremos que resignarnos, por lo visto, a la idea de que la democracia
contemporánea no es íntegramente democrática, sino un
sistema mixto entre dos
elementos democráticos: el voto formal y las encuestas; y un elemento
oligárquico: el poder económico.” Estas palabras, que parecen de absoluta
y perentoria actualidad para los argentinos, como estrechamente ligadas a
los arduos ataques económico-financieros que se nos obligó a vivir, y
felizmente en gran medida superados, no se deben sin embargo a alguien de
hoy.
Son un documento. Y es más, una evidencia. Ya que quien las escribió, en
su columna dominical del diario “La Nación” de Buenos Aires, el
29 de octubre del año 2000, fue nada menos que Mariano Grondona, un
intelectual clave de la derecha local. Me produjeron tal impacto que nunca
pude olvidarlas. Y tampoco pude nunca responderme qué lo había inclinado a
desnudarse así, públicamente. No fue sin duda por inocencia. Y mucho menos
por descuido. Más me inclino a pensar que fue por sentirse tan seguro de
su impunidad (y la de los intereses que representaba), como para no
percatarse del viejo adagio en ese latín al que tanto gusta acudir: “A
confesión de parte, relevo de prueba.”
Suelo leer cada vez con más atención, en el diario porteño “Página/12”,
los atinados y justos enfoques con que Mónica Peralta Ramos suele pedirnos
sabiamente que, en puntuales momentos de difíciles circunstancias
económico-sociales, los argentinos tengamos claro el panorama completo: el
hecho histórico, fundacional de la consolidación creciente del poder y la
riqueza en nuestro país que, en las últimas décadas del siglo pasado
culminó (después del Rodrigazo, Martínez de Hoz y la no menos siniestra
dupla Menem-Cavallo, paradigmas de la letal
reaganomics) concretando una
concentración al máximo de los resortes clave de nuestra economía en muy
pocas manos, por lo general multinacionales.
Ese poder no se limitó, muy por el contrario, no sólo se extendió casi
hasta lo totalitario sino que, desembozada o clandestinamente, tanto se
apoyó en dictaduras militares como debilitó y tumbó a los gobiernos
democráticamente elegidos que le disgustaban. Los nombres de todos estos
últimos están en la memoria nacional pero, en lo íntimo, me dolió
profundamente su despiadada inquina contra el honesto, corajudo y eficaz
presidente argentino Arturo Illia (radical, de los de antes), capaz de
enfrentarse no ya con las multinacionales petroleras sino también con
otras, similares pero no menos feroces: las de medicamentos.
Para seguir recurriendo a nombres caros a los seudo-liberales que se
cuidan muy bien de este tipo de citas, voy a recordar que el gran
ensayista mexicano Octavio Paz, durante un reportaje para “Le Nouvel
Observateur”, poco antes de morir pudo afirmarle a Jacques Julliard:
“Tocqueville vio eso bien. Habla de una vulgarización de la vida
democrática y hasta de una incompatibilidad entre la poesía y la
democracia moderna. La cuestión subsiste. Se habló del desastre del
autoritarismo, sería preciso hablar del desastre del capitalismo liberal y
democrático, en el dominio del pensamiento como en el de la vida
cotidiana; la idolatría del dinero, el mercado transformado en valor único
que expulsa a todos los otros.”
Por
eso sentí, hace ya ciertos años, que coincidía y sigo coincidiendo cada
vez más ahora, con la afirmación de Gilles Martinet (un socialista de los
de antes) en la televisión francesa: “La democracia es incompatible con el
capitalismo.” ¿Qué nos queda para oponer a esa tensión, para
desequilibrarla a favor de los valores democráticos? Más democracia, por
supuesto. Es decir, cada vez más ciudadanos que no se limiten a ser
consumidores pasivos, algo así como siervos serviles que consienten, sino
demócratas conscientes de sus derechos y de sus riesgos, capaces de
ampliar con su participación siempre más activa e informada los límites
reales y sociales de la democracia que, indudablemente, ellos, los
ciudadanos, constituyen, implican y son.
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Poeta, traductor y, ensayista argentino.
http://rodolfoalonso02.blogspot.com
es.wikipedia.org/wiki/Rodolfo_Alonso
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Rodolfo Alonso. Poeta, traductor y ensayista argentino, nacido en Buenos Aires. Es una de las voces más reconocidas de la poesía latinoamericana contemporánea. Fue el más joven de la legendaria revista de vanguardia “Poesía Buenos Aires”. Publicó más de 25 libros. Fue el primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina. Tradujo también a muchos autores de diversos idiomas, entre ellos Giuseppe Ungaretti, Marguerite Duras, Cesare Pavese, Paul Éluard, Carlos Drummond de Andrade, Eugenio Montale, Jacques Prévert, Guillaume Apollinaire, Murilo Mendes, Pier Paolo Pasolini, Rosalía de Castro, Manuel Bandeira, Charles Baudelaire, Paul Valéry, Stéphane Mallarmé, Olavo Bilac, André Breton. Antologías de su obra poética fueron publicadas en Bélgica, España, México, Colombia, Francia, Brasil, Venezuela, Italia y Cuba. Premiado en Argentina, España, Venezuela, Brasil, Colombia, EEUU. En México se han publicado sus libros: “Lengua viva” (La Hoja Murmurante, Toluca, 1994); “Poesía junta (1952-2005)”, con prólogo de Juan Gelman (Alforja, México, 2006); “Antología esencial”, de Paul Éluard (Alas Vivas, Morelia, 2006); “La voz sin amo” (Ediciones de Medianoche, Zacatecas, 2008); “Poesía en general”, antología de Lêdo Ivo (Alforja, México, 2008). Suele colaborar habitualmente en “La Jornada Semanal”, “La Cabeza del Moro”, “Alforja”, “Archipiélago”, “Posdata”, “La Otra” y varias publicaciones mexicanas. |
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