"O Rosto e o meu
retrato" da entrada a la traducción al castellano del poemario de Hilda
Hilst, "Sobre a tua grande face", de Pedro Sevylla de Juana
Vi el rostro que intento retratar,
cuando el rostro imaginado
aparecía ante mí por vez primera.
Eran las once y media o quizás
unos minutos antes, porque suelo
adelantarme en las citas.
Apareció abriéndose
desperezándose
como recién levantado
del sueño más profundo,
dispuesto a tomar un café de la variedad
conilon
por supuesto, brasileiro:
o melhor fruto da Terra.
Sus ojos dolían a mis ojos. ¡Ah!, sus ojos
vigías informándose de la marcha de los
acontecimientos:
mi llegada entre otros:
agujeros negros recién enjalbegados
supernovas antiquísimas
galaxias desespiralizándose.
Sus ojos,
miríadas de kilómetros entre ellos
kilómetros y kilómetros ellos,
estética apreciada desde las distancias siderales
del espacio paralelo;
sus ojos, hogueras vehementes, iluminaban el entorno
cercano
y el más arcaico:
pasillos opuestos de su laberinto,
imposibles escaleras que remontan
hacia abajo y descienden remontando.
Iluminado el laberinto, los ojos
iluminaron o Planalto
extensíssimo de la frente
radiante de reflexiones emocionales
de búsquedas en cientos de miles
de recuerdos y proyectos enlazándose,
en miles de probabilidades aleatorias
unas existentes y otras, aún, inexistentes:
palabra y amargura, tósigo y antidotario
hidromiel,
néctar
y ambrosía.
Iluminados laberinto y frente
los ojos iluminaron
los labios
carnosos, carnales;
-beiços
que mis beijos desearon
beijar-
anunciando el baño matutino de la sonrisa
incierta y misteriosa
gesto entre inocente y lúbrico
agua de cristalinas cascadas.
El amor es una catarata rampante:
escribí un día:
sabiduría destilada en el alambique de los tiempos
alborada del primer instante
de la creación imperfecta de imperfección perfectible
y así lo confirmaba la piel tersa
cuando o pote da beleza eterna
iba
hermoseando
los poros y las células del rosto,
incendiario esplendor de la mañana deslumbrante.
Años luz, siglos luz,
milenios luz
distanciándose de sí mismos
a la velocidad vertiginosa del pensamiento
para dar la vuelta al llegar
al elíptico término fingido.
Iluminados laberinto, frente y labios,
los ojos iluminaron la palabra:
pétalos de rosa mecidos por el viento céfiro
polen adherido al largo pico del colibrí capixaba
a la lengua bífida de la serpiente cascabel,
Fiat mágico que todo lo dibuja,
mosaico de letras uniéndose y desplegándose,
vitrales filtrando el arcoíris de la pasión humana
rocío de la saliva rociando el liquen
filho
de hongos y algas unicelulares
nascente
inicial de la evolución innovadora.
Sentí, intuí, percibí el rostro enmarcado por los cabellos
cuando el rayo primigenio alumbró el espacio todo
desde las espigas de avena del Páramo Llano en Valdepero
hasta la Mata Atlántica reunida em
colóquio con animales
y piedras.
Algo más aletea en la infinidad:
cortina de los cabellos innúmeros
que o vento al desgaire imagina
bandera
tenues, cálidos, acogedores
-quisieron mi nariz y mi boca ararlos,
surcarlos, navegarlos-
territorio de promisión limitando el rostro,
inacabado e inacabable.
Deseo recorrer,
lengua húmeda de los delirios humanos,
la tentación rosácea del cuello
el convite reservado de la nuca,
reverberantes cavidades de los oídos
lóbulos complacientes sensibilísimos.
Deseo internarme, espeleólogo yo, en la profundidad
absorbente de la boca
para alcanzar el centro ígneo
y el umbral de los impulsos cordiales,
realidad opuesta a lo pensado
que va ajustándose día a día a su patrón
equilibrándose.
Energía el rostro llevada a la materia: nació,
creció ser vivo, vivificante,
aminoácido esencial, protozoo
danza acuática de cilios y pestañas
aletas, alas
extremidades futuras destinadas a la armonía de los giros
de las piruetas en el aire inmóvil y agitado,
mar y cielo rompiéndose en arterias
en sangre alada comprometida con la fundación de colonias
ninfas, faunos y atletas incansables
que corren y recorren la inmensidad repoblándola.
Existe, es, está
-palpan, dibujándolo, las yemas de mis dedos,
milímetro a milímetro, ese rostro integro-
solitario en los abismos vacuos
nascido e crescido
de su propia voluntad
pero no hay nada ni nadie más en el Universo
porque ese rostro ocupa el espacio infinito
y el tiempo eterno de mi imaginación creadora
porque ese rostro es
O imaginado ROSTO DO UNIVERSO.
PSdeJ El Escorial, madrugada del
día16 de octubre 2013
Acerca de tu amplia faz
Poemario de Hilda Hilst
Traducción
de Pedro Sevylla de Juana
Enaltéceme
con tus bagatelas.
Interprétame
despacio
De modo que
nunca lo note.
Desordena
estas líneas que te escribo
Como si un
bribón escoliasta
Resolviera
Burlar la
muerte de su propio texto.
Entrégame
pobreza y fealdad y miedo.
Y
alejamiento de todas las respuestas
Que darían
luz
A mi eterna
inteligencia ciega
Concédeme
rodillas dolientes.
Para que
pueda hincarlas en un poco de tierra
Y allí
subsistir como tu más olvidado prisionero.
Facilítame
la mudez. Y un caminar atropellado. Ningún perro.
Sabes que
amo a los animales
Por eso me
sentiría aliviado. Y de ti, Innombrable
No deseo
consuelo. Sólo penuria y fardel.
Tal vez así
te maravilles de tan abundante necesidad.
Tal vez así
me ames: desnudo hasta los huesos
Igual que un
muerto
Lo que se me
ocurre, debo decirte DESEADO,
Sin
repliegue, pudor o poquedades. Porque es más correcto mostrar
Insolencia
en el poema, que mentir convencido. Entonces explicaré
Lo que se
acerca a mí, en la intimidad, y atraviesa los vados
De la
fantasía. Duermo elaborada de bromelias vivas
Y me vuelvo
a crear corpórea e incandescente.
¿Tú sabes
cómo nació la idea de las puntiagudas catedrales?
De un loco
incendiando un pino de agujas.
Arquitecta
de mí, me construyo a imagen de tus Casas
Y penetras
en carne y morada. Lamentándome marcho
Y disgustado
te muestras, después de hartarte
De mi treta
de cebos. Y cada noche vuelves
Con
apariencia de dolor. Paraíso del gozo.
De tanto
pensarte, Innombrable, me llegó la Ilusión.
La misma
ilusión
De la yegua
que sorbe el agua creyendo sorber la luna.
De tanto
imaginarte me vierto en las aguadas
Y creo
brillar y estar cautiva
Al
resplandor tangencial de un caballo negro de cien lunas.
De tanto
soñarte, Innombrable, quedo anulada
Pero creo en
mí en el oro y el mundo.
De tanto
amarte, poseída de huesos y abismos
Creo tener
carne y vadear
Alrededor de
tus cumbres. De no palparte nunca
Palpando a
los otros
Creo tener
manos, creo tener boca
Cuando solo
tengo patas y hocico.
De tanto
desear cielo y eternidad
Se apodera
de mí la fantasía de que Existo y Soy.
Cuando no
soy nada: yegua fantasmagórica
Sorbiendo la
luna en el agua.
Procede solo
de mí, ¡oh! Rostro Oscuro
Este deseo
de acariciar el espíritu
¿O eres tú,
necesitado de mí y de mi carne
Quien
incendia el espacio y viene sobre mula
Montado en
oro y sable, carabina, cintos
Látigo
tierno
Sobre mi
sensitiva grupa?
O será el
ansia de tus reflejos
Lo que lleva
a vagar a mi espíritu
Y me hace
olvidar que soy solo imperfección
Obscuridad
de tierra, palpitante.
Viene de mí,
Rostro Oscuro, la enramada purpúrea
Con la que
me disfrazo. Los cuchillos
Que afilo
cada día, al seducir
Tu delicada
simetría. Y viene de ti, Oscuro,
Todo ese
destello que jamás me busca.
Quisiera
poner nombres, muchos, a lo mío
ulceroso,
afligido, deforme. Despojos de la tarde
Aves, y alas
buscando tu cara de hollín.
De áspid.
Quisiera
poner el nombre de Roxura, porque el ansia
Se hace
presente con esa desmesura de mí
Que te
sigue. Pero tampoco es eso
Este mi
lloviznar continuo que te busca.
Me muevo en
grandes imprecisiones, azotando los aires
Relinchando
sombras, acarreando la nada.
Los que me
ven me gritan: ¿cómo lo pasó
La aldeana
de su alteza? Y hay mofa y risas.
Pero llega
de ti un entrecruzar de sonidos y murmullos
Un persuadir
de sabores, un sin nombre de pasos
Como si
aguas menudas descargasen
En un huerto
de abius. Como si yo misma
Flotara,
cautiva, ofélica, sobre tu gran Faz
Hoy te canto
y después en el polvo que he de ser
Te cantaré
de nuevo. Y tantas vidas tendré
Cuántas
entregues a mi nuevo amanecer
Intentando
buscarte. Porque vives de mí,
Innombrable,
Sutilísimo amado, relincho del infinito, y vivo
Porque
conozco de ti el hambre, tu noche de herrumbre
Tu sustento
que es mi verso rociado de tintas
Y de un tono
verdinegro tu casco y los arenales
Donde me
humillas profundamente. Hoy te canto
Y después
enmudezco si te logro. Y juntos
Vamos a
teñir el espacio. De luces. De sangre.
De carmesí.
Deseé
mostrarte mi forma humana
Alejada del
todo de la vejez. Por eso
Te llamo a
ti desde niño
Y
adolescente y mujer, también contigo
En agasajo
conviví. Y tuve cuerpo y cara preciosos
Y brisas
encrespadas en una voz tan extraña
Que si
vinieses a aquel tiempo
Me verías en
una escoria de horas
demorada
presencia de muchos enamorados.
Y de todos,
Sombrío, ninguno fue tan aglutinante
Tan pegado a
mi carne, como estuviste, ausente.
Contarás
demasiado. Pero hosca y tímida, hoy,
Te pido con
el relucir de huesos
Con la
fragilidad de la espuma en el agua
Que me
visites antes del adiós de mi palabra.
Manualidades, cuerdas y batallas
Lo que me
sale del alma. Labor
Porque
trabajo sobre tu rostro
De paja:
construyo lo imposible
Mi señor.
Cuerdas, porque te ato
Con las
turquesas disformes del deseo.
En un sinfín
de batallas
Porque
cerrarte en un corazón de hembra
Es pretender
labores: lo quebradizo persistente
Porque lo
intento con la paja
La
delicadeza perfecta de un semblante.
Y lo que
debe hacer
Quién se
olvida de lo más perfecto
Y de sí
propio sólo tiene el gesto humano?
De montañas
y barcas nada sé.
Pero conozco
el trayecto de una altura
Y la
verdadera profundidad acuática
Y ha de
llevarme a ti una de las dos.
De aires y
alas no entiendo nada.
Pero salvo
abismos y un vano de reveses
Para palpar
la luz de tu origen.
De las
piedras sólo conozco las ágatas.
Pero arranco
del esquisto las esmeraldas
Si me dices
que es el verde la ofrenda
Que responde
a los interrogantes de la Ilusión.
Y puedo
herirme en el frío de las espadas
Si me
quieres bañada de bermellón.
En mis
muchas vidas te perseguiré.
En sucesivas
muertes llamaré a este tu ser innombrable
Aunque por
fatiga o plenitud, destruyas al poeta
Destruyendo
al Hombre.
Abrasador,
Obscuro. Abrasador tu hálito
Sobre la
fosca angostura de la garganta.
Palabras que
pensé acantonadas
Renacen ante
el nuevo choque:
Carrascales.
Gárgolas. Emergiendo del duelo
Llega un
lago de asombro
Volviendo a
criar musgo. Regresan las seducciones.
Retorna mi
propia cara seducida
Por tu doble
rostro: mitad raíces
Oquedades y
pozo, mitad no sé qué:
Eternidad. Y
vuelve la ferviente languidez
Las sales,
el mal que supuso esta lucha
En tu arena
crispada de puñales.
Y de estos
versos, y de mi propia exuberancia
Y exceso,
quedará en ti el más sombrío.
Dirás: que
instante de dolor y entendimiento
Cuando soñé
a los poetas en la Tierra. Carne y polvazal
Lo
perecedero, transpirando chispas.
PSdeJ, El
Escorial, a 29 de octubre de 2013
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