Poemas sobre la guerra

 

BERTA LUCÍA ESTRADA ESTRADA


MUJERES DE NEGRO I *

* Del libro Vestigios del Tiempo

 

Las mujeres de negro,

marionetas de la historia,

caminantes de humo,

buscan sus vástagos extraviados en la neblina

 

-no saben descender al reino de las sombras-

 

En su largo trasegar

el viento borra sus huellas

los guijarros, restos de fósiles de antiguos océanos,

hoy lamas finas,

penetran en las plantas de sus pies desnudos

alimañas vuelan sobre sus cabezas

 

Las mujeres de negro, disfrazadas de plañideras,

susurran eternas letanías

sus responsos petrificados agobian al aire

-eco que atraviesa universos-

resuenan en las cumbres

chocan contra las rocas

recorren praderas

navegan en la cresta de rápidos

imaginados por un mítico jaguar

errante eterno de las entrañas de la tierra

 

MUJERES DE NEGRO II

 

1

Las mujeres respiran la noche

van tras el paraíso perdido de Milton,

el paraíso judeocristiano les dio la espalda,

aunque lo buscaron con mil linternas de aceite

en las desoladas noches

de los cuadros de Van Gogh

 

Sus atajos, guijarros de desamparo,

-en los que se tropieza el futuro-

devoran los pies a dentelladas

 

La luz tropieza con la sombra

se diluye en la neblina

oculta el pasado

cierra puertas

 

CUERVOS * 

Un cuervo me sirve de sombrero,

me recuerda a cada instante

la fragilidad de la existencia

Sus patas, garfios afilados,

desgarran mi frente

Su pico, dispuesto a darse un permanente festín,

espera devorar mi tercer ojo,

los otros dos se los engulló hace tiempo

Su aleteo, oda a la muerte,

letanía de responsos,

réquiem que atraviesa centurias,

música de un desafinado órgano,

sus notas caen lentamente

en el jaraíz del tiempo

Su graznido, antesala del penúltimo sueño,

mensajero que vuela de la estación de la aurora

a la estación donde se oculta la luna

-a veces hace una larga escala en la aurora boreal-

 

SOMOS LOS DESCENDIENTES DE POLIFEMO*

En la última hora de la tarde,
cuando el sol copula con la luna,
éramos doscientas gargantas que gritaban
– ¡Libertad!

En ese instante preciso,
aun éramos cuatrocientos ojos 
que hurgaban el horizonte,
vimos el aire teñirse de rojo,
y luego nuestros párpados se cerraron.

Al abrirlos de nuevo intuimos que la luz, 
en su delirante fuga, 
evitó dejar huellas;
dio paso a las tinieblas. 

Ahora somos doscientos Polifemos.
Solo queda esperar que Ulises 
no encuentre nuestra caverna.


NOTAS:

* Cuervos forma parte de un poemario inédito sobre la guerra en Colombia) 

** Poema sobre los doscientos veinte chilenos que perdieron al menos uno de sus ojos en las marchas por una vida digna.


Berta Lucía Estrada Estrada
Correo electrónico : bertalucia@gmail.com


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