Ni el arbol alumbrado en mitad del abra,
ni el empinado pino en densa la colina,
ni el banco oscuro en su espesura
donde un hombre piensa en solitario
sobre el destino del alma errante
sobre la tierra, oculto a las miradas
indigentes, en el sendero oblicuo
que conduce a una umbria cabaña,
ni madre sentada en "claroscuro" del un patio
en sombras, sitiado por jazmines
que deslumbran las miradas del alma, podrìan ya
redimirnos de la deriva y el exilio
de la intemperie y el lamento de Hecuba
conterrada en su patria, de la tempestad
del insomnio sin amor y el desasociego
de ser y acer hacia lo ilimitado sin nombre,
aùn sin nombre: no hay moradas,
solo espejismos de la escritura, cruz invertida
y la memoria de los muertos que alimentan
la mano en voladura: atràs el blanco
plumaje de una garza y su gracia en volandas,
deseos engendrados en el espacio aereo
de una vasta llanura y de calidas aguas,
atràs, atràs, Solo nos queda la improba
tarea de limpiar nuestras huellas y desecar
el mar - el mar, el mar-, con la espera sin duelo
de un adviento de mundo.
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Oscar Portela - 2004.
Corrientes. Argentina