Marlon Brando jamas tomò en serio la tarea del actor como un Olivier. Eso no quiere decir que fuera un irresponsable. Fuè sì, muchas veces, - màs alla de los principios que mantuvo durante toda su vida -, un tanto desagradecido con un arte que dà la posibilidad de desdoblarce y dar de sì, màs de los que otros pueden dar. A èl le cupo la responsabilidad, desde Benedeck (El Salvaje) de romper con un estereotipo de actuaciòn en Hollywwood, representado por Stewart, Grant y otros: fuè tambièn cruel con Strasberg y supo solo agradecer su formaciòn a Viola Ruber, con la cual hizo un compinchaje que no se rompiò nunca.
No hay mas alla de Brando, actores mejores, pero si los hay de su estatura, y Gilgud, filmando el Jlulio Cesar de Mankiewicksz le diò unas lecciones. No le fuè bièn en Londres en Teatro. El solo admirò - una rareza a Paul Muni -, un actor al quien hoy no conoce nadie: bièn. Brando fuè y serà un personaje que pocas veces fuè màs allà de la mano de Kazan como en "Un tranvìa llamado deseo", pero su enorme capacidad de liderasgo, y los manierismos que supo crear, lo convirtieron en un icono, que los màs jovenes - ya no tan jovenes - nunca podràn superar. A pesar de sus caiodas ùltimas dirigido por el viejo Frankenheimer, "La Isla del Dr. Moreau".
A Marlon, que viviò tragedia tras tragedia, no le importaran tanto las lagrimas, como no le importò recoger un Oscar: pero a quienes lo vivimos en ("El ùltimo tango), al que Dassin le rindiò un homenaje en "Grito de mujer", su cameo en "Apocalypsis", y su caracterizaciòn en "El Padrino", clàsicos como "Nido de ratas", su caracterizaciòn de Zapata, todo lo que diò, incluso sus declinaciones como Napoleòn en "Desireè" y tantas otras, tenemos la seguridad que ya no veremos a otro Marlon Brando, a aquel que muy joven se negò - por motivos particulares - a trabajar en teatro con la famosa Tallulah Bankead.