Los ideales estéticos-literarios frecuentemente acompañan los cambios socio-políticos de la sociedad, en la cual se encuentra inserto el “creador de que se trate”. Los cánones de las épocas cambian entonces a pesar de las protestas de objetividad de quienes a "posteriori" se dedican desde la catedra a canonizar la “esencia” de tal o cual genero de obra de arte. Así las vanguardias que ayer se conviertieron en movimientos a seguir ( nadie se atrevería a debatir acerca de la Ética propuesta por los Manifiestos Surrealistas en cuanto a la relación Arte y Poder, lo que acercó las posiciones de Bretón y Trosky en su momento) son prontamente olvidadas.
Pero cuando se trata de “experimentar” con el lenguaje, de adaptarse a los tiempos para convertir “ la obra” en testimonio de rol del creador en cuanto a la progenitura cronológica, los modelos estéticos se desvanecen el aire, así como los movimientos que los sustentaron y la obra queda así librada a su absoluta soledad.
Soledad y dialogo del lenguaje y el creador a la búsqueda ya no de ser depositario de una misiva social que convertiría la obra en señal de una perspectiva que le es impuesta al creador por las instancias histórico-políticas, sino en un “objeto” de búsquedas y experiencias de caracteres aparentemente impersonales, pero que llevan la impronta desnuda del tiempo y el lugar en el cual fue gestada la obra.
Resulta tedioso seguir las especulaciones dialécticas – éste debate parece no tener fin- entre los defensores a ultranza de paradigmas estéticos indiscutibles y los rebeldes a todo canon estético para quienes el lenguaje resulta y debe resultar afin a perspectivas históricas determinadas.
La obra poética- literaria, ostente o no la patina de una escuela o tendencia determinadas, “da lugar a un tiempo, lo interroga – desde una gramática siempre impersonal aunque así no se quiera- el del infinito dialogo del habla en la que esencia el lenguaje- con la experiencia de vida de un creador determinado.
En el caso de la poesía, lejos de canonjías literarias, se trata de la atenta audición y revelación de lo que esta escucha dicta. “La forma se informa de modo anónimo” mas allá de que el verbo sea o no “lenguajero”, de que el yo del Romántico este o no presente en el habla o que este sea abolido por otras experiencias o tendencias literarias. Un poema como una sonata en el más recóndito margen de una partitura tiene o no algo que decirnos, a veces, silenciosamente.
Un poema no es un “artefacto construido con pericia por ciertas manos” que puede armarse y desarmarse según el criterio del analista literario y no obtiene de éste su seguro de vida. No se trata de acudir al misterio ni a lo numinoso , sino en la medida de que la obra de arte a tomado conciencia de sí misma y se convierte de este modo – no en una bisagra ni tampoco en utilitario eslabon de tontas medidas generacionales – sino en el eco sin “eco” de un tiempo determinado. Así en los más grandes. Holderling, Trakl, Celan, Mallarmé, George, quienes transpusieron los umbrales de sus epocas y desde estas dieron "testimonio".
Poesía testimonial, comprometida, lengua o construcción – deconstrucción- del poema según las “necesidades de su autor”, este se sostiene en si mismo acorde con la esencia del habla que le está destinada. Nuestro tiempo vive un formidable eclipse de nuevas fuerzas creadoras: este agotamiento estaba ya previsto por los poetas esenciales, mas en su fragilidad el habla encuentra su fortaleza : escuchemos a Celan: “hasta que tú lanzas/ la luna de la palabra, /por la que/ adviene el milagro del reflujo/ y el cráter en forma/ de corazón,/desnudo, testimonio de los orígenes,/de los nacimientos/ del rey”.
A propósito dice Hans Georg-Gadamer: “una interpretación solo es correcta cuando al final es capaz de desaparecer porque a penetrado del todo en la nueva experiencia del poema”. No se trata por supuesto del canto de gallo de la critica literaria sino de penetrar y desaparecer en un dialogo creador con la experiencia de un poeta. Más para ello debe haber “poesía”. El poema de Celan esta lejos de Odas y Elegías, representa como ninguna otra el “ tiempo de la penuria” y el lo supo en su propia carne como pocos.
Este modo de “dialogo” es la que a puesto en escena una y otra vez Martín Heidegger por ejemplo dialogando con algunos versos de Stephan George, para proporcionar de este modo testimonio de los orígenes que pide Celan, con el corazón desnudo como un cráter para esperanzado continuar la espera el posible “nacimiento de un rey”.
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