Hoces, sahumerios, crematorios, mares
devueltos en pos de sí, muerte que nos
proteges contra el exilio del cielo
no medido donde renovamos fiebres
abiertas a la ansiedad del
infinito, suave como una mano
que huye tras la línea de amor y
marca la grafía del vacío de Dios
o su presencia en la muerte
que soporta y devuelve
al cielo dones y secretos, presencias
donde grita la sed de la escritura
que despoja de nombres,
signos no visibles, fantasmas
de la repetición, huellas remotas,
mientras se aleja el año por el
cual te sostienes bajo el cielo
que mueve suavemente lágrimas,
vértigos, sopores que hablan
maravillosamente y protegen,
cuando el otoño llega y es
otoño.
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