Mientras avanzas retrocedes
y no esperas sino el golpe
e gracia de la imagen final
donde buscas el poder de los
nombres y no la salvación ni
el perdón, sino aquello que
sangra en la conciencia de
la imagen que te convoca al
borde del infinito
por el que ahora aceptas el
son y el don de la locura
donde yacen
viejos cadáveres que sangran
armonías ocultas, condenadas,
y tejes la ilusión de la
muerte, el texto no acabado,
abierto, que alumbra la
tempestad de la poesía
despojada de obra hacia el
soplo inminente
que arroja todo al desamparo
oscuro del insomnio o la
gracia donde mana el
cielo que espera el seco
golpe, el rostro de la pasión
que ha encontrado su asilo.
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