Sal en sus lágrimas. Lagrimas de sangre
Tiñen de cárdenas sombrías luces
Su camino de muerte.
El sudor y las lágrimas
Circulan por las venas contraídas
Del solitario aquel a quien la suerte aleve
Le propina ahora su última estocada
Sobre un paisaje árido y salvaje
Como el perro destino de la patria.
Que ominoso este cielo de caranchos.
No hay civilización ni patria sin traiciones
Ni patria sin crueldad desmesurada.
Ahora lo sabe.
Y en el camino trunco de su vida.
En la hora fatal de su osadía
Oye la voz del Manco que en las sombras
Susurra quedamente en sus oídos
Barranca Yaco es Cruz que se repite.
En la ominosa traición de la celada
Que nos tendemos a nosotros mismos.