Página Principal
-
Naturalismo
-
Ciberarte
-
Letras
-
Alquimias
-
Oscar Portela
powered by
FreeFind
Oscar Portela
El Verbo y la Carne
A Bruno Santos
De que luz primigenia. De que auroras
Nacidas al amparo de vulneradas muertes.
De que amarillas lunas ahogadas por el agua
De lagos primordiales como los elementos.
De que silbidos áureos que presagian
El transito del caos a la armonía cósmica
El alfarero inaugural hizo tu cuerpo de la arcilla
Más pura desta tierra, oh Bruno a torbellino y
Magia condenado. Tú eres la tierra adolecida
De toda la inocencia de un devenir sin deudas
Y el milagroso azar que nos corona con recia
Aristocracia del más audaz deseo de la especie.
¿Que alfarero y chaman mojó sus dedos en las
Dolientes viseras de un pájaro para
Amasar tus labios, ánforas que contienen toda
Las endechas del mundo? ¿Que coreutas osados cantaron
El nacimiento de tus formas cinceladas en ébano
Cubiertas por tu carne trabajada en arcilla
Santificada por la aurora de América?
¿Que chaman te bautizó en la cuna de verde césped
Humedecido por el rocío del alba primigenia?
¿Que sinuosos ríos de montaña dibujaron tus caderas
Que huyen de las manos del hombre y de todo poema?.
Y tus desnudos muslos que envidian las efigies
Y rompen los harapos de humanas vestiduras
Para surgir desnudos y perfectos como la melodía
Que los vientos ponen en las florestas para que todo
Asombro bañe la hermosura de un Dios que esperará
La hora de bendecir el suelo que nos toma y tomará
Nuestros deseos todos para quemarlos en la hoguera
Del amor deseado y devolverlos a la tierra fértil
A la que pertenecemos los mortales y dioses
Que embellecen las horas de los días terrestres.
No hay templos para ti, oh Bruno, ni poemas que no se rompan
Por que eres mas bello que el verbo convertido en palabra.
Porque tú justificas todo el dolor del mundo.
Tu belleza es el premio y la eternidad del oro.
El dolor dice pasa pero el goce quiere contemplar tus fulgores.
La eternidad efímera del búcaro que no puede morir
Y vuelve eternamente como los dioses de la tierra que son
El salmo de la tierra misma y tu su encarnación oh Bruno Santos.
(A mi amigo Víctor Sánchez Hernández)
Nacidas al amparo de vulneradas muertes.
De que amarillas lunas ahogadas por el agua
De lagos primordiales como los elementos.
De que silbidos áureos que presagian
El transito del caos a la armonía cósmica
El alfarero inaugural hizo tu cuerpo de la arcilla
Más pura desta tierra, oh Bruno a torbellino y
Magia condenado. Tú eres la tierra adolecida
De toda la inocencia de un devenir sin deudas
Y el milagroso azar que nos corona con recia
Aristocracia del más audaz deseo de la especie.
¿Que alfarero y chaman mojó sus dedos en las
Dolientes viseras de un pájaro para
Amasar tus labios, ánforas que contienen toda
Las endechas del mundo? ¿Que coreutas osados cantaron
El nacimiento de tus formas cinceladas en ébano
Cubiertas por tu carne trabajada en arcilla
Santificada por la aurora de América?
¿Que chaman te bautizó en la cuna de verde césped
Humedecido por el rocío del alba primigenia?
¿Que sinuosos ríos de montaña dibujaron tus caderas
Que huyen de las manos del hombre y de todo poema?.
Y tus desnudos muslos que envidian las efigies
Y rompen los harapos de humanas vestiduras
Para surgir desnudos y perfectos como la melodía
Que los vientos ponen en las florestas para que todo
Asombro bañe la hermosura de un Dios que esperará
La hora de bendecir el suelo que nos toma y tomará
Nuestros deseos todos para quemarlos en la hoguera
Del amor deseado y devolverlos a la tierra fértil
A la que pertenecemos los mortales y dioses
Que embellecen las horas de los días terrestres.
No hay templos para ti, oh Bruno, ni poemas que no se rompan
Por que eres mas bello que el verbo convertido en palabra.
Porque tú justificas todo el dolor del mundo.
Tu belleza es el premio y la eternidad del oro.
El dolor dice pasa pero el goce quiere contemplar tus fulgores.
La eternidad efímera del búcaro que no puede morir
Y vuelve eternamente como los dioses de la tierra que son
El salmo de la tierra misma y tu su encarnación oh Bruno Santos.