|
-¿Qué nos puede
contar acerca de su ciudad San Marco in Lamis, donde ha permanecido toda
su vida y desde la cual viaja a todo el mundo?
Yo nací en 1940 en San Marco in Lamis, un pequeño pueblo del sur de
Italia, situado en el tacón de la bota, en el Parque Nacional del
Gargano. Es un lugar tranquilo donde
me queda bastante tiempo para trabajar y salir por la noche con
mis amigos a dar un paseo en una larga y ancha alameda que parte en dos
el pueblo: la parte al este, el casco medieval, que se encarama a la
montaña y la zona al oeste, más llana, donde se encuentran los nuevos
edificios. En mi pueblo no hay teatros, no existen ni librerías ni
círculos literarios y para comprar un libro o una revista hay que bajar
a la ciudad de Foggia, que está a unos 35 kilómetros. Pero, a pesar de
todo eso, me gusta vivir en mi pueblo y nunca lo cambiaría con esas
ciudades tan caóticas y monstruosas donde prefieren desplazarse muchos
de los poetas e intelectuales que yo conozco. para no perder los
contactos con la gente que “cuenta” y poder así intercambiar favores,
rascar espaldas y halagar egos. Cuando viajo a España y a América
latina, siempre me piden donde vivo y para que tengan una idea de mi
pueblo les leo los versos de un poema titulado: “Fotografía de San Marco
in Lamis”. El poema dice así:
El blanco
arde y araña las paredes
que bajan
empinados escalones
se pierde y
disemina en las casitas
en vilo
sobre el monte.
Con cartabón
construido a pan y agua
se encaja y
desarrolla descendiendo
hacia la mar
soñada tras los bosques.
En calle
Cappellini las comadres
bordan junto
a la puerta de las casas.
Pero no te
ilumina el sol la carne
inquieta
bajo un luto milenario
y con manos
de cal me reacomodas
el pelo
alborotado por el viento.
Grita la
tarde y en tropel se expande
en la plaza,
al pie de Santa Clara.
La oscuridad
desclava los soportes
y el lúgubre
retumbo de toneles
abre los
ojos y seca la saliva.
Hoy he
subido hasta la calle nueva.
Tras la
tapia, los tejados de San Marcos.
Tengo los
pantalones muy parchados
y la
mirada arisca.
En Calle Cappellini, 33 se encontraba mi casa donde transcurrí los años más
bonitos de mi infancia.
La traducción es del malogrado Guillermo Fernández, gran poeta y traductor
mexicano, que terminó de verter al español mi libro “Escúchame, Señor”
algunos días antes de que muriera trágicamente en su casa de Toluca.
|
|
En Il dono della notte hay muchísimas referencias a ese mundo tan
amado por él y los poetas se agolpan junto con los demás familiares
alrededor de su lecho de muerte, presencias, ellos mismos, igualmente
tangibles como los objetos y las personas por él queridas. Quizá este
libro le hubiera gustado a mi hermano. Él era un gran admirador de mis
poemas y me decía a menudo que hubiera querido escribir los suyos con la
misma espontaneidad y la misma sencillez con las cuales yo escribía los
míos. Yo, en cambio, envidiaba la bella forma y la clásica elegancia de
sus versos. “Dime que un día escribiremos juntos / el más hermoso libro
de poemas. / Yo pondré mis palabras más humildes / tú la magnificencia
de la forma / que heredaste de los antiguos griegos.” Así escribo en uno
de los cuarenta y cuatro poemas que integran mi libro. Estoy seguro de
que Il dono della notte lo hemos escrito juntos. Ha sido él que
me ha dictado los versos más hermosos.
-¿Qué opinión le
merece la poesía italiana actual, tomando en cuenta que ha realizado
varias antologías, sobre todo de las últimas generaciones?
Como traductor y como crítico, conozco bastante bien la realidad poética
de mi país. He publicado en España seis antologías de poesía italiana
contemporánea y otra en México. Es un trabajo ímprobo, porque es raro
que se conozcan bien las dos lenguas, el italiano y el español. A veces
el que se alaba de saber bien la una y la otra, termina por cojear en
ambas. Sea como fuera, traducir a una lengua que no es la tuya propia,
es muy gratificante si la operación final resulta de buen nivel.
Volviendo a su pregunta, la poesía italiana actual posee, a mi parecer,
una singular vitalidad y orientación dentro de Europa. Alterna
coherentemente varias vías de expresión, que han renovado
lingüísticamente el género: la estética realista, de sentido ético y
capacidad crítica; la escritura artística lacónica y altamente lírica,
fragmentaria y subjetiva; las experiencias neovanguardistas del grupo 63
y de los “Novissimi”. Me atrevería a afirmar que, por su riqueza y
calidad expresiva, la poesía italiana está, en este momento, entre las
mejores, quizás la mejor, de Europa. Quisiera añadir algo más sobre la
poesía de los jóvenes. Yo publiqué en octubre de 2008, en la editorial
Sial de Madrid, una exhaustiva antología titulada Jardines secretos.
Joven Poesía Italiana, en la que se incluyen a 27 jóvenes poetas
italianos. La poesía emergente en Italia es muy rica. Yo siempre digo
que a los jóvenes lo que hay que exigirles es rigor en su trabajo y
respeto por él, pero a partir de ahí ellos tienen que responder a su
tiempo y de acuerdo con sus propias necesidades. A mí me parece triste
el ejemplo de poetas maduros que desprecian lo que viene por detrás, que
se creen que la poesía acaba con ellos, que les van a quitar algo. Yo
valoro mucho el trabajo de gente joven.
-Usted tradujo y
publicó a varios poetas españoles y universales con una casa editorial
de Bari. ¿Cómo nace este interés por la poesía en lengua castellana?
Estaba loco por la poesía de Federico García Lorca cuando tenía veinte
años y me sabía de memoria su “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Luego
vinieron Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado, Guillén, Aleixandre,
Cernuda, Salinas y Alberti. El encuentro con los poetas más recientes lo
tuve gracias a la amistad de Luis García Martín, que me enviaba, allá
por los años 80, desde Avilés su mítica revista “Jugar con fuego” y que
con el regalo de su antología Las voces y los ecos publicada
precisamente en 1980 en las ediciones Júgar, me permitió acercarme al
panorama poético español de aquellos años. Mantuve con José Luis un
carteo muy frecuente, luego nuestra amistad se fue aflojando y hoy casi
no nos escribimos. Llevo casi cuarenta años traduciendo poesía española.
Mi primera antología de poesía española salió en 1980. Se titulaba
Cinco pesetas de estrellas e incluía a 14 poetas. Algunos de ellos
que por aquel entonces eran casi desconocidos producirían, a lo largo de
los años, una obra de gran envergadura, como Luis Alberto de Cuenca,
Clara Janés o Ana Rossetti.
Yo dirijo una colección de poesía en la editorial Levante de Bari, que
se llama I Quaderni di Abanico y soy editor de I Quaderni
della Valle. En la primera se editan sobre todo libros de poetas
españoles, con la sola excepción de una antología del mexicano Héctor
Carreto. La segunda acoge a poetas de todo el mundo, clásicos y
modernos. En ella salieron varias de las traducciones de mi hermano
(Safo, Anacreonte, Asclepiades, Arquíloco, Mimnermo, Alcmán, etc),
poetas portugueses (Casimiro de Brito), franceses (Raymond Farina),
argentinos (María Negroni y Mercedes Roffé), corsos, vascos,
cubanos y, por supuesto, muchos italianos y españoles.
-Salvo Neruda,
Vallejo, y otros pocos, la poesía latinoamericana es casi desconocida
para un gran circuito de lectores italianos. Lo mismo pasa en
Latinoamérica con la poesía de su país. A excepción de los nombres
clásicos hay un desconocimiento casi total de los poetas que empezaron a
publicar a partir de la posguerra. ¿A qué debe este hecho lamentable?
En Italia, con excepción de pocos grandes ya clásicos, como
Neruda, Octavio Paz o Juan Gelman, la poesía latinoamericana es
semiclandestina y encomendada a iniciativas ocasionales. Son dos mundos
–el latinoamericano y el italiano– que, aun teniendo múltiples puntos en
común, viven casi de espaldas, ignorándose arrogantemente. ¿A qué se
debe esto? La cultura y también la poesía en Italia están monopolizadas
por grupos limitados. También para la poesía cuenta el “poder” del
idioma en que ella se expresa. ¿Por qué traducir a un gran poeta chileno
o mexicano?, dicen algunos. Es mejor presentar a un mediocre poeta
estadounidense, porque puede ser más “rentable”.
-En relación con la
pregunta anterior, sabemos que usted en los últimos años ha sido un
puente fundamental para amortizar esta situación pero estará de acuerdo
que se necesita sumar nuevas fuerzas que asuman esta labor de traducción
y difusión por parte de ambos lados.
Mi deseo es que todos juntos convengamos en la necesidad y en la
urgencia de un mayor acercamiento de las relativas poesías, favoreciendo
un más intenso intercambio cultural entre los países latinoamericanos e
Italia.
-¿Cuánto terreno le
gana el traductor al creador, considerando que usted dedica bastantes
horas de su tiempo a este trabajo?
Muchísimo. Yo he
dedicado a los demás la práctica totalidad de mi vida literaria. Cuando
me preguntan sobre mi quehacer poético, yo contesto, bromeando, que
escribo poesía cuando me canso de traducir, lo que pasa muy raramente.
Los primeros versos de mi vida
los escribí cuando tenía nueve
años, con ocasión de la muerte de mi padre. Mi madre había muerto un año
antes. Esos versos los recogí luego en un poema que se titula ‘Eravamo
tre piccoli fratelli’, cuya versión española se puede leer en el libro
La memoria del vuelo,
publicado por la madrileña editorial Sial en 2002. En realidad, para mí,
escribir versos no ha sido nunca una ocupación predominante. Empecé muy
tarde, a los cincuenta años, porque quería introducir una nota de
distinción en mi biobibliografía. Después de escuchar mis traducciones
de los poetas españoles, todo el mundo me decía: «¡Seguro que usted es
un poeta!». Y yo me sentía en la obligación de desmentirles, pero añadía
en mi defensa: «No es necesario saber escribir versos. Basta con tener
la sensibilidad del poeta». Pero me daba cuenta de que tenía que
contestar de otra forma: «Sí, ¡yo también soy poeta!». Esta comedura de
coco la he sintetizado en los seis versos de un poema que se titula
precisamente “Poeta, antólogo y traductor”, que dice así:
Tus versos no valen un
pimiento
de esto eres consciente
pero te sirven
para la nota del
próximo cuaderno
sobre las poetisas
iberoamericanas
que podrás comenzar de
este modo:
Antólogo, poeta y
traductor.
Un crítico italiano ha escrito que estos versos «escarnecen hasta la
autodestrucción benéfica las costumbres de la comunidad literaria». Sin
embargo, no era esta mi intención. Decía antes que la poesía no se ha
apoderado nunca de mí totalmente. La he considerado siempre como algo
que podía dar más brillo a mi actividad de crítico y traductor. Pero he
de confesar que mi relación con ella ha sido siempre conflictiva e
incluso me ha hecho sufrir, porque se me ha entregado con cuentagotas y
no me ha regalado nunca un verso estupendo, uno de esos versos que sólo
los grandes saben escribir. He hecho de todo para ganarme su confianza,
para luego echarle en cara su infidelidad, he intentado violarla,
estrangularla y al final le he cerrado la puerta en las narices, pero
nada. He seguido amándola con un amor profundo, así como se quiere a un
hijo con quien la naturaleza ha sido poco generosa y que te da vergüenza
sacar a la calle para evitar la compasión o la satisfacción más íntima
de los amigos frente a tus desgracias.
-Su relación con
México ha sido entrañable. Llega por primera vez a este país invitado al
Encuentro de Poetas del Mundo Latino y desde entonces ha vuelto en
varias ocasiones. Ha traducido y antologado a poetas mexicanos y los ha
publicado en editoriales italianas. Esto marcó un giro definitivo en su
interés hacia otra poesía.
Sí, llegué por primera vez a México en 2008. Volví en 2009, 2010 y 2011,
siempre como poeta invitado al Encuentro de Poetas del Mundo Latino. En
2011 me homenajearon con una medalla de plata por “mi gran labor como
traductor de la poesía mexicana”. Es un reconocimiento que me
enorgullece mucho. Fue precisamente a raíz de mi primer viaje a México
cuando empezó a cuajarse mi interés por la poesía latinoamericana. Allí
conocí a muchos poetas peruanos, colombianos, chilenos, argentinos y
sobre todo mexicanos. Y pude apreciar en todos ellos una originalidad de
temas y una frescura de lenguaje que difícilmente se encuentra en la
poesía europea.
Últimamente, junto con un pequeño y combativo editor de Foggia, hemos
creado la colección “Uni-versos” donde se publican sobre todo antologías
y libros de poetas latinoamericanos. Han salido ya traducciones de Marco
Antonio Campos, José Ángel Leyva, Hugo Gutiérrez Vega, Jorge Valdés
Díaz-Vélez, Víctor Manuel Mendiola, Víctor Rodríguez Núñez, Luis Armenta
Malpica, Juan Manz, Luis Benítez, entre otros, y las antologías de
poesía mexicana, ecuatoriana, argentina, nicaragüense, de la República Dominicana,
por no hablar de las varias traducciones dispersas en revistas y
periódicos.
-De lo que conoce y
ha traducido de la poesía latinoamericana ¿qué autores le han llamado
más la atención?
Los mexicanos Hugo Gutiérrez Vega, Marco Antonio Campos y José Ángel
Leyva; los colombianos Juan Manuel Roca y Jotamario Arbeláez; el
argentino Jorge Boccanera; el cubano Víctor Rodríguez Núñez, pero
también los jóvenes como el chileno Mario Meléndez y el mexicano Alí
Calderón.
-¿Qué nos puede decir
acerca de su último libro de poemas
El don de la noche publicado
recientemente en México?
El libro que me publicó mi entrañable amigo José Ángel Leyva en la
colección “Temblor de Cielo”
se titula precisamente El don de la noche y otros poemas y se
enriquece con un prólogo de otro querido amigo Marco Antonio Campos. El
libro, preciosamente editado, incluye mi traducción de Il dono della
notte y una selección de poemas de otros libros.
-¿Cuáles son sus
actuales proyectos de traducción? ¿Está preparando alguna nueva
antología?
Estoy reuniendo materiales para una antología de poesía venezolana
traducida al italiano.
|
|
Emilio Coco,
nacido en San Marco in Lamis
(Foggia, 1940), es
hispanista, traductor y editor. Entre sus trabajos más recientes
destacan: Antologia della poesia
basca (Crocetti, Milán, 1994), tres volúmenes de
Teatro spagnolo contemporaneo
(Edizioni dell’Orso, Alessandria, 1998-2004),
El fuego y las brasas. Poesía
italiana contemporánea (Sial, Madrid, 2001),
Los poetas vengan a los niños
(Sial, Madrid, 2002), Poeti spagnoli contemporanei (Edizioni
dell’Orso, Alessandria, 2008), Jardines secretos (Sial, Madrid,
2008), Antologia della poesia messicana contemporanea (Sentieri
Meridiani, Foggia, 2009), La parola antica (Nove poeti indigeni
messicani) (Edizioni dell’Orso, 2010), Antologia della poesia
ecuadoriana contemporanea (Sentieri Meridiani, Foggia, 2011),
Dalla parola antica alla parola nuova. 22 poeti messicani d’oggi
(Raffaelli, Rimini, 2012). Come poeta ha pubblicato:
Profanazioni (Levante, Bari,
1990), Le parole di sempre
(Amadeus, Cittadella, 1994), La
memoria del vuelo (Sial, Madrid, 2002),
Fingere la vita (Caramanica
editore, Marina di Minturno, 2004), Contra desilusiones y tormentas
(Ediciones Fósforo, Ciudad de México, 2007), Il tardo amore
(LietoColle, Falloppio, 2008, traducido al español, al gallego y al
portugués, Premio Caput Gauri, 2008), Il dono della notte
(Passigli, Florencia, 2009, Finalista Premio Pontedilegno Poesia, Premio
Alessandro Ricci-Città di Garessio, Premio Città di Adelfia, Premio
Metauro, Premio della Giuria “Alda Merini”), El don de la noche y
otros poemas (“Temblor de Cielo”, La Otra, Ciudad de México, 2011),
Ascoltami Signore (Edizioni dell’Orso, 2012, traducido al español
por Guillermo Fernández con el título Escúchame, Señor, Mantis
Editores, Guadalajara, 2012) y algunas plaquettes.
Dirige las colecciones I Quaderni di Abanico (Levante
Editori, Bari) y Uni-versi (Sentieri Meridiani Edizioni, Foggia)
y es editor de I Quaderni della Valle. Entre las muchas
distinciones y premios que ha recibido sobresalen el Premio de ensayo y
traducción Annibal Caro y el Premio Proa a la trayectoria poética.
En 2003 el rey de España Juan Carlos I le otorgó la encomienda
con placa de la orden civil de Alfonso X el Sabio. En
2010 ha recibido la condecoración “Alejo Zuloaga”
de la Universidad de Carabobo
en Venezuela. En 2011 el Colegio de México le concede una medalla de
plata por su trabajo de traductor de autores mexicanos. Ha participado
en muchos festivales de poesía en España, Francia, Turquía, Argentina,
Venezuela Nicaragua, Colombia, México y Ecuador. Ha sido traducido al
español, portugués, gallego, francés, húngaro, lituano, turco, árabe y
corso.
|