LA CANCIÓN DEL ESPEJO
Piensa que no soy tú, así que no me pienses.
Mira para otro lado
mira el mar, mira dentro.
No me mires. Piensa que no es verdad
piensa que en el fondo hay piedras.
Piensa en las piedras: ese es un buen pensamiento, sólido, estable.
En las piedras que parecen deseos, en las piedras del tiempo
que parecen años. Piensa en los años. No mires al espejo.
Este no soy yo. Es tu recuerdo. Es la melodía,
la música de la imagen que se te parece. No soy yo.
No eres tú.
No es nadie.
Piensa en el agua del mar, en su movimiento, en su peso.
Piensa en el agua y no en mí, piensa en el pensamiento
que viene y va, como un espejo.
Pero no pienses en el espejo, rompe el espejo
de una pedrada, piensa en el alma dura de las piedras
en las piedras: ellas sí que te hacen falta
con su firmeza, con su alegre peso
misteriosas y serias: en las piedras.
Si el espejo se rompe no soy yo, no eres tú
no es nadie, es la fuerza
del recuerdo que se ahoga en el espejo, en el agua
seca del espejo, la fuerza sin fuerza, la luz que se apaga
el espejo quebrado y yo, mi inocencia
que te dice:
piensa que no soy tú, no me pienses.
EL CAFÉ
"Aceite funéreo",
lo llamó César Vallejo.
Sin embargo el café es una parte de la noche
la parte más despierta, la que se aleja del sueño
la parte tenebrosa.
Leche negra, el café, leche de sombra, alimento de monstruos
vino absurdo del otoño
agua del odio.
Para estar despierto, para vigilar, para matarse
el café.
Líquido negro.
En el alma no hay lugar para la dicha.
Se toma el café, su vigilia erecta
su ronca voz
su corazón negro.
Se toma el café, su eficiencia.
Una taza de café, un pocillo
un sorbo.
Se toma el café. Una dosis.
El café. Un poco.
A la mañana, el grito del café, su grito oscuro
a la mañana,
cuando hay que despertarse
el grito del café
un gallo líquido.
Su canto negro.
LAS NARANJAS
Putas redondas, pelotas
llenas de hambre sexual, de una luz sometida
sin tiempo, de una vida agridulce
de la pasión idiota
de unos pocos momentos, del amor de un minuto
de la sombra, del sexo de los gajos
de la cáscara.
No se parecen al sol, no son como la luna
se parecen al atardecer, se parecen al viento
cuando sopla sobre las rocas, cuando habla el silencio.
Tienen una virtud: son locas.
La frescura y el dolor se parecen.
Las naranjas dementes no tienen pelo, no tienen voz
no tienen sentimientos.
Las naranjas son frescas, locas y frescas
como el jugo del pensamiento.
A LA HORA DE CENAR
En el cuchillo hay energía viril, erecta, y en el tenedor
silencio absoluto.
El tridente con un diente extra, el tenedor laborioso dialoga
sin palabras con el sonido del cuchillo, lo espera, aguarda que corte
y lo corrige.
Más tarde, lleno de oscuras verdades, llega a la boca.
El cuchillo corta y el tenedor resiste.
El cuchillo separa y el tenedor transporta.
El cuchillo se hunde y el tenedor emerge.
El cuchillo descuartiza y el tenedor alcanza.
El cuchillo grita y el tenedor solloza.
El cuchillo penetra y el tenedor planea.
El cuchillo es arma y el tenedor inocencia.
Son dos palabras de metal, pero distintas:
una seca y violenta, otra en silencio.
Son dos palabras de metal, pero una asesina.
El tenedor murmura mientras aúlla el cuchillo.
El cuchillo es lobo y el tenedor cordero.
¿Qué existe en el cuchillo, que da tanto miedo?
¿Qué emana de su presencia, del filo de sus ideas?
¿En qué consiste el cuchillo sumido
en el tiempo de su instrumento?
¿Y qué representa el tenedor que no cesa?
Ambos son herramientas del mismo metal
pero el cuchillo parece más fiero
en cambio el tenedor se muestra casi dormido, recién despierto
más dulce y suave en la carne misteriosa del metal
más comedido y terso.
El cuchillo no duerme.
En la vida esas dos palabras, tenedor y cuchillo
cuchillo y tenedor
se encuentran
no terminan de separarse:
se buscan, se olfatean, se quieren
se odian
rozan, palpan y friegan sus pieles
de metal artístico, macho y hembra.
La lechuga moribunda yace, cercenada
la carne sangrienta en el plato.
LA CUCHARA
La cuchara es la fruta más extraña del mundo. No se come. Sin
embargo se lleva a la boca, tiene cáscara y es como la ilusión, dura y
violenta.
La cuchara se mete en la sopa y la asusta. Se mete en el arroz y lo
hiere, se mete en la harina y la muerde.
Sin embargo, no tiene dientes.
La cuchara no expresa sus sentimientos, es como el corazón de Dios, que
está dormido y alegre, que no se mueve, que es duro pero se puede tocar,
que no siente.
La cuchara no siente. El frío y el calor no la molestan.
Es necesaria sí, para la vida del hombre, pero también es rara.
Tanto, que no tiene temor de las estrellas, ni de las moscas, ni del
tiempo eterno.
La cuchara vive sin saberlo, entre los otros cubiertos, al lado de los
cuchillos filosos y de los tenedores ciegos, al lado de las tazas frías
y junto a las papas violentas. Las cucharas se burlan del aceite.
Las cucharas son mujeres sin cuerpo, mujeres sin sentido, mujeres sin
tiempo. Herramientas poderosas de un sutil recuerdo, de una mirada
fugaz, de la voz de los muertos.
Las cucharas llevan la voz de los muertos en el té, en el caldo. Las
cucharas recuerdan. Y no tienen miedo.
Si ves una cuchara, sigue de largo. Piensa en la luna que vive feliz y
blanca sin cucharas que la molesten.
Una cuchara es como el metal del silencio, dura y terrible, sin
dueño.
UNA COPA DE VINO
El vino es una flor de un sólo pétalo de vidrio.
Entre los tantos seres que pueblan el mundo debido a su leve violencia,
el vino es el de más firme delicadeza.
En el oscuro y claro reino de los líquidos, cuya soberanía comprende
desde los almíbares hasta los venenos, el vino ocupa un lugar de
misterio. La fuerza y somnolencia de las propiedades que lo definen
hacen que se parezca a la sangre humana.
Está vivo, sí, pero es lento.
Le cuesta un poco fluir. Es hosco, vago y espeso. Avanza paso a paso
entre las nubes de piedra
que van desde los labios al borde del vaso, y del vaso al filo de las
estrellas.
Va sin pensar, dentro de sí, en medio del sentido líquido de su cuerpo,
como si le pesara la flojedad del sueño. Por lo común
es rojo, de tono rubí, sereno, o francamente tinto.
A veces aguachento, como con gotas de agua lustral venidas de lejos.
En ocasiones, debido a la opalina propia de la cáscara de la cepa, al
fermentar transparenta, dando la idea y la palidez de una leucemia.
En el extendido reino de los líquidos se hallan junto a él el sudor, la
saliva y el semen. También el agua de mar, las lágrimas de llanto y las
de la menstruación, los humores segregados por los racimos del páncreas
y los propios del hígado en su seno.
Pero el vino es el que más sobresale, el que más canta.
La pureza de su sonido y la razón proveniente de la oscuridad hacen su
fuerza más verdadera.
Pero más obstinado y persistente aún que el vino es su silencio, el
rastro de humedad que deja en las copas al abandonarlas, al ser bebido.
Al colmar una copa se alcanza la verdad, y al vaciarla se llena de
violencia.
Entonces en el espacio queda una pregunta.
Y fuera del espacio el vino sin respuesta.
UN HUEVO
Al romperse amanece.
¿El sol tiene cáscara?
Su piel quebradiza
calcárea, débil
recuerda la palabra
oculta del paraíso.
¿Qué fue primero
la gallina o el huevo?
Adán y Eva
y el huevo, el origen, el pecado
original, envuelto en paños de sombra
en brocados. En terciopelo negro
que se desgarra.
¿Qué fue primero?
¿El sol o los malos?
¿El sol tiene cáscara?
Al golpear el cuerpo del huevo
contra un borde duro
-el horizonte de la sartén, la mandíbula sin dientes, la quijada
curvilínea de la olla-
amanece el sentido
el sol del sentido, la yema
de las palabras.
Al romper un huevo
sale el sol del sentido
el sentido de la cáscara
la luz de la conciencia
el acto de la palabra.
Al romper un huevo se dice algo
el silencio parte su cáscara.
Sale inmenso el sol
del lenguaje.
Al romper un huevo se rompe un astro
y da leche de Dios, sangra un dolor extraño
el dolor de decir, la grieta de la cáscara
rezuma sonido claro.
La albúmina, lengua de la semántica
la pura calma del sol, la mañana
en el plato.
LA PLUMA
Arrancada de la gallina viva
de la paloma o ave fenicia
africana
del cuervo vespertino anochecido
del pato demente, del ganso
del águila romana imperial
del insomnio volador cartaginés
la pluma continúa y sigue sola
no para ahogarse y escribir
no para volar.
Es gris, la pluma a rayas.
Blanca, a estrías.
Intermitente.
La pluma crece de la sombra arrancada
del ave ausente.
El animal desarrolla su silencio.
Algo omite en el canto
al faltarle esa pieza
si es que canta.
Es pluma, no vegetal
aunque parece helecho del jurásico.
No tallo intransigente, se dobla
flexible, seco.
Tubo de ave. Tallo hueco.
Está en el aire la entraña
volador el hueso
liviano de la pluma
vacío
la sustenta.
La gallina no alcanza a volar.
Pero la pluma
arrancada despierta
espina dura del aire
viento fino tubular
letra filosa
céfiro de los ancestros
pincha y corta.
Aliento de guerrero.
Vuelo lleno.
El viaje de la cáscara a la pluma
del calcio a la verdad
hasta la levedad
de huevo y yema
al punto diminuto, a la inserción
de la clara en el perímetro
galladura
del espacio exterior
infinito
proyectado desde el punto focal
hasta las crestas y espolones
fieras del gallo
armas de riña
el paso es instantáneo
La centella
extraña de la pluma.
Al puro fondo
al hueco
de la dureza
de la cáscara al bípedo insondable
del óvulo central al sol parejo
citoplasma y núcleo
alrededores
yema y albúmina hasta la cánula
del canto
del pico a la expresión
no hay espacio.
La pluma es tiempo.
En el fondo del tiempo se oculta
el ancla de un barco volador
pesado.
De allí proviene la vertical sumergida
de allí el sueño
y va al fondo del mar
al centro de la Tierra.
La pluma es punto.
Fija al ave en su sitio
otorga al músculo
lugar y firmamento.
Si en el sitio central no hay viento
el ave se disipa, se dispersa.
No hay vuelo, ni navío
no se comprueba navegación alguna.
La pluma está, y si no hay pluma
todo se viene abajo.
El plomo es más pesado.
El plomo de la ausencia del ojo del ave
es oro puro obtenido
de la trasmutación de los metales.
Lingotes de lo que va a pasar
piedras inmensas del después
peso futuro.
El mundo y la paloma
el águila
la gallina, el gorrión, el avestruz
ponen huevos abstractos.
La pluma equivale
a la victoria.
Es el poder al revés.
La pluma es débil.
"Patria o Pluma"
Llena de tiempo seco
la pluma es anarquista.
Arrancada del ave terrestre
sigue viva
Es invencible.
El gallinero del silencio
laberinto griego
lleno de mierda y paja
la oculta pero resplandece
el sol íntimo del huevo
asoma y alumbra en la pluma.
ENRIQUEZCA SU VOCABULARIO
Ve al diccionario rescata
la palabra "íngrimo" y me
avisas.
¿Volviste? A esta hora
están matando un gallo en Senegal
óyelo bien
le están cortando el cuello
a un gallo que no eres tú
no te importa su nombre
sin nombre un gallo
pudo ser hombre
el destino es extraño
y tiene plumas
cacareaba, sí
pero, ¿qué sabes?
¿Tú qué sabes
del gallo
de la sustancia que alza
dentro?
¿Conoces el principio
azul del músculo
la estatura ciega
ósea?
Pudo ser hombre
sufrió en dos patas
como cualquiera
en Senegal.
Lo matan. Ya sabes
la cáscara
deja la llaga
del gallo humano salir
gotea cortado
el cuello
el hombre puro
del gallo
la desolación
deja un desierto en la madrugada
hace un agujero en la luz
el picotazo negro
de la muerte
gallina
la mañana.
El gallo
en el hombre.
Ahora di:
¿Qué significa “íngrimo”?
Beber un vaso de agua es un acto perfecto,
lleno de violencia.
Beber un vaso de agua es matar la transparencia
beber silencio absoluto. Beber silencio.
Beber es como vivir
beber agua es morirse.
Un vaso de agua es un trozo absurdo
del tiempo
sin sonido, sin voz, un pedazo laxo
abandonado, demente
de la inocencia.
Un vaso de agua es una piedra de la tristeza
la tristeza misma en pedazos, un canto de la tristeza
el canto del agua, la luz del agua, su cuerpo
una lágrima viva.
El agua separa los continentes
los ríos mojan la mente.
Pensar un río es regar el cerebro
la vida que sufre
el alma seca.
Esa agua, la vida que está en el vaso
se apaga, como una luz, en la lengua.
La belleza humedece las palabras
que nombran el agua.
Y la sed apaga de un trago la belleza.
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