REVISTA TRIPLOV
de Artes, Religiões e Ciências


nova série | número 41 | outubro-novembro | 2013

 
 




 

PEDRO SEVYLLA DE JUANA

Ponto Morto

 

 

EDITOR | TRIPLOV

 
ISSN 2182-147X  
Contacto: revista@triplov.com  
Dir. Maria Estela Guedes  
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Ponto Morto

 

Había traído al castellano

desde el idioma portugués varios cientos

de poemas, hijos de muy distintos

bardos;

por eso me atreví con uno de los grandes:

Carlos Drummond

de Andrade y su audaz

y celebrado

“A Máquina do Mundo”;

pilar del Modernismo en este

Brasil

de mis desvelos.

 

“…se foi miudamente recompondo,

enquanto eu, avaliando o que perdera,

Seguia vagaroso, de mão pensas.”

 

Llegué al punto muerto,

ciertamente,

en la postrera estrofa, piedra angular

y cierre del poema.

Mas stricto sensu

la dificultad,

insalvable por entonces,

de mão pensas

premeditada falta de concordancia

estaba en las tres palabras

últimas.

 

“Y como mis pies palparan suavemente

una carretera de Minas, empedrada,

y en la aldaba de la tarde una campana ronca…”

 

Me animó el principio, lo confieso,

y creyéndome

capaz de traducirlo entero

continué cargado

de optimismo contagioso contagiándome:

 

“…la máquina del mundo se entreabrió

para quien de romperla ya se arrepentía

y solo por haberlo imaginado lagrimaba.”

 

Presentía mi inmodestia

algún inconveniente

de los considerados menores.

Nada ni nadie iba a suponer obstáculo bastante

para que, mi fuerza expresiva, expresara

-raíz y tallo nutriéndose, armonía encadenada-

lo mucho que mi inteligencia compartía.

 

“Arrancó suntuosa y reservada,

sin emitir un sonido considerado impuro

ni un resplandor mayor que el soportable…”

 

Progresivos

sonido y movimiento, amanecían

martes y miércoles unidos,

jueves y viernes de la mano

y yo me las prometía

tan felices.

 

Ignorando aún

lo que ahora sé, mi conocimiento

borraba: Se abrió, para escribir

en su lugar: “Arrancó”:

palabra clave.

 

“…esa exégesis integral de la vida

ese vínculo inicial y único

que no llegas a interpretar pues tan arisco…”

 

Filosofía, metafísica, teosofía, naturalismo,

sociología, sicología: entiendo al hombre

en su conjunto y en las partes:

homo homini lupus; amor, primera fuerza

metafórica:

estoy bien preparado:

me dije: exégesis sin duda tiene ahí su hueco.

Sé adónde voy?: conozco un sendero.

 

“…y la gloria de los dioses y el imponente

sentimiento de muerte, que florece,

en el mástil de la existencia más gloriosa…”

 

Exultante estaba y convencido

de mis inestables reservas, ente yo

que se autoalimenta

alimentando la propia cambiante duda;

ya, viernes nueve,

poco antes

de las dos de la mañana,

desconociendo que en una noche

posterior de insomnio

el laberinto de mão pensas

pensando y repensando

iba a mostrarme su salida.

 

“…como olvidados credos requeridos

pronto y vibrantes no se dispusieran

a colorear de nuevo la cara neutra…”

 

Presto y fremente: pronto y vibrantes:

pluralizo porque preguntada Rê,

momentáneamente lisboeta, no

puede darme ayuda,

ni el diccionario Priberam siempre tan

atento a mis necesidades.

Recurro a Mario

también Andrade de apellido,

a sus cartas cruzadas con Carlos

y no está en ellas la salida.

A Ester Abreu voy, último recurso,

y en su respuesta rauda y contundente,

minucioso análisis de las palabras,

leo, acepto,

y resuelvo

motu proprio, escribir:

“olvidados credos requeridos”.

 

“…pasara a dirigir mi voluntad

que, ya de por sí inestable, se cerraba

semejante a esas flores indecisas...”

 

Descubría admirables el nexo literario,

el ritmo, la pasión,

la vehemencia sujetada; pero en la amanecida

me intrigaba más aún

el sentido exacto que el poeta

quiso dar a las indómitas palabras

 de mão pensas,” su concreción abstracta.

 

Me encontraba en punto muerto

esperando una resurrección imposible

o un entierro profiláctico, cuando

la primera luz de la alborada, en otra noche,

iluminó mi mente trasladándome,

infante, a mi pueblo;

época agitada del trazado

de esa breve carretera que va de Valdepero

 a Valdeolmillos.

 

Allí el burrero y su reata de asnos,

serones repletos de rocas;

allí los pedreros, que

con sus martillos largos

machacaban peñas, alisando;

allí los peones con sus paladas de tierra,

allí la máquina aplanadora,

apisonadora por buen nombre:

férreo cilindro macizo la rueda delantera

destinada a compactar el suelo,

transformando

tierra y piedra sueltas

en calzada resistente.

 

Eso era, ahí estaba el quid.

 

Esclarecido y esclarecedor

me dispuse a retirar del engranaje el palo

en la traducción de "A Máguina do Mundo".

 

La acompasada voz silente de la cachazuda máquina,

vino a mí: atrás y adelante, adelante y atrás,

guiada por un operario experimentado,

sutil e inteligente,

que se hacía preguntas y respuestas,

y en los descansos muchos

bajaba a tierra para palpar con el pie el empedrado

o apoyaba, pensativo, en el timón

los brazos cruzados, las manos sobrepuestas,

observando los trajines de los demás oficios

desarrollados a sus pies.

 

Saturados de murmullos: “hálito, eco

o simple sacudida”, mis oídos internos.

Lleno yo de un vigor intuitivo

destinado a seguir vertiendo

al castellano

esas “verdades más altas que tantos

monumentos erigidos a la verdad;”:

las tres robustas palabras últimas del vibrante

poema

de Carlos Drummond de Andrade,

adopté la decisión de terminarlo así:

 

“…poco a poco se fue recomponiendo,

mientras yo, valorando lo perdido,

permanecía indolente, mano sobre mano.”

 

PSdeJ El Escorial a 15 de agosto de 2013

 

La Máquina del Mundo

                                   Poema de Carlos Drummond de Andrade
                                   Traducción de Pedro Sevylla de Juana

 

Y como mis pies palparan suavemente

una carretera de Minas, empedrada,

y en la aldaba de la tarde una campana ronca

 

se mezclara con el murmullo de mis zapatos,

pausado y áspero; y aves flotasen

en el cielo de plomo, y sus formas negras

 

lentamente se fueran diluyendo

en la crecida oscuridad, bajada de los montes

y de mi propio interior decepcionado,

 

la máquina del mundo se entreabrió

para quien de romperla ya se arrepentía

y solo por haberlo imaginado lagrimaba.

 

Arrancó suntuosa y reservada,

sin emitir un sonido considerado impuro

ni un resplandor mayor que el soportable

 

por las pupilas gastadas en la observación

constante y dolorosa del desierto,

y por la mente rendida al registrar

 

toda una realidad que excede

su  propia imagen esbozada

en el rostro del misterio, en los abismos.

 

Se abrió en inocente quietud, e invitando

a cuantos sentidos y presentimientos conservaba

quien de haberlos usado ya los perdiera

 

y no deseara recobrarlos,

si en vano y eternamente repetimos

los mismos periplos tristemente desorientados,

 

invitándolos a todos, en tropel,

a habituarse a los desconocidos nutrientes

de la naturaleza mítica de las cosas,

 

así me dijo, empero, cierta voz

 hálito, eco o simple sacudida

atestiguando que alguien, sobre la montaña,

 

a otro alguien, noctívago y desventurado,

en conversa se estaba dirigiendo:

“Lo que indagaste en ti o fuera de

 

tu pequeñez y nunca se mostró,

incluso aparentando darse o rindiéndose,

y encogiéndose más a cada instante,

 

mira, observa, reconoce: esa abundancia

excedente en toda perla, esa ciencia

sublime y tremenda, pero impenetrable,

 

esa exégesis integral de la vida,

ese vínculo inicial y único,

que no llegas a interpretar, pues tan arisco

 

se reveló ante la vehemente investigación

en que te desgastaste... percibe, considera,

abre tu pecho para hospedarlo.”

 

Los más soberbios puentes y edificios,

lo que en los talleres se da forma,

lo que discurrido fue y, seguidamente, alcanza

 

distancia superior al pensamiento,

los recursos de la tierra sometidos,

y las pasiones y los impulsos y los suplicios

 

y todo lo que explica al ser terreno

o se prolonga hasta en los animales

y llega a las plantas para filtrarse

 

en el sueño resentido de los minerales,

rota al mundo y vuelve a abismarse

en la insólita disposición geométrica de todo,

 

y el absurdo primigenio y sus enigmas,

sus verdades más altas que tantos

monumentos erigidos a la verdad;

 

y la gloria de los dioses, y el imponente

sentimiento de muerte, que florece

en el mástil de la existencia más gloriosa,

 

todo se manifestó en ese destello

y me reclamó para su reino soberano,

sometido por último a la visión humana.

 

Pero, como yo me resistiera a responder

a solicitud tan prodigiosa,

pues la fe se adormecía igual que el ansia,

 

la esperanza más exigua — esa aspiración

de ver desvanecida la densa obscuridad

que entre los rayos del sol aún se filtra;

 

como olvidados credos requeridos

pronto y vibrantes no se dispusieran

a colorear de nuevo la cara neutra

 

que voy por los caminos mostrando,

y como si otro ser, distinto de aquel

habitante de mí hace tantos años,

 

pasara a dirigir mi voluntad

que, ya de por sí inestable, se cerraba

semejante a esas flores indecisas

 

en sí mismas abiertas y cerradas;

como si un don tardío ya no fuera

deseable, antes bien desdeñando,

 

bajé los ojos, negligente, distendido,

rehusando aceptar la cosa ofrecida

que se abría gratuita a mi intelecto.

 

La sombra más tupida ya descansara

sobre la carretera de Minas, empedrada,

y la máquina del mundo, rebatida,

 

poco a poco se fue recomponiendo,

mientras yo, valorando lo perdido,

permanecía indolente, mano sobre mano.

 

PSdeJ  El Escorial 15Agosto2013

 

 
  Pedro Sevylla de Juana nasceu em plena agricultura, lá onde se juntam La Tierra de Campos e El Cerrato, Valdepero, província de Palencia, em Espanha; e a economia dos recursos à espera de tempos piores ajustou o seu comportamento. Com a intenção de entender os mistérios da existência, aprendeu a ler aos três anos. Para explicar as suas razões, aos doze se iniciou na escrita. cumpriu já os sessenta e sete, e transita a etapa de maior liberdade e ousadia; obrigam-lhe muito poucas responsabilidades e sujeita temores e esperanças. Viveu em Palencia, Valladolid, Barcelona e Madrid; passando temporadas em Genebra, Estoril, Tanger, Paris e Amsterdã. Publicitário, conferencista, tradutor, articulista, poeta, ensaísta, crítico e narrador; publicou vinte e dois livros e colabora com diversas revistas da Europa e América, tanto em língua espanhola como portuguesa. Trabalhos seus integram seis antologias internacionais. Reside em El Escorial, dedicado por inteiro às suas paixões mais arraigadas: viver, ler e escrever. www.sevylla.com
 

 

© Maria Estela Guedes
estela@triplov.com
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