Mutilación genital femenina

 

Por ALEJANDRA ORTIZ
Mutilación genital femenina: la historia de la líder emberá que quiere erradicarla


Diario El Espectador (Colombia, 23.10.2024)

Colombia es el único país de América Latina donde aún se practica la mutilación genital femenina, específicamente en la comunidad indígena Emberá, en Risaralda. Un proyecto de ley, liderado por mujeres emberá, busca prohibir estapráctica en su territorio. Hablamos con una de ellas.

Alejandra Ortiz
23 de octubre de 2024 – 02:00 p. m.


Francia Elena Giraldo lleva casi 20 años luchando para erradicar la práctica de la mutilación genital femenina en su comunidad.

Bajo el manto de las tradiciones arraigadas en las comunidades étnicas, Colombia es el único país de América Latina donde aún se practica la Mutilación Genital Femenina (MGF). Por un lado, algunos miembros de la comunidad indígena Emberá defienden esta práctica como parte de su cultura y creencias. Sin embargo, un grupo de mujeres de la misma comunidad argumenta que “esto no es cultura, sino un atentado contra nuestros derechos humanos”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la mutilación genital femenina como un procedimiento no médico que implica la modificación o eliminación de partes de los genitales de niñas y mujeres. Esto puede incluir pinchazos, perforaciones, incisiones, raspados o quemaduras en la vulva. Las complicaciones pueden variar desde infecciones y hemorragias graves hasta problemas urinarios y complicaciones en el parto. Según el Ministerio de Salud, esta práctica puede realizarse en niñas desde recién nacidas hasta los 17 años y es considerada internacionalmente “una violación de los derechos humanos de las mujeres y las niñas”.

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Colombia está entre los 30 países del mundo donde la ablación sigue siendo una práctica vigente. Esta situación se hizo evidente en 2007, cuando varias niñas fallecieron debido a complicaciones relacionadas con estos procedimientos. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la mutilación genital femenina se lleva a cabo dentro de la comunidad Emberá, una de las 102 etnias indígenas reconocidas por el Estado colombiano. En esta comunidad, se conoce como ‘corte de callo’ o ‘curación’.

En ese momento, se encendieron las alarmas, pero no fue sino hasta 2014 que las comunidades Emberá de Pueblo Rico y Mistrató, en Risaralda, tomaron medidas concretas al firmar mandatos para renunciar a la mutilación genital femenina. En 2016, durante su IX Congreso, la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) se comprometió a “transformar las prácticas que afectan la salud de las mujeres y niñas indígenas”. Finalmente, el 5 de septiembre de 2017, en el municipio de Bolívar, Valle del Cauca, el parlamento de la nación Emberá firmó el mandato más reciente.

Pero la práctica continuó. Aunque no existen cifras ni reportes confiables sobre cuántos procedimientos se llevan a cabo, ya que la información disponible proviene principalmente de casos que llegan a los centros médicos por complicaciones. En 2021, el Ministerio de Salud reportó 16 casos en departamentos como La Guajira, Antioquia, Bolívar, Risaralda, Boyacá, Valle del Cauca y otros. Para 2023, la Secretaría de Salud de Bogotá registró cerca de 90 casos.

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Por lo que la lucha contra esta práctica no ha terminado y se gesta dentro de la misma comunidad. En secreto, a través de invitaciones para tomar “un chocolatico” en su casa o en encuentros casuales con sus amigas y otras mujeres de la comunidad, Francia Elena Giraldo, una líder indígena emberá, encontró la manera de hablarles a las mujeres del Resguardo Indígena Unificado Unión Chamí sobre sus derechos humanos. Su activismo comenzó hace casi 20 años, tras la indignación que le generó la muerte de una niña de su comunidad a causa de complicaciones derivadas de un procedimiento de MGF. Hoy, ya no actúa en secreto y ha llevado la discusión sobre la práctica de la ablación en su comunidad al Congreso de la República.

Ella, junto a otras lideresas indígenas, en colaboración con organizaciones y representantes a la Cámara como Carolina Giraldo, Alexandra Vásquez, Jennifer Pedraza y la senadora Angélica Lozano, presentaron ante el Congreso el proyecto de ley “Cuerpos Libres de Mutilación Genital Femenina” el pasado 27 de agosto. Una iniciativa que busca prohibir esta práctica en el país, especialmente dentro de la comunidad indígena Emberá.

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El Espectador quiso indagar más sobre la persistencia de esta costumbre en el Resguardo Indígena Unificado Unión Chamí. Para ello, entrevistó a Francia Elena, que, además de ser líder en su territorio, es gobernadora de la vereda Tuma Drua, en Pueblo Rico. Durante la entrevista, se abordó la realidad de las niñas y mujeres del pueblo Emberá en relación con la MGF, las creencias que la rodean y las iniciativas de las mujeres indígenas para erradicar esta práctica en sus territorios.

¿Cuáles son las creencias de su comunidad alrededor de esta práctica? ¿Para qué se hace?

Lo que se le hace a las niñas es cortar con una cuchilla o quemar con una cuchara caliente el clítoris. La creencia, según mis investigaciones y lo que me han explicado, es que, si no le hacen eso, la niña emberá será… mejor dicho, va a tener varios esposos, como se dice por ahí, ‘de la vida alegre’, va a estar con uno y con el otro. Se hace más como para que ella guarde fidelidad. También, en lo que he investigado, esta práctica se realiza casi inmediatamente después del nacimiento, más o menos a los tres días de vida. Las niñas son sometidas a este procedimiento de manera rutinaria.

Pero siempre he insistido en que la solución no es buscar culpables ni castigar a las personas que realizan esta práctica. No se trata de que una partera esté condenada o en la cárcel por esto, porque ellas lo hacen desde el desconocimiento. Lo que necesitamos son soluciones concretas, que las personas que nos quieran ayudar no vean este problema detrás de un escritorio. Por eso he pedido a gritos que se involucren profesionales de la salud, como médicos, enfermeras y psicosociales, que vayan con nosotras a las veredas, para trabajar directamente con las comunidades y erradicar esta costumbre.

A mí me interesa mi comunidad, mis mujeres, y por eso he investigado. Ya, como mujer que se va educando, uno capta que esto no puede seguir así, que esto tiene que acabarse.

¿Con qué frecuencia se hace esta práctica, qué tan arraigada está?

En mi comunidad [la vereda Tuma Drua, Pueblo Rico] ya no se hace esta práctica. Puedo dar fe de esto. ¿Por qué? Porque he estado ahí, detrás de esto; es el pan de cada día. En cada reunión o taller, he mencionado que no se puede seguir haciendo. Les hablo a todos de que la mutilación genital femenina puede terminar en la muerte y que viola los derechos de las niñas.

Sin embargo, en las veredas más lejanas, la situación es difícil. He tenido que enfrentarme a mi comunidad y es complicado porque cada vereda tiene un gobernador distinto. Algunas veces me dicen: “No te podemos dar permiso para hablar de eso, o no queremos que hables de eso aquí, porque eso es cultura y lo manejamos internamente”. Y yo no puedo traspasar las reglas.

Lo que falta es educación. Yo me he sentado con varias compañeras que son parteras, y ellas dicen: “Francia, donde hubiera más gente que nos educara, que nos hiciera conocer que esto es una realidad, que esta práctica no se debe hacer, que nosotras somos creadas a imagen y semejanza”, algunas no lo harían. Pero lamentablemente es algo que nos inculcaron desde hace muchos años; es una costumbre. Mi comunidad cree que deben cumplir esto. Y es ahí donde debería entrar la educación. La gente ya está dejando esta práctica; ya está diciendo que no podemos seguir permitiéndola. Estamos desacelerando el daño que esto causa, tanto a las mujeres como a las niñas.

¿Cómo ha sido trabajar estos temas en su comunidad, siendo mujer e indígena?

Muchas veces yo no tengo apoyo. Como líder mujer indígena, he tenido que enfrentarme a mi misma cultura. He enfrentado críticas e incluso amenazas. Me dicen: “¿Esta quién se cree, que anda publicando esto y aquello, cuando esto hay que arreglarlo dentro del resguardo, dentro de nuestra comunidad?” Y esto, en parte, es verdad.Pero yo respeto mi cultura, aunque también mi autonomía. Y esto no es cultura, esto es un tema de las niñas y de las mujeres. Entonces, si nosotras como mujeres no trabajamos para que esta práctica se termine, ¿entonces quién? Es que nosotras somos las dolientes; eso es algo con lo que usted tiene que vivir el resto de su vida.

Dios quiera que este proyecto de ley salga adelante y que pudiéramos acabar con esta práctica. Que podamos decir el día de mañana: “Se acabó la mutilación genital femenina de la niña emberá”, porque esto ayudaría a sanar a mis mujeres y a mi gente. Yo vi morir a una niña por una infección muy grande; se le hinchó el estómago. La niña luchaba por su vida, pero ni siquiera alcanzó a llegar al Hospital San Jorge.

Me ha tocado enfrentarme a mi gente. Si es el hecho de que a mí me toque morir por lograr que esta práctica se termine, pues gustosamente lo haría. Porque no es “permitir”; es un abuso seguir permitiendo esto. Yo tengo un grupo de mujeres y lucho por la equidad de género, para que la balanza esté en un 50/50. No quiero ser más que mis compañeros ni más que nadie; solo quiero que se respeten nuestros derechos como mujeres.

Nosotros tenemos el mismo derecho que tienen los hombres. Tenemos derecho a ser docentes, a ser médicas, a ser enfermeras. ¿Por qué no ser mujeres gobernadoras o mujeres en el cabildo de un resguardo? Tenemos el mismo derecho que cualquiera. Eso es lo que yo siempre he querido.

¿Cómo llegó a ser este tema un proyecto de ley en la Cámara de Representantes, desde las voces indígenas?

Esto surge a raíz de que empezamos a ver que fallecieron una, dos y tres niñas durante un año por casos de mutilación genital femenina. Por ejemplo, de 45 casos, cinco de ellas murieron debido a esta práctica. Entonces, con una compañera, empezamos a pedir ayuda, a tocar diferentes puertas y nos encontramos con la representante Carolina Giraldo. Ella fue a Pueblo Rico y tuvimos la oportunidad de reunirnos con ella, varias mujeres de la comunidad y mujeres afro. Le preguntamos cómo podríamos trabajar mancomunadamente, porque yo no podía seguir permitiendo esto.

Nosotras hemos investigado, hemos aprendido de otras compañeras y entendemos que esto no es cultura. La cultura es algo muy bonito; trata de nuestras artesanías, nuestro vestido, nuestras pinturas y lo que nos mantiene unidos. Pero ver que nuestras niñas se están muriendo por esta práctica no podemos seguir permitiéndolo. Entonces, varias compañeras líderes trabajamos mancomunadamente para elaborar este proyecto.

Cuando se habla de prohibir la mutilación genital femenina como una práctica cultural, algunas veces hay críticas sobre que esto es un pensamiento colonizador. Desde su perspectiva como líder emberá, ¿qué opina de esas críticas?

Como siempre lo he dicho, lo que queremos es que se respeten nuestros derechos. Yo tengo los mismos derechos que tiene usted, que es una mujer kapuma, que son las mujeres mestizas, así las nombramos. Todas las mujeres en el mundo tienen el derecho a sentir placer, tener salud y a ser mujeres libres. ¿Por qué nosotras no? Como mujeres emberá, también debemos poder obtener ese derecho.

Por Alejandra Ortiz

Antropóloga, periodista y realizadora audiovisual, magíster en Salud Pública. Ha sido profesora de cátedra de la Universidad del Rosario. @aleja_ortizmaortiz@elespectador.com