Lo que puedes decir sobre el amor ya es un presagio. Asoma el viento en la ranura de la noche. Entonces callo y me abrigo en la risa amenazante de un dios bajo las apariencias. Despojar tu bestial tintineo, el silbo libertino incapaz y jubiloso. Anfiteatros para una boca petrificada. Moras que resbalan por la piel llagada del viejo esclavo. Fue una efigie quien habló por la sangre. ¿Escapas, reapareces, traes el hálito de la memoria de la desnudez? Con las escorias de la antigua semilla: Así habrían de verte, rito al fin, lengua extranjera. ¿Pero con qué narcótico remo tallas la gruta, el pantano, la aspereza del alimento frío entre los dientes del venerable? Fulmíneo ocaso, lento crepúsculo. Ruego a la ceniza por la llama. Súplico por la piel que miraste antes del hedor bajo la tierra. "No dejes que me dilapiden en esta cruel sumersión", pediste con los ojos vaciados por el llanto. Lo que no está enciende un jazmín en esta madriguera. ¡Cuántos muertos toqué junto a este río! Caravanas. ¡Cuántos párpados abrí para que no nos cegara el obstinado rocío de la niebla! Tal vez nos encontráramos en el vuelo. (La herida es salobre, pero qué deseo no me traspasa y mutila, gota a gota.) Me asombro del sí mismo y de sus alaridos. Recíbeme en esta posesión con mi corona de músicas. Mensonges vitaux. ____________________________________________________________ |