MANSION ARTAUD / EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS TEXTOS E IMAGENS DE MANUEL LOZANO 30-08-2003 www.triplov.com |
...Y viendo el humo de su incendio, dieron voces , diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?
Habría mirado las bóvedas multiplicándose en alargadas filas contra la lluvia. ¿Cuál es el arroz, cuál ese conejo alado de Cimabue, dónde está el yeso que trajeron de Umbría las intercesoras, aquellas madres primeras de mi especie? Era una mesa blanca, casi traslúcida, vestida para la exageración y el desprecio. Podría ser nebuloso patíbulo, aunque nunca tablón ritual de aniversarios. Un opulento pasajero enciende las lámparas. Los comensales -mis hermanos- han muerto ya. El arco solar se ha derribado. ¿Qué carpintería nómade para esta bacanal de Narciso? ¿No miras sumergirse la casa? -pregunta la figura-. Del robo de las pieles nace el vuelo. Y así empieza la historia. El musgo ofrece un ácido perfume a patio de destierro, a caireles dispersos entre los matorrales donde juega el niño del triciclo rojo. (Ahora reconstruye risas en mitad de su cráneo.) ¿Era la distancia de la diferencia? ¿Los harapos de la más cruel cercanía? ¿O la abisal condición para destituir a su rey, el valimiento de un iluso crucificándose? Rotan las cláusulas. Se instalan en éxtasis de Pound todos los enunciados. Pensó en la cabeza comida por insectos de su padre, en el jugo incalculable, ahora seco, rondando entre los dientes del pequeño difunto. Fuiste un agujero, la grieta de mi corazón - afirma la figura-. No habla. Aun antes de acostarse del lado del vacío, gesticula. (Un llamado de hidra ha regresado a la cueva.) Brevísimo, respiran todavía sus membranas. Nada es legendario en la dársena sacrílega. ¿En qué madejas del segundo tiempo merodeará esta geometría del verdugo? Va adentrándose en la palabra carente: palabra sin inicial; juzgamiento de vigilia. Grazna y husmea. Que no suplique ayuda con un arpón en la boca. Se abrieron las sienes de mi escalofrío. Cavidades lechosas donde hubo un pasado, ¿por qué duermen así, junto a la espuma? Son los habituales. Son los faústicos delatores. Son los imaginados. Son los que agitan la lepra bajo pieles fastuosas. ¿Retornarían desde un mísero exilio? Muerdes madera en el poema, invención extremada. Fermentan las hojas. Desciendo los escalones y aspiro en cuclillas el temible torbellino de la idolatría. Es el ruinoso chacal de esta profanación. Lanza increíbles objetos. Al reflejarse en el revés de un espejo de bronce -mira paciente, hiberna con traidores-, dibuja la espantosa raíz del simulacro. ANIMAS A Francisco García Cubero
Música triste y de abandono para los vestigios de un niño muriente en su lecho de cuarzo rojo; para las llagas que ahorcan donde el latido cuando sopla el abandono como ruinas de la marioneta; para el abrazo en fuga de su desnudez. En un brillo hueco te somete la fiebre. Lo frío babea un teatro desde el hombre: Tierra madre, tierra vértigo, mendiga tierra claveteando telarañas hasta alcanzar el vientre fúnebre del asco. ¿Y la sombra de mi cerebro pagando su hambre de caliente derrota sin olvido? Se ensucia la cara con el día y me hablas de la puerta inocente que viene desde el fuego. Se nutre de niebla este escenario, de lágrimas filosas como uñas desprendidas de tardanzas, apenas el naufragio. ¿Qué diferencia perdura de los jóvenes dioses que velaban por ti? (Alguien sube en la muerte como ramera enloquecida a golpear en su grito.) ¿Y a mí qué me reclamaría jaula en el alto desierto? Un poco más cerca, los hijos de amargura venden su transparencia. ¿Y por eso tallas la música al deseo de las ánimas, al escalofrío del bosque? Deja entrar las plumas de tu sangre. En esta noche hubo esfinge. Buenos Aires, abril de 2002 PLINTO A Carlos Fernández, en Sant Joan Despí • Sube desde este ladrillo desunido en la gangrena. • Escamotea los falsos esplendores. • Hasta aquí no hubo reino, sólo harpías • royéndome la piel y el ardor • en los desagües de tu porvenir. • Fisuras. • Cruzando la mitad de la fiesta, • ¿dónde me borran con diluvio irremediable? • En el bautismo sólo oías los quejidos, • el pacto hirviente de la profanación. • ¿Y qué hiciste de aquellos jardines • que doné a la historia de un amor tan oscuro? • Los arrasaba el zarpazo, el error, el desvarío, • el mutilado mediodía en las caras del hombre. • La arena centellea en tu memoria de esfinge • atándose al final. • Fuiste todos porque fingías • el crimen de la noche en una boca: • boca de llanto de Caín hasta la sangre. • Asqueado eres Abel frente a los hierros. • Arrójate, inmóvil EL HAMBRE Hubo que bajar hasta el pozo./El cielo era un desierto de los hombres./ Entre relámpagos bajaba, como por escaleras que se astillan, se disimulan y gimen ante un roce./¿Soñaba para despertar con lúcidas monedas del instante?/¿Para heredar la piedra preciosísima cubierta de llagas?/Dormirse sobre maderas olorosas de un presente de azogue, era el castigo./Los difuntos abren los ojos y las bocas./ Desnudo estás en la urna, desnudo y a puertas cerradas, llorando./¿Qué vino de la muerte dormirá en esta arcilla?/Lamerse la sangre./Lamer desde el principio./Lamer, lamerse./¿Y los criados y sus risas?/El que lame ronda por todos. EL CLARO REGRESO A Blanca del Moral
Cuando el río sube con sus desperdicios (en la difunta alegría de lo que ha sido revelado), la mujer abre la jaula. Una fotografía de impaciencia dirá ser su verdugo, pero es otra la tormenta entre bambúes; hubiera sido preciso desterrarse hasta el no-castigo, hasta la parálisis de quienes moran la noche con forma de camelia y maneras de pelícano. Es probable la escarcha, como el amor es probable su ácido y las lívidas rotaciones plegadas sobre el porvenir. Acaso el testigo, siempre el acaso merodeador guardará la muralla. El altísimo, acaso, ligeramente profanara las enredaderas de tu heroica pureza. Se inclina un insecto. Simulado Artaud barre los desperdicios: La vajilla está rota, Nishapus está en llamas. No te prepares para el encuentro. ¿Cómo creer que lo ignora, como si hubiera arrojado los granos de la más fría soledad en su totem? Nunca más recuerdos para lamer, ni almendras dispersas. Jamás un himno para estos perros del ayer. Que me instiguen a huir. Anudo la desposesión frente al prodigio. Dejo las vanidades de este mundo. Atrás las palabras indulgentes, Transformadas de arriba abajo por el sacrificador. ¿Hablábamos de paraísos? ¿Cuándo me embriagaron con el nacimiento? Aquellas fueron las frutas de tu linaje. París, diciembre de 1996/Buenos Aires, septiembre de 2002 RETRATO DE FAMILIA Un ciclón te aspiraba hacia abajo. Tu cabeza se llenó de cangrejos y palabras soplando desde la noche inicial. ¿Qué hiciste del tiempo cuando envejecías, cuándo disfrazabas el cuerpo con vestido de princesa para el ágape? Se asesinaban mutuamente. Dormían con las pieles de cordero que te cubren. Hermana, ¿por qué asesinaste a la madre? ¿Por qué volcaron pus sobre tu vientre blanco? ¿Por qué te asesinaban? Buenos Aires, 10-VI-1992 MANSION ARTAUD Con lepra en la garganta, he oído el canto de los ruiseñores. Era el incendio en la cueva del ausente hacia atrás, golpeándome. Tajos, franjas, cenizas sobre el limo. ¿Y quién no deja dormir en mármoles finales el suicidio del cuervo? Gira el teatro arañando la sangre sin olvidar apenas el esplendor litúrgico. Devueltos, al fin, blancos portones devolviendo el soplo, latiendo clausura. Para pintar la borra de las miasmas cuando hace frío y aúlla en la carne. ¿Qué? ¿Quién? Con lepra en la garganta. He oído. Barniz donde se pierde el despojo, la insistencia y el crimen. ¡Vuelvan, vuelvan los iluminados! Será aún el pródigo amanecer que imanta las horas. Sobrenada este declive. Magnético rayo escalando el vacío -irrefragable nacimiento- hasta el vacío. Según las caras de la esfinge, tallarán nuestra cara. Pero ella misma agrieta los reflejos. Heredad vista de cerca. ¿De un solo golpe, la ilusión? Los clavos en la sangre. A despertar. A combatir. A encender perpetuamente. Luz que diluvia. Rebélense los huesos del milagro. Victoria, Abadía del Niño Dios, |