Auxiliadora o taumaturga coronándose en peligros,
muerde los pétalos que caen.
Ya nada la protegerá del viento feroz
y de la súplica de lodo
oída en el espejo partido por el rayo.
Las acequias mueren de tanto triunfo.
¡Afuera esta piel, esta memoria del resplandor,
-“no me busquen, no me encandilen, no me envuelvan
cada naufragio con los dientes sangrantes
tirados hacia el fondo de mi infierno-,
más afuera este barro adherido
a la jubilosa extinción del reino de las cacerías!
Barro.
Barro.
Barro.
Barro
y nadie habla por quienes fui.
¿Qué blanco pavor inextinguible me cerca
desde todas las bocas llenas de hormigas?
El que no sabe susurrar su nombre
destroza su abierta casa de abandono.
Incrustado al sol de tu delirio,
has llorado del mundo cada pétalo.
Barro.
Y la caída se cumple.
Manuel Lozano
22-VI-96.
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